Son las cuatro de la tarde, hace frío y Luis Ventura está tomando mate en un recipiente de chapa. Enfundado en un camperón viejo de la selección Argentina que debajo esconde un apretado jogging celeste, está parado, junto a dos dirigentes, en el centro del estadio más increíble del país. La cancha de Victoriano Arenas es casi un islote en el medio del Riachuelo, del lado de Avellaneda. El caudal más contaminado del país rodea al estadio como en una suerte de península, que se conecta con la provincia de Buenos Aires apenas por un pasillo de tierra en el que se ubica el ingreso al club. Enfrente, cruzando el agua, Zavaleta. Detrás, el barrio El Fortín. Para el sudoeste, a un par de kilómetros, Villa Fiorito. Pegadita, la 26. La crisis, la desigualdad, la recesión, lo peor de las fuerzas de seguridad, los laburantes, los narcos, los enfermos, los buenos y los vivos, todos, se exponen aquí con una elocuencia que desnuda. Ventura, el zar del chimento durante los últimos quince años, saca 6.600 pesos de su bolsillo y le paga al único hombre que llega allí en todo el rato: es el que vino a traer las redes nuevas para los arcos. Las anteriores, rotas en varias partes, no aguantaban más.
“¿Quién puede decir que vengo acá por la plata?”, dispara Ventura y relata detalladamente el cambio del tanque de agua del club, en el que encontraron ratas muertas en medio del mismo líquido que iba a las duchas y a los mates. También cuenta que cuando un marcador rechaza fuerte y la pelota se va al Riachuelo, los pibes del barrio de enfrente se tiran a buscarla y que hasta pelean a gomerazos con el utilero que quiere recuperarla con un mediomundo. “Para esos pibes, la pelota es el mes”, tira al pasar con tristeza. El mundo Victoriano Arenas es la construcción del esfuerzo diario en medio de mil dificultades. En ese torbellino de necesidades, el hombre de la televisión descansa de sus interminables guerras dialécticas, pone un freno a la picadora de carne y se sienta a conversar en un banco de suplentes que es apenas un cuadrado de cemento que encima tiene escrito en pintura a mano la palabra “local”. El diálogo va de abajo hacia arriba como un electrocardiograma. Hay regodeos, arrepentimientos, chistes, conceptos, grandilocuencias, instantes irracionales y títulos. Pero no hay juicios.
-¿Qué es el fútbol?
-Es mi pasión. Es la bohemia. Es un sueño. El fútbol siempre estuvo en todos lados de mi vida. Yo quería ser futbolista y en el camino se me cruzó Victoriano Arenas, el lugar en el que me siento verdaderamente yo. Hice inferiores y llegué a hacer una pretemporada en Huracán. Estaba para arreglar. Después me fui a Excursionistas y cuando estaba por dejar me ofrecen venir acá. Pasé mucha felicidad en Victoriano y fue donde me retiré. Tenía quinto año de ingeniería electrónica: 22 materias rendidas y 27 cursadas. Después vino el periodismo, con la cobertura de las sedes del Mundial 78 para la revista Goles. Y cambió mi vida, porque largué el fútbol y la ingeniería.
-¿Qué es el periodismo?
-Es la cuna. Toda mi familia es una familia de periodistas. En mi cuna había una pelota de fútbol y unos crayones. Con los crayones hacía tapas de diarios y las vendía a un peso. Con eso, juntaba la platita para comprarme las golosinas en el colegio. Yo escribía: “El Pato Donald se peleó con Mickey”. Ya hacía mi periodismo ahí.
-¿Y quién gana, el periodista o el entrenador?
-Te voy a decir algo que no sé si lo dije alguna vez. Si viene un club y me ofrece un contrato que iguale lo que yo gano en el periodismo y en la tele, largo el negocio y largo todo. Pero todo. Porque el periodismo no deja de ser un negocio, como el fútbol.
-¿Dónde hay menos escrúpulos, en el fútbol o en el periodismo?
