El último. La despedida, chau, no más Spiritualized. Desde hace unos años a esta parte, Jason Pierce venía repitiendo en cuanta entrevista le hacían que listo, que ya estaba cansado, que el nuevo disco iba a ser el último, que después de este no iba a grabar nada más. Sin embargo, hace apenas unos meses la cosa cambió y ahora dice que bueno, que quizás no sea tan así, que quién sabe, puede que grabe alguno más. ¿Qué lo había llevado entonces a decir eso? Sentado al teléfono en Londres un martes a las once de la noche hora británica, luego de una larga jornada de entrevistas, el hombre que bajo el alias J. Spaceman cargó de sustancia al Space Rock con mayúsculas resume la respuesta en una sola palabra: “Obsesión”. Y enseguida, como si no hubiera quedado claro, agrega: “Dos años y medio de pura obsesión”. El objeto que le quitó el sueño esta vez fue And Nothing Hurt, octavo trabajo de Spiritualized y el primero desde la edición de Sweet Heart Sweet Light hace seis años, la mayor cantidad de tiempo que se tomó entre discos desde sus comienzos en 1986: “Cada vez que termino un disco siento que a esta altura hay cosas que ya sé, que las tengo bien aprendidas, que el próximo debería ser más fácil”, cuenta Pierce. “Pero no puedo. Envejezco y sigo sin poder sacarme de encima esa responsabilidad de sentir que no puedo hacerlo así nomás, que tiene que estar tan bien como pueda hacerlo o mejor, así que cada vez se hace más difícil. Y la música que me inspira también me lleva a preguntarme cuál es el puto punto, qué sentido tiene seguir haciendo esto cuando todas esas canciones ya fueron grabadas de manera tan hermosa por otros. Odio toda esa mierda, pero es lo que pasa”.
Obsesiones, confusión, contradicciones, miedo a fallar, música trascendente: bienvenidos al quebrado y fantástico mundo de Jason Pierce.
UN MILAGRO PERFECTO
En And Nothing Hurt no hay una “Hey Jane” que se meta a primera escucha entre las mejores de Spiritualized ni nada que se salga de territorios ya recorridos por Pierce. De hecho, muchos de los arreglos son fórmulas gastadas en sus discos anteriores. La canción que abre el disco, “A Perfect Miracle”, termina en un clímax con superposición de verso y estribillo a la manera de su clásico “Ladies And Gentlemen We Are Floating In Space”. El fraseo vocal de “Let’s Dance” remite a “Baby I’m Just a Fool”, de Songs in A&E, con un final a lo Beach Boys (o Phil Spector, si nos ponemos puntillosos: como alguna vez dijo Brian Wilson, Pet Sounds se llama así en referencia a sus iniciales). “On the Sunshine” es la “Electricity” de este disco, y la base rítmica del caos organizado en “The Morning After” suena como una reversión de “European Son” de la Velvet Underground, una especie de juego/homenaje a Lou Reed y los suyos que Jason viene haciendo desde sus comienzos en Spacemen 3 con canciones como “Ode to Street Hassle” o la misma “Run”, de Lazer Guided Melodies. Pero una vez que And Nothing Hurt comienza a andar y ni bien Spaceman pronuncia en su voz cada vez más gastada eso de “me gustaría sentarme a no hacer nada y soñarte un milagro perfecto”, el conjuro se rompe, el hechizo surte efecto y resulta inevitable dejarse llevar por ese aura de dulce derrota espacial que siempre tuvo su música, esa constelación de notas sencillas, drones, gospel, ruidos intermitentes y capas de arreglos sobretrabajados hasta el límite en un detallismo preciosista que en esta ocasión lo encontró solo, armando y desarmando cada compás en su casa en una laptop que compró especialmente para la ocasión. “Son canciones muy simples, pero mucho en ellas fue una exploración para ver hasta dónde podían llegar”, cuenta Jason. “La idea inicial era que tuviera el feeling de Ladies and gentlemen... con toques de free jazz, música improvisada y algo de gospel, pero sobre la marcha cada canción dictó por dónde quería andar. De haber tenido la plata me habría gustado ir a un estudio para sacar ese sonido clásico de los discos de Gil Evans o Ray Charles, pero no la tuve. Y no soy un tipo con mucha confianza en sí mismo, así que fue todo un trabajo hacerlas sonar de una manera que me dejara conforme y me hiciera sentir que dejaría conformes a los que las escucharan también”.
