La economía ortodoxa supone que el mercado de cambios no difiere en su comportamiento de cualquier otro. A modo de ejemplo, así como la demanda de sombreros disminuye cuando aumenta el precio, lo mismo suponen que sucede con quienes quieren comprar dólares para importar o ahorrar. A su vez, así como los fabricantes de sombreros lanzarán mayores cantidades al mercado cuando el precio se incrementa, el mayor valor de la divisa incentivará a los exportadores e inversores internacionales a incrementar la oferta. De esa manera, el libre juego de la oferta y la demanda permite estabilizar el mercado de cambios determinando un valor del dólar, donde la demanda de divisas iguale a la oferta, eliminando cualquier desequilibrio externo y evitando, de esa manera, pérdidas permanentes de reservas.
Si el gobierno decidiera fijar el precio a los sombreros menor al de libre mercado, los fabricantes reducirán su oferta mientras que los demandantes se disputarán los escasos sombreros que quedan a la venta. La consecuencia será el desabastecimiento de sombreros, con el reemplazo del mercado por alguna forma de racionamiento de la oferta o bien, y el sinceramiento de su precio, que aumentará hasta restablecer nuevamente el equilibrio. De manera análoga, una intervención del Banco Central intentando establecer estabilizar el valor del dólar, sólo sirve para generar pérdidas de reservas sosteniendo en el tiempo el exceso de demanda. Una vez agotadas las reservas, vendrá el racionamiento mediante controles de cambio (“cepo”), o bien una fuerte devaluación que restablezca el equilibrio en el mercado de cambios.
Pero no todas las ofertas y demandas se comportan de esa manera. Por ejemplo, si ante una suba del precio de los sombreros se espera que éstos sigan aumentando, es probable que la demanda lejos de caer se incremente, mientras los fabricantes acaparen producción a la espera que continúe aumentando de valor. Ese tipo de comportamientos es habitual en los mercados financieros, donde se operan la mayor parte de las operaciones cambiarias en el día a día. De ser así, una clara intervención del Banco Central fijando un valor de referencia para el dólar, puede eliminar esos comportamientos especulativos y evitar bruscas variaciones en su cotización con sus conocidos efectos desestabilizadores sobre las demás variables económicas.
Por otro lado, a diferencia de los sombreros, el precio del dólar ocupa un lugar clave en la formación de los precios de los bienes importados, los exportables y, dadas las actuales regulaciones, también de las tarifas de los servicios públicos y los combustibles. De esa manera, una suba descontrolada del dólar impulsa incrementos en los demás precios, que pueden amortiguar el incremento real del valor de la divisa. Si se persiste en intentar incrementar su valor real se termina empujando la economía hacia una espiral tipo de cambio–precio, cuyo resultado final es una aceleración inflacionaria con elevada incertidumbre cambiaria, que alimenta aún más los comportamientos especulativos de su demanda y oferta.
@AndresAsiain