-Yo creo que es un tema social, no un tema de esfera. No es el género lo que te brinda escrúpulos. Si no te educan en tu casa, te tienen que educar en el colegio. Y si no te educan en ninguno de los dos lados, tenemos la realidad que tenemos. La sociedad está así. Mirá los medios, metete en internet. En los dibujitos. Yo antes miraba el Correcaminos con el Coyote. Ahora ves tipos que sacan una ametralladora y le pegan tiros y sale sangre.
-¿Y vos no sos parte de eso?
-Me siento parte. Pero de la misma manera que me siento parte en las comunicaciones, me siento parte de lo social. Yo estoy adentro de ese frasco. La violencia te pasa al lado o pasás a ser protagonista. Hay una sociedad que necesita educación. Yo el dinero más importante lo dedicaría a la educación. Con educación combatimos el hambre. Al pueblo hay que darle educación. Con eso empezás a resolver todos los otros problemas. Hay países desarrollados donde a los alumnos les pagan por ir a estudiar. Y acá estamos viendo si el político se lleva una cometa o hace un negociado para los amigos. Perdamos plata, pero invirtamos en educación.
-¿En el show vale todo? ¿Y en el fútbol?
-Nadie hace lo que no quiere. Nadie te puede obligar a quedarte en un lugar en el que no querés estar. No te gusta, andate a hacer patria a otro lado. Inventá otra historia. Nunca sabés cómo termina todo. Un día estaba en la platea viendo El Porvenir y Claypole y vino un tipo y me dijo si no quería dirigir Victoriano Arenas. “¿Y vos quién sos?”, le dije. Me contestó que era el presidente. “¿Y cuándo arranco?”, le respondí. “Mañana”, me tiró. Y así me metí acá.
-¿Por qué venís acá?
-Yo soy sentimental. Acá vine con mi viejo. Yo pisé esta cancha de chico y me gastaba las zapatillas corriendo por el terreno de la zona antes de que estuvieran los asentamientos. Gastaba cuatro pares de zapatillas por mes. Acá pintamos dos veces las tribunas, conseguimos colchones, de todo. Tuve que hablar con la empresa de luz porque se robaban los transformadores. Venía un tipo con una camioneta y se afanaba el transformador entero. Estuvimos 40 días sin luz. Entonces, investigué y lo descubrí. Lo llamé y le dije que si me tocaban de vuelta el transformador los hacía concha en todos los medios. Le metí dos tuiter (sic) y se cagaron en las patas.
-¿Cómo sentís que te ve la gente?
-Si me dejo llevar por las redes sociales, me adoran. Cuando vos trabajás para clases populares, hay gente a la que no le gusta o no le conviene. Y me salen a comer el hígado. Pero tengo espalda. Me dicen gordo turro, vendehumo, chimentero. Que me digan chimentero es un honor, porque el chimento lo puede manejar sólo un buen periodista. El chimento es la noticia en su estado natural. Después se confirma y se convierte en información.
-¿Te arrepentís de algo de lo que hiciste?
-Sí, de un montón de cosas. Me arrepiento de haber sido tan bocón. He tenido muchos ofrecimientos políticos de gente que ha peleado candidaturas presidenciales. Me vino a buscar Sergio Massa, Daniel Scioli y algunos más. Pero yo soy bocón. Mi viejo siempre me dijo que cuente hasta diez y nunca pude aprender. Eso me caga. Así me ha ido bien y también muy mal. Y me he curado como los perros, lamiéndome las heridas.
-Puntualmente de tu trabajo, ¿de qué te arrepentís?
-Di información que no estaba chequeada muchas veces. Y uno a medida que se va quemando le toma respeto al fuego. Cuando te vendieron pescado podrido, tenés que escarmentar. De lo que estoy seguro es de que no voy a exponer a mi familia nunca más en los medios. Fue lo peor que hice en mi vida. Lo sufrí. Lo lloré.
-¿La exposición es una adicción?
-Es que yo estaba preparando un reality show de mi casa. Iba a ser los domingos con mis hijos y mi mujer. En ese momento, en mi casa había mesas de 35 personas en las que un día venía Guillermo Andino, otro Roberto Galán y otro el que fuera. Un domingo tocó el timbre la Tigresa Acuña: “Pasé por acá y me dijeron que vivías vos”. Tocó timbre y entró. Y la sentaron ahí en el fondo y seguimos. Ni bola le dieron. Hasta que un día dije: “¿Para qué tanto?”. Si tenía gente ahí que no sabía ni quién era.