Lo consigue: And Nothing Hurt resulta una pequeña maravilla sonora que crece con cada pasada a partir de la destreza de Pierce como songwriter y la manía artesanal con que fue creada. Y con el plus de esos guiños que siempre deja: además de las referencias ya mencionadas (y más), así como antes tuvo su propia “Come Together” ahora grabó otras llamadas “Let’s Dance” y “I’m your Man”, nombres que inevitablemente remiten a canciones clásicas que en realidad poco y nada tienen que ver con las suyas: “Es medio una cosa de vago que tengo”, confiesa Spaceman. “Hay frases y sonidos de todas las cosas que amo. Una parte de mí me dice que debo cambiar esos títulos pero los termino dejando porque me encanta esa idea de que mi música es una rama que nace de otras. Alguien que viene del rock y escucha de la nada a Peter Brötzmann no debe tener ni pista de dónde está parado, pero si escuchás a los Stooges, después a MC5 y después a John Coltrane, hay un hilo que te lleva a él, y me gusta cuando eso se deja ver. Cuando empecé a escuchar música, bandas que me gustaban como The Gun Club, The Cramps o Tav Falco’s Panther Burns se la pasaban diciendo que su música venía de gente como Charlie Feathers o Ronnie Dawson. No se mostraban como algo nuevo que había caído recién del espacio, seguían un hilo, y ese hilo era el rock and roll. Creo que eso es algo bueno, siempre me gustó dejar ese tipo de referencias por ahí”.
EL SONIDO DE LA CONFUSIÓN
Jason Andrew Pierce nació en noviembre de 1965 en Rugby, Warwickshire, una ciudad de setenta mil habitantes ubicada en el centro de Inglaterra sobre los márgenes del Río Avon. Su padre lo abandonó a poco de que naciera y desde entonces fue criado junto a su hermana por su madre Kathleen, fallecida el año pasado, de ahí la dedicatoria a ella en el disco (y probablemente a ella refiera el nombre de este trabajo también, tomado de una línea que el protagonista de Matadero 5 de Kurt Vonnegut elige como epitafio). A los catorce años de edad, el pequeño J. avistó los primeros destellos de su futuro en un disco de los Stooges que encontró en una farmacia de la cadena británica Boots, una señal reveladora para quien desde entonces llevaría adelante una vida entregada con pasión religiosa a la comunión entre drogas y rock and roll. Y para completar el cuadro de señales divinas, en esos mismos días de secundaria conoció en el colegio a Peter Kember, alias Sonic Boom, nacido el mismo día que él en el mismo hospital de Rugby. Bajo el influjo de esos antihéroes del garage rock que ambos amaban nació unos años más tarde Spacemen 3, y el resto se sucedió sin pausas en una revolución alienada de shows pasados de narcóticos y tres discos que hoy llevan status de clásicos: en The Sound Of Confusion (1986) pusieron las perillas a once para despegar del pueblo con la potencia garagera y psicodélica de sus discos favoritos, en The Perfect Prescription (1987) comenzaron a desacelerar y manejar los tiempos de un viaje que viró hacia lo letárgico y en Playing with Fire (1989) ya directamente salieron de la nave y se largaron a flotar. Todo bajo la premisa Taking drugs to make music to take drugs to... (Tomando drogas para hacer música para tomar drogas), lema que también sirvió de nombre para un álbum de 1990 con tomas descartadas de sus primeros dos discos (versiones que por entonces preferían a las que habían sido editadas originalmente).
“Éramos una banda extraña”, recuerda Jason. “Amábamos nuestra colección de discos viejos pero no nos sentíamos cerca de nada contemporáneo ni estábamos interesados en lo que hacían otras bandas de esa época, y eso nos dejaba esta extraña sensación de estar desconectados de las escenas de entonces”. El ego del talentoso y verborrágico Kember aceleró las típicas fricciones internas al punto de llevarlos a grabar en 1991 su último disco –el magnífico Recurring– dividiéndolo en un lado para cada uno. Para ese entonces Sonic Boom ya había editado en febrero de 1990 su debut solista, Spectrum, nombre que luego elegiría para su banda. Y Jason, acusado luego por su compañero de robarle ideas y ser demasiado pop, había lanzado también algunos meses después (en junio de 1990) el primer simple de su flamante proyecto Spiritualized con un cover de los Troggs en el lado A, a pesar de que para entonces ya había escrito glorias como “Walking with Jesus”, “Lord Can You Hear Me” o “Hey Man”, variación de palabras para la fonética inglesa de “amén”. Lo que siguió es historia: los primeros discos de Spiritualized, Lazer Guided Melodies (1992) y Pure Phase (1995), fueron prueba de un talento eléctrico recibido con sobrados halagos por la crítica, y la banda creció en oyentes hasta alcanzar su pico de popularidad con su obra maestra Ladies And Gentlemen We Are Floating In Space (1997).
