A mover las caderas, pero "tranqui" y cadencioso. Así es como se lo toma una orquesta de diecisiete músicos cuyo nombre proviene de quienes algo saben del tema: A Saidera. “En castellano significa 'salidera' y para los brasileños connota algo así como 'el último de la noche', o 'la última ronda de bebida'. Nos pareció divertido y muy significativo por su relación con el espíritu de disfrute que aparece cuando se sigue hasta tarde. En criollo diríamos 'la del estribo'”, explica Emiliano Álvarez, el clarinetista que fundó la agrupación una noche de 2009, la dirigió hasta 2015, y fue factótum de los dos discos a la fecha: Sotaque (2012) y el flamante Sur. El estreno en público de este trabajo será hoy a las 20 en la Usina del Arte (Caffarena 1). “Tardamos tanto entre un disco y otro porque hubo grandes cambios respecto del repertorio, la economía, la organización y la formación. Gestionar un grupo grande es bien difícil, con lo cual los tiempos se alargan”, dice Álvarez, músico cuya intención primera fue formar una agrupación inspirada en las orquestas a base de Sopros.

“¿Qué son estas orquestas? Grandes combos destinados a mezclar samba, frevo, choro y baiao, todo bajo formato de big band de jazz”, traduce el hombre. Así, a tracción verdeamharela, se explica entonces el disco debut. También parte del reciente que a tal impronta (encarnada en piezas como “Cerebro Magnético”, de Hermeto Pascoal o “Modinha”, del tándem Jobim-Vinicius) le agregaron una dimensión hispanoamericana. El culo se mueve igual, entonces, pero a diferentes velocidades que van desde el sensual “Papa blanco” (Willy González) hasta un candombe-jazz en la onda Beto Satragni, llamado “Niza”, pasando por ciertos registros calmos, caso “Grito Santiagueño”, del inmortal Raúl Carnota, o el altiplánico “Los tres deseos de siempre”, de Carlos Aguirre. “La necesidad de seguir incluyendo músicas más afines a nuestra región nos fue llevando indefectiblemente hacia todo ese riquísimo mundo musical que es nuestra patria grande. Sur es la conclusión, o al menos en esta foto de momento, de esa búsqueda”, señala el también arreglador.

El trabajo está poblado por un variopinto mosaico de géneros que también incluye joropo, festejo, milonga y zamba. “Las versiones que tomamos dependen totalmente de la elección del arreglador, quien escribe todo lo que se va a tocar. Es un trabajo muy personal, así que se podría decir que hay tres formas de arreglar en este disco, porque somos tres arregladores: Javier Mareco, director además, Leandro Cacioni y yo, y esto genera una riqueza tímbrica y de interpretación interesantes”. La variedad estética, instrumental y rítmica está reforzada por la participación de músicos de fuste en la mayoría de los temas. Lito Vitale es uno de ellos. También tocan Hugo Fattoruso, el mismo “Negro” Aguirre, Lucho González y Darío Jalfín, entre otros. “Estamos en un momento de una gran crisis política en Latinoamérica, una de esas que cada tanto la espiral de la historia nos devuelve. Los que tenemos algunos años de vida ya hemos atravesado situaciones similares, y causa gran dolor percibir a nuestros propios hermanos americanos en estas coyunturas, pero un pequeño consuelo ante este marco es que la cultura impregnada en el arte es más fuerte que las coyunturas, y sobrevive a cada crisis”, opina Álvarez.

Se deduce de aquí que el trasvasamiento de un determinismo musical brasileño hacia otro que abraza Sudamérica trabaja en este sentido. Al menos así lo piensa el fundador de la orquesta. “Desde nuestro pequeño lugar, intentamos refugiarnos en ese mundo vinculado a las raíces del folklore latinoamericano. Ellas nos resguardan de la vida diaria, el hambre, la tristeza de vivir así, y nosotros la cuidamos para que siga sobreviviendo, mutando de sonidos, pero siempre con el corazón profundo latiendo de la misma manera”, se emociona Álvarez, cuyo rictus vuelve a tornarse serio cuando aborda la cuestión de cómo sostener semejante orquesta, en plena crisis. “Es un tema de los más difíciles que afrontamos con este grupo, pero funciona de manera dinámica en el sentido que no hay una receta que nos funcione para siempre”, cierra uno de los tripulantes de un barco sonoro que también timonean Silvana Turco en flauta; Magali Carballo y Luciana Aranguren en saxo alto; Cecilia Dottore y Miguel Magud en saxo tenor; Alejandro Benigni en saxo barítono y clarinete; Matias Gentile, Gabriel Sainz y Andrés Ollari, en trompeta; Nahuel Ybarra y Felicitas Rocha, en trombón; Leandro Cacioni en guitarra; Patricio Pietrek en bajo; y Pablo Favazza más Diego Alejandro en batería y percusión.