-¿Es más difícil vivir en el fútbol o en el espectáculo?
-Son iguales. Es lo mismo. El fútbol y el espectáculo son el mismo mono con distinto vestido. En un lado tenés vedetongas, divos y demás, que también existen en el fútbol. Tenés el egoísta, tenés la estrella. Un vestuario hoy es igual que un camarín. La diferencia es que en el espectáculo tenés maquillaje y eso te permite disfrazarte mejor. El fútbol es un negocio. El espectáculo también.
-Vamos al fútbol. ¿Luis Ventura es menottista o bilardista?
-Soy venturista.
-Y eso, ¿cómo sería?
-Ser venturista es ser protagonista, tener iniciativa, saber qué hacer adentro de la cancha y no olvidarse que siempre es un juego y que hay que divertirse. Hay que salir a buscar los partidos. No me sale esperarlos. Y soy de escuchar mucho. Yo tengo un compromiso muy exigente en los medios y escucho a Sergio Geldstein, que es el que verdaderamente lleva el peso de la semana. Y no se hace siempre lo que yo digo. Por ejemplo, yo digo que el nueve tiene que ser tal. Y viene Sergio y me dice que no, porque le pasó tal o cual cosa en la casa. Si me lo asegura, va el de él. Si duda, va el mío. Y después, yo cierro la charla técnica. Él plantea lo táctico y yo apunto al espíritu. “Muchachos, no ganamos nada”, arranco. “Y no nos dormimos los diez primeros. Y ojo vos, que sos medio pelotudo y entrás a jugar en el minuto quince y te dormís una siesta”. Y les meto. Soy irrespetuoso.
-¿A quiénes admirás?
-Me encanta el Muñeco Gallardo. Admiro a Pep Guardiola. Y me gustaba el Tata Martino. Ahora con el Tata guardo mis reservas. Él tendría que haber dicho: “Si querés, rajame”. Se tendría que haber plantado ahí en la selección cuando no le dieron los jugadores. No se tendría que haber ido. Me encantó su Newell's y su Paraguay. Ojalá vuelva a la selección. También me encantan Almirón y Holan.
-En general, técnicos predispuestos al ataque...
-Es que si vos tenés la pelota, el otro no la tiene. Esa es mi mejor defensa y vos no me podés hacer un gol sin la pelota.
-Si pudieras traer al que fuese a Victoriano, ¿a quién llamarías?
-Sacalo a Leo Messi. Hablemos de los de este planeta. Te lo digo claramente: si Riquelme se quiere quedar en su casa, que venga a Victoriano. Dámelo con 60 años y con un bastón. Que venga. Manden a Centurión también, que me voy a dormir con él y lo pongo a sembrar el césped de la cancha. En el medio, a Ponzio, que me encanta. Y atrás, a Maidana, que tiene una personalidad enorme. Todos argentinos. Me gusta el jugador argentino.
-¿Qué harías si te dan la selección?
-Armo un equipo y lo guardo a Messi hasta la Copa América. Armo toda la torta y que él sea la frutilla. Le hago un Mundial homenaje. Que venga a un equipo listo. Qué él se sume, no ponerle todo el peso en la espalda. Lo que yo le critico a los últimos entrenadores es eso, que hayan ido con la escupidera a Barcelona todo el tiempo. Llamalo como uno más, al pibe. Porque después van a decir que arma el equipo, pobrecito. Y no es así. Acá ninguna les viene bien. No lo van a ver y critican. Van a verlo y critican. Y si le preguntan, qué va a decir. Se siente cómodo con algunos. Es lógico. En el fútbol siempre existieron las sociedades. Y las camarillas. ¿O me van a decir que en la Máquina de River no había camarilla? Si Pedernera y Moreno se venían del cabarulo a jugar. La única verdad es cuando arranca el partido. El resto es chamuyo.
-¿Cómo era el Luis Ventura futbolista?
-Vos te vas a reír, pero con una línea parecida a Piqué, pero más fuerte. Buena distribución de pelota. Y presencia. Eso tal vez me haya jugado en contra.