Gustavo Arribas y su hijo mayor Ezequiel tienen su domicilio en el mismo edificio de Avenida Del Libertador, casi esquina Cavia. Es también la dirección del departamento que el presidente Mauricio Macri le habría alquilado al cuestionado titular de la AFI. A los Arribas los une una coincidencia adicional, además de la biológica y la residencial. Están inscriptos en el mismo registro de agentes de jugadores que controla la AFA. El padre le transmitió al hijo su vocación emprendedora en el mundo del fútbol. Se dedicaba a la producción de filmes y videocintas (ése es el rubro en que figura inscripto en la AFIP) pero ahora está volcado por completo a Stellar Group, la compañía inglesa que maneja el Deportivo Maldonado de Uruguay, un club pantalla donde el Señor 5 supo hacer pingüe negocios con los pases de futbolistas. El trasvasamiento generacional se produjo cuando el jefe de los espías fue designado en el cargo donde hoy tambalea por el escándalo de los sobornos de Odebrecht, que él niega haber recibido.
La historia de Ezequiel Arribas la publicó el periodista Roberto Parrottino en el diario cooperativo Tiempo Argentino el miércoles pasado. Tomó la posta como apoderado del Stellar Group en América del Sur cuando se la delegó su padre. Ese nombre de fantasía sintetiza una manera de entender el juego al que más juegan este tipo de empresarios. La compañía la fundó el magnate británico Jonathan Barnett. A mediados del año pasado fue noticia porque se había interesado en su compra el chino Chen Yansheng, el dueño del grupo Rastar, propietario del club Espanyol de Barcelona con el 80 por ciento de las acciones.
Stellar Group, según Forbes, es la segunda agencia que cobra más dinero al año por comisiones. Solo está por detrás de Gestifute, la compañía portuguesa del representante top a nivel mundial, el también portugués Jorge Mendes. Funciona desde 1996 y tendría unos 700 deportistas que le confían sus carreras. Estos datos ratifican la envergadura de las operaciones que hacía Arribas padre y que continúa Ezequiel. Tanto en la compra-venta de jugadores como en su representación.
En esta trama de negocios triangulados es clave el humilde Deportivo Maldonado. Tiene casi 200 socios, juega en la B del fútbol uruguayo y su presidente se llama Federico Alvira. Comenzó a participar en el profesionalismo en 1995, el mismo año en que Macri asumía la presidencia de Boca. Una azarosa semejanza. Desde 2009 se transformó en una sociedad anónima deportiva (SAD), la figura jurídica que provoca tanto entusiasmo entre los desarrolladores del gobierno de Cambiemos que quieren privatizar el patrimonio de clubes centenarios en la Argentina.
Arribas (h) responde al empresario Malcolm Caine y el abogado Graham Shear, los emisarios de Barnett que viajan desde Inglaterra un par de veces por año a Maldonado para supervisar cómo marchan los negocios. Uno de los últimos tuvo como protagonista al delantero Jonathan Calleri. El verano pasado fue transferido de Boca al Maldonado SAD. “La venta de Calleri fue de club a club”, dijo el presidente boquense Daniel Angelici sin ponerse colorado. El dirigente radical y empresario binguero al que Macri le había propuesto primero manejar la AFI, como describen los periodistas Ignacio Damiani y Julián Maradeo en el libro El Tano: “Dos veces Macri le habría ofrecido formalmente la conducción de la AFI a Daniel Angelici. Sin embargo, El Tano rechazó la propuesta y le sugirió un nombre que de inmediato obtuvo consenso: el escribano y representante de futbolistas Gustavo ‘El Negro’ Arribas”.
El presidente de Boca se quedó en el club y sigue operando políticamente. Dos mundos que parecen disociados, como el de la Justicia y la AFA, conocen de sus presiones e influencias. Angelici sabe, como el escribano, que desde septiembre de 2014 la FIFA prohíbe que los derechos económicos de los futbolistas les correspondan a terceros. Los servicios de pantalla que brinda la SAD uruguaya ponen a resguardo a los verdaderos dueños de ciertos jugadores.
Es el caso de Calleri. Sin salir a la cancha ni siquiera un minuto con los colores verde y rojo del Deportivo Maldonado, lo colocaron en el San Pablo de Brasil. En ese país trabajaba como representante el jefe de la AFI hasta que lo llamó Macri para integrar el gobierno. Calleri no tuvo éxito en su breve escala posterior, el West Ham inglés, y ahora se negocia su transferencia a otro club. Pero los derechos de su pase siguen en poder de la SAD uruguaya con la que trabaja Arribas (h).
Los tiempos en que su padre amasó una fortuna de 94.448.840,60 pesos (la cifra surge de la Oficina Anticorrupción) coinciden con los 22 años de trayectoria como dirigente deportivo y después político del Presidente de la Nación. Cuando el jefe de los espías era un escribano casi desconocido colocó a Martín Palermo en Boca y después transfirió a Carlos Tevez al Corinthians de Brasil. Macri les debe bastante a sus goles y a su fútbol. También a Odebrecht. La multinacional brasileña se hizo presente en la cena de la Sociedad Rural del 17 de marzo de 2015 donde juntó fondos para su última campaña electoral. Para entonces, Arribas ya había cobrado según Leonardo Meirelles, el delator premiado de la constructora brasileña, 594.518 dólares en cinco pagos consecutivos de los que él solo reconoce uno.