Desde entonces, a la par de los discos que continuó grabando con Spiritualized, algunos junto a más de cien músicos como Let It Come Down (2001), otros más crudos como Amazing Grace (2003), Spaceman se dio el gusto de canalizar sus diversas inquietudes musicales al participar como sesionista en tres discos de Spring Heel Jack, proyecto de música concreta y free jazz de su colaborador John Coxon. En 2006, editó en el sello de Coxon un disco solista que tituló Guitar Loops, trabajo con un solo tema de 35 minutos de duración que grabó de tirón en guitarras y maracas y llamó “Rastaman vibes”, y en 2008 lanzó un disco en colaboración con el pianista y compositor free jazz Matthew Shipp, una obra compuesta por drones con leves matices en teclados y guitarra y largas improvisaciones con melodías en celesta y ruido blanco de fondo. Sonic Boom, por su parte, sostuvo una prolífica pero poco reconocida carrera con sus bandas Spectrum y Experimental Audio Research (en la que participó fugazmente Kevin Shields, de My Bloody Valentine), proyectos con los que continuó en su búsqueda de expandir con estrategias minimalistas los límites del formato canción, y en los últimos años trabajó como productor de bandas y solistas como MGMT o Panda Bear. En más de una ocasión Kember envió señales de todo tipo para que volvieran a juntarse, algo a lo que Pierce (que desde la separación de la banda no volvió a hablarle) siempre se negó de plano, al punto de rechazar una oferta de dos millones de libras para una serie de shows en reunión: “Spacemen 3 fue una banda fantástica pero muy desconectada de su época. Hubo ocasiones en que tocamos para nueve personas, a veces incluso menos”, cuenta Jason. “Eso debe darle a algunas personas la sensación de habérselo perdido. Pero bueno, yo también me perdí Woodstock y no por eso voy a andar pidiendo una recreación de todo eso”.
EMERGENCIAS Y ACCIDENTES
En 2005, tras una descompensación que sufrió a causa de una neumonía doble durante su participación como invitado en un show de Patti Smith, Pierce fue internado de urgencia y fue técnicamente declarado muerto y reanimado dos veces hasta que despertó y se encontró con su mujer y sus hijos llorando al borde de su cama. De ahí el nombre del disco de Spiritualized de 2008 Songs in A&E, iniciales que responden a las salas de Accidentes y Emergencias de los hospitales británicos pero también a una secuencia de acordes muy popular en el rock (“Heroína” de Sumo, por ejemplo, está en esos acordes). En 2011, siguiendo el consejo de algunos amigos que se estaban realizando chequeos médicos, terminó recibiendo el diagnóstico de una enfermedad del hígado que también lo dejó en un delicado estado del que pudo recuperarse tras aceptar realizarse un desgastante tratamiento experimental con drogas que no habían sido probadas antes en casos como el suyo. ¿Influyeron de alguna manera esas experiencias en su manera de acercarse a la música desde entonces? “No sé... La verdad es que esperaba algo mejor y más grande que esto”, responde Jason. “No sé bien cómo decirlo, pero enseguida después de la primera vez me di cuenta de que iba a seguir siendo la misma persona decepcionante que había sido hasta antes de entrar al hospital. Hay gente que sale de esas experiencias completamente cambiada, como que la vida les da un vuelco total, pero la verdad es que no me pasó nada de eso. Quizás este sentimiento de responsabilidad del que hablaba venga de ahí, esta cosa ridícula de haberme pasado los últimos años con tan solo nueve canciones, pero bueno... No son drones ni algo abstracto, son canciones que uno intenta cantar desde un lugar de verdad. Y si voy a sacar algo, me gusta que sea algo que valga la pena sacar”.