Desde Brasilia
Es el fin del aislamiento. El Supremo Tribunal Federal (STF) autorizó a que Luiz Inácio Lula da Silva conceda entrevistas derribando una prohibición impuesta por una jueza de primera instancia aliada de Sergio Moro, el responsable de la causa Lava Jato. La determinación Ricardo Lewandowski, ministro del STF, consideró improcedente “censurar a la prensa y limitar el derecho del preso de tener contacto con el exterior (así como) a ejercer su autodefensa”.
La sentencia puso fin a cinco meses y veintiún días de virtual cautiverio al que fue sometido Lula en el cuarto piso de la Superintendencia de la Policía Federal de Curitiba, donde tampoco fue autorizado a votar ni a grabar spots para la campaña presidencial de su pupilo Fernando Haddad. Lewandowski mencionó los “innumerables antecedentes” de autorizaciones dada por el STF para que periodistas ingresen a presidios para realizar reportajes y que permitirlo en el caso de Lula no es más que garantizar la igualdad ante la ley.
La sentencia representa al mismo tiempo una victoria para el político encerrado en virtud de una condena frívola y una bofetada para la “doctrina” de atropellos consagrada por Lava Jato. El cambio de autoridades en el STF, donde acaba de asumir como presidente Antonio Dias Toffoli, menguó la influencia del juez de primera instancia Moro, desgastado ante la evidencia de que el propósito de Lava Jato fue condenar y encarcelar a Lula para maniatarlo políticamente.
Además algunos jueces del Supremo, como Lewandowski y Toffoli, están advertidos del desprestigio internacional de aquella megacausa observada con lupa por el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas el cual recomendó el respeto a los derechos políticos y civiles de líder arrestado.
Intelectuales como el norteamericano Noam Chomsky y juristas como el italiano Luigi Ferrajoli se pronunciaron sobre la inexistencia de pruebas que sostengan la pena de doce años y un mes contra Lula a quien se le negó el derecho de permanecer en libertad hasta que su causa fuera apelada, como si se tratara de un delincuente que alta peligrosidad. Por cierto, narcotraficantes condenados por decenas de asesinatos fueron entrevistados por periodistas en cárceles de máxima seguridad, algo que hasta ayer no era permitido a Lula.
Al restablecer el derecho a la palabra del ex mandatario también se lo habilitó para actuar de manera más directa en la pelea por la presidencia.
Su inminente entrevista a Folha de San Pablo, uno de los medios autorizados a ingresar a la Superintendencia, probablemente será un pronunciamiento de impacto en el electorado. El 11 de septiembre, Lula, por entonces con el 40 por ciento de intenciones de voto contra el 20 de Jair Bolsonaro, anunció que desistía de ser candidato por el Partido de los Trabajadores, responsabilidad que confió en Fernando Haddad.
Su renuncia no le impidió permanecer en el centro de la escena política. Desde la celda mantiene el comando de la campaña de Haddad. Bajo la consigna “Haddad es Lula”, el ex intendente petista de San Pablo creció de forma acelerada en las encuestas. Según la consultora Ibope tiene el 22 por ciento contra el 27 del capitán retirado del Ejército Bolsonaro. Y en las encuestas sobre un eventual balotaje, Haddad se perfila como posible vencedor.