¿Quiénes escriben la historia? Esa es la pregunta inquieta que se formula Helena de Troya a sí misma y al público, aunque ella ya conoce la respuesta. Personaje clásico de la mitología griega, hija de Zeus, trascendió como objeto de culto por su belleza, y fue señalada como la causa del origen de la célebre guerra de Troya. Pero esa versión oficial no convenció al dramaturgo español Miguel del Arco, quien se lanzó a reescribir la historia del mito griego en una pieza que cruza la reparación histórica con el empoderamiento femenino.
Juicio a una zorra, estrenada en el Festival de Teatro Clásico de Mérida, en 2011, y protagonizada por la reconocida actriz española Carmen Machi, llegó a las manos de la directora Corina Fiorillo quien empezó a darle forma a la puesta local de la mano de Paula Ransenberg.
Luego del éxito de Nerium Park, su primer trabajo teatral en conjunto, ambas mujeres comenzaron a intervenir el texto de Miguel del Arco para darle una impronta latina, y así lograron la estética festiva que domina la escena, con una Helena desbordante de brillos y colores que canta boleros, habla desde el dolor y bebe para olvidar.
Conocedora del arte del unipersonal, luego de sus interpretaciones en Sólo lo frágil (2010) y Para mí sos hermosa (2013), Ransenberg resultó ser la indicada para llevar a cabo una hazaña teatral: un monólogo que oscila entre el humor y las confesiones más terribles sobre violencia de género, en las que se señala como victimarios a hombres considerados héroes como Teseo y Menelao. Condenada a una fealdad eterna, luego de haber sido codiciada y disputada por ser la mujer más hermosa del mundo, Helena baja a la tierra para contarles a los mortales su historia trágica con voz propia.
“Me pareció muy atractivo el personaje, porque la historia de Helena de Troya es un poco lejana”, cuenta Ransenberg. La obra me encantó desde un comienzo y me empezó a disparar interrogantes: ¿Qué pasa con la mujer como objeto sexual? ¿Desde qué lugar es mirada por el hombre, y también por la mujer, históricamente? Por ejemplo, lo que una ve, estando en el medio, es lo que pasa con nosotras las actrices a lo largo del tiempo, quienes a partir de los 30 años empezamos a hacer de madres, y a los 50 ya interpretamos a abuelas. Y así dejamos de ser mujeres deseantes a las que les pasan miles de cosas para pasar a ser mamás o abuelitas. Cuando las actrices bellas se ponen grandes, no tienen más trabajo, y esto es mucho más cruel con las vedettes, mujeres que vivieron de su belleza y que fueron objetos sexuales y abusadas en todo sentido. Todo eso empezó a mezclarse y en la obra aparece esa violencia. Por eso, construimos esta Helena no como mito, sino como una mujer de hoy, a través de la figura de una vedette venida a menos”.
–¿Cómo trabajaron la composición desde esa estética?
–Pensamos que si Helena viviera hoy, ella haría todo para que el tiempo no pase, entonces surgió la idea de que el personaje tuviera cirugías y mucho maquillaje. En ese sentido, la estética se asocia a las drag queens, esos hombres que se disfrazan de mujeres. Además, comenzó a generarse la necesidad de pensar esta Helena como una sobreviviente de hoy, que habla desde el humor y no se victimiza. Cuando pensé en la composición imaginé que podía inspirarme en Marilyn Monroe y también en “la Coca” Sarli, hasta que vi el documental Bellas de noche, de una documentalista mexicana, María José Cuevas, que habla de las vedettes mexicanas de los ochenta, de la misma camada de las mujeres de Olmedo en este país. Y pensé: “Estas mujeres son Helena”, porque ellas fueron íconos de belleza, objetos sexuales y famosas. Y hoy la vida les pasó por encima, pero ellas se levantan y hablan, al igual que lo hace mi personaje.
–La puesta se complementa con una muestra fotográfica de la obra y un registro escrito acerca de las sociedades patriarcales y el machismo en la historia. ¿Por qué decidieron sumar esa intervención?
–Para nosotras fue movilizante meternos con esta obra en este momento porque estamos hablando de violencia de género, de la historia escrita por los que ganan y de minorías apartadas. Con esta obra no estamos hablando de Helena de Troya, sino de nosotros hoy. Entonces era necesario hablar y reflexionar sobre otras cosas, como por ejemplo sobre el vocabulario machista, donde zorro es sinónimo de hombre inteligente y zorra sinónimo de una mujer puta. Era necesario armar algo que trascendiera el momento del espectáculo y que el público pudiera llevarse algo para seguir hablando y movilizándose.
–El eje de la obra está puesto en reivindicar para la mujer un lugar distinto al que se le dio en la historia oficial. Precisamente, en el contexto social actual las mujeres también están asumiendo esa tarea. ¿Qué mirada tiene al respecto?
–En este momento el protagonismo de las mujeres, sobre todo de las más jóvenes, es contundente. El patriarcado y el machismo están un poco en nuestro ADN, y hay cosas que nos estamos replanteando y estamos removiendo capas. Pero en este caso yo no quería que Helena fuera una mujer feminista, en el sentido de que no quería que ella fuera consciente de todo lo que le había ocurrido, para no correr el riesgo de que la obra se parara en un lugar de bajada de línea.
–Su personaje reflexiona acerca de quiénes escriben la historia. ¿Cuál es su visión?
–La historia la escriben los que ganan. Siempre. Pero si tenemos curiosidad, podemos ver la otra cara. Estamos muy acostumbrados a tomar lo que nos ofrece el poder de la comunicación, y nos tenemos que acostumbrar a buscar y a escuchar las otras campanas. Eso es lo que plantea esta obra.
* Juicio a una zorra puede verse en Timbre 4 (México 3554), los domingos a las 19.