Alfredo “Mantecol” Ayala, sobreviviente de la Escuela de Mecánica de la Armada, hizo un emotivo relato de su calvario en el centro de exterminio y contó, con emoción y alegría, la historia del Movimiento Villero Peronista, del que fue uno de sus fundadores en la década del setenta. Lo hizo durante la tradicional “visita de las cinco” de la tarde que se realiza en el Museo Sitio de Memoria ESMA. En la recorrida Mantecol fue acompañado por Mercedes Mignone, hija de Chela y Emilio Mignone, fundadores del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), y hermana de Mónica Mignone, militante del Movimiento Villero Peronista, secuestrada y desaparecida en la ESMA desde el 14 de mayo de 1976. Mercedes, además de describir cómo fue el secuestro de Mónica, leyó algunos textos escritos por la joven referidos a su trabajo en las villas (ver aparte).
Uno de los momentos más conmovedores de lo dicho por Mantecol fue cuando habló de Paulina, una vecina villera de nacionalidad paraguaya, cuyo apellido no recuerda, pero que la tiene “siempre presente por su solidaridad, por las comidas que nos hacía, por el amor que nos daba y que a mí me hizo querer mucho a todos los paraguayos”. Mantecol dijo que en 1959 se vino de Corrientes con su familia. Su padre, que había sido policía, fue expulsado de la fuerza porque “era muy peronista, muy de Eva, era un fanático de Evita, muy de la base, por eso le sacaron todo lo que tenía y se queda con una mano atrás y otra adelante”, esa vieja forma de definir al que se queda desnudo, desamparado. Llegaron para ir a vivir “a la casa de un amigo”, pero “por suerte, porque fue una suerte, nos tuvimos que ir a vivir en la Villa Uruguay”.
Aclaró que aunque había “mucha miseria y hambre, éramos felices por la solidaridad entre los vecinos”. La organización vecinal comenzó a partir de un hecho dramático –un incendio– porque cuando fueron a pedirle ayuda al intendente radical de San Isidro, les dijo que él sólo recibía a los representantes designados por la comunidad. Así fue que Mantecol llegó a ser elegido delegado cuando sólo tenía 16 años. Se elegían “delegados por pasillo”, que tenían en la villa la importancia de una calle, porque, como ocurre todavía hoy en esos barrios, la urbanización era una utopía.
Junto con sus amigos, hicieron un censo que determinó que en el lugar vivían 337 familias, cuyo principal problema era la falta de agua potable. “Había sólo cuatro canillas y para poder acceder a veinte litros de agua por casa, había que hacer largas colas, desde las cuatro de la mañana hasta las dos de la tarde”, todos los días. Dos años después, un 26 de julio de 1972, llegó por primera vez al barrio una columna de la Juventud Peronista, con bombos y el sonido inconfundible de la Marcha Peronista. Ese fue el inicio del Movimiento Villero Peronista, a partir de la creación de una Unidad Básica que se llamó “Evita de los Humildes”. Mantecol insistió en que más allá de las estructuras partidarias, que las había, “el movimiento villero surgió de la solidaridad entre los vecinos y el contenido político era la resistencia del pueblo para que se vayan los milicos”, en tiempos de generales como Juan Carlos Onganía o Alejandro Agustín Lanusse. Como cierre, se declaró “orgulloso de ser villero, de ser militante, de ser peronista revolucionario y de los cinco mil compañeros que tuvieron que pasar por acá”, secuestrados, torturados y muchos de ellos asesinados por los represores de la ex Escuela de Mecánica de la Armada. Llamó a la unidad de los sectores populares “porque ellos, los Macri, los Trump, se unen para explotarnos”.
Para reforzar lo dicho por Mantecol, César Luis Nieto, “Gallego”, de la Comisión por la Memoria, Verdad y Justicia de Zona Norte, precisó que en el primer congreso del Movimiento Villero nacional, se reunieron representantes de 335 villas de todo el país. Dijo que una de las secuencias que más lo impactaron de la recorrida por la ESMA fue cuando hablaron, en el lugar denominado El Pozo por los represores. Mantecol recordó su llegada al campo de concentración y su primera visión, “la escena morbosa de ver a los secuestrados”, antes y después de la tortura. “Cuando vi a Mantecol narrando ese momento y a Mercedes relatando la forma en que fue secuestrada en su casa su hermana Mónica, lo que vi en sus rostros es que habían dejado de recordar y habían empezado a revivir lo que estaban contando”.