La pobreza superó el 29 por ciento antes de mitad de año (según cifras oficiales no difundidas) y, a la luz de la evolución de los precios y del panorama laboral de estos meses, ya habría superado el 30 por ciento, estimándose que podría terminar el año entre el 33 y el 35 por ciento, según proyecciones aún no divulgadas. Esta situación, suficientemente conocida tanto en Buenos Aires como en Nueva York y Washington, es lo que explicaría el sorprendente discurso de Mauricio Macri del jueves último, tras conocerse los indicadores oficiales del primer semestre, en el que admitió que se había retrocedido en la meta de bajar la pobreza, anticipando además que las mediciones de los próximos dos semestres “también van a mostrar retrocesos”. Algunos partidarios del gobierno consideraron que fue “un error de lectura” hablar de una suba en el índice de pobreza, ya que la comparación interanual (estacional) entre primer semestre de 2017 y 2018 le otorga un resultado favorable al gobierno. Pero en esta política de “doble comando” tras el acuerdo con el FMI, el consejo desde Washington parece haber sido no disfrazar el mal resultado, como ha hecho el gobierno en tantas otras veces. De hecho, el dato estadístico desagregado del Indec (no publicado) muestra que la pobreza en el primer trimestre de este año fue del 25,5 por ciento, y en el segundo trimestre del 29,1, marcando el deterioro de la situación. Del promedio de ambos surge el informado 27,3 por ciento.
Mientras que los datos dados a conocer por Mauricio Macri y el Indec en la semana pasada muestran una tasa de pobreza del 27,3 por ciento, sólo por arriba de la del segundo semestre de 2017 (25,7 por ciento) y aún por debajo de la medición de la primera mitad del año pasado (28,6), las mediciones no divulgadas del organismo estadístico mostrarían una realidad mucho más dura. Según informó a Página 12 el ex diputado nacional y dirigente de ATE Claudio Lozano, presidente de Unidad Popular, “el 27,3 por ciento de pobreza que presentó el Indec de manera almibarada para el primer semestre de este año, es resultado de un promedio entre lo que se vivió en el primer trimestre, el último de suba de la actividad económica, y lo que se midió en el segundo”, es decir el período abril-junio, inicio de la actual recesión. “El primero midió 25,5 por ciento y el segundo trimestre ya mostró que la pobreza trepó al 29,1 por ciento”. El ex diputado puntualizó que, de acuerdo a este resultado, “la pobreza ya está en torno al 30 por ciento, dado que las mediciones anunciadas aún no han relevado los efectos de la segunda corrida cambiaria, ni de la recesión profunda y prolongada que le espera a la Argentina en el marco del acuerdo pactado con el Fondo Monetario Internacional”.
Una evaluación de las consecuencias del acuerdo con el FMI elaborado por economistas del peronismo, que ya circula entre legisladores e incluso ya está en manos de contactos de éstos en Nueva York, Washington y Londres, da cuenta del impacto que se espera de lo que denomina “un shock recesivo”. “Será un programa muy costoso para el sector privado en empleos y actividad económica”, apunta, concluyendo que en particular en materia de pobreza, el resultado sería que a fin de año alcance al 35 por ciento de la población.
Si se sigue la evolución de los datos publicados por el Indec y las mediciones desagregadas para el último semestre, se observa que de un pico inicial del 30,3 por ciento en la segunda mitad de 2016, se pasa al 28,6 en el primer semestre de 2017, a 25,7 en el segundo semestre del mismo año y al 25,5 por ciento en el primer trimestre de este año. No había indicadores para compararlos con los semestres anteriores a 2016, puesto que el gobierno de Cristina Kirchner había interrumpido la publicación de los datos de pobreza. El gobierno de Macri hizo una proyección hacia atrás muy tirada de los pelos, que ubicó la pobreza de 2015 en el 32,2 por ciento. Es imposible suponer como valido que entre el segundo semestre de 2015 y el segundo de 2016 la pobreza haya subido, con la megadevaluación y el salto inflacionario que provocó el regreso de las políticas neoliberales en 2016.
La situación empieza a cambiar dramáticamente a partir del segundo trimestre de este año. Según las mediciones del Indec no publicadas, del 25,5 por ciento del primero se pasó al 29,1 por ciento en el trimestre siguiente, que coincide con las primeras manifestaciones de la recesión. Así lo señalan los indicadores de actividad económica y de producción industrial que elabora y difunde el Indec. Pero, además, a partir de la última semana de abril se inició una corrida contra el peso con un proceso de devaluación explosiva, con manifestaciones abruptas entre mayo y junio. El impacto inflacionario empezó a sentirse a partir de junio, con reflejo en los meses posteriores.
La medición de la pobreza se realiza a partir de comparar los ingresos estimados de la población con el costo de la canasta básica total para una familia tipo. La indigencia, por la comparación entre esos mismos ingresos y la canasta básica alimentaria. De acuerdo a los propios datos del Indec, desde fines del primer semestre en adelante se fue acelerando el índice de inflación tanto de los alimentos como de otros insumos esenciales de una familia vulnerable por ingresos (servicios del hogar, salud). El índice de precios al consumidor (IPC) de agosto arrojó un aumento del 3,9 por ciento. En los dos meses previos, el 3,1 por ciento en julio y 3,7 en junio. Teniendo en cuenta que la medición de pobreza del segundo trimestre es un valor promedio, parece válido como aproximación considerar también la inflación de junio para estimar el aumento de la canastas para el trimestre siguiente.
El aumento acumulado del IPC en estos últimos tres meses es, en consecuencia, de poco más del 11 por ciento. Es razonable suponer que, en el mismo período, el aumento de los ingresos de la población no pueden haberse ni siquiera aproximado a ese porcentaje. Por lo tanto, es inevitable esperar que la pobreza haya crecido no menos de un punto en el tercer trimestre que acaba de terminar, o quizás dos. Ello arrojaría un indicador de pobreza más cercano al 31 por ciento.
El nivel de indigencia, que el Indec ubicó en el 4,9 por ciento en el primer semestre, habría tenido una muy escasa variación entre el primer y segundo trimestre, según señaló el economista Claudio Lozano, sin haber alcanzado al 5 por ciento en este último. Sin embargo, se observa en los meses de junio, julio y agosto que, precisamente, el rubro Alimentos ha sido uno de los más afectados por la aceleración de los índices de precios. Siempre según el IPC del Indec, el rubro registró un aumento del 5,2 por ciento en junio, 4 en julio y cuatro, otra vez, en agosto. En total, un acumulado del 13,8 por ciento, más lejos aun del probable aumento de los ingresos medios de la población en el período, con indudable impacto negativo en el nivel de indigencia que resultaría para el tercer trimestre. De ahí en más, es decir desde hoy, será el plan recesivo del FMI el que haga el resto.