La oleada de revelaciones sobre abusos sexuales cometidos por “el Harvey Weinstein de la Literatura” –o el “Weinstein de Suecia”, apodo que se ha ganado más allá de que no sea sueco de nacimiento–, así como las denuncias de que al menos en tres ocasiones habría revelado antes de tiempo el nombre del ganador del premio Nobel de Literatura, desencadenaron una crisis mayúscula que puso en jaque al establishment literario nórdico y se tradujo en una decisión: no entregar este año el premio más importante de las letras mundiales, que debía anunciarse en estos días. Un Tribunal de Estocolmo condenó a dos de prisión por violación al gran fabulador francés Jean-Claude Arnault, el marido de la poeta sueca Katarina Frostenson, una de las 18 integrantes de la Academia Sueca que renunció en abril pasado al puesto vitalicio que tenía como académica. El fallo considera culpable a Arnault del primero de los casos de violación de los que estaba acusado –ambos cometidos en 2011 y contra la misma mujer, cuya identidad no ha sido revelada–, pero lo absuelve del otro.
Hay que reconocer que merecería, en caso de que existiera, un Nobel al mejor actor. Arnault (Marsella, 15 de agosto de 1946) logró que todos hablaran de él como “fotógrafo y dramaturgo”, cuando era un electricista que supo construir un notable personaje. El artista francés se movía como pez en el agua entre escritores, pintores, diseñadores y demás artistas suecos un tanto obnubilados por el relato de Arnault, quien afirmaba haber participado en las barricadas de París en el Mayo del ‘68 y que había estudiado en la École Normale Supérieure, un lugar educativo clave por donde pasaron Jacques Derrida, Michel Foucault y Pierre Bourdieu, entre otros. Tan encandilada estaba la sociedad progresista sueca con esta biografía imaginada –sin duda, su matrimonio con Frostenson le abrió varias puertas– que le dieron un reconocimiento en 2015: Caballero de la Orden Real de la Estrella Polar, otorgada por el Ministerio de Cultura por los méritos de los extranjeros con intereses en el reino.
Su influencia era importante en el mundo cultural sueco a través de la dirección del Forum, un importante club de lectura que fundó junto a Frostenson en 1989, adonde asistían los intelectuales de izquierda a disertar sobre distintos escritores. Por eso, algunos lo consideraban como “el miembro número 19 de la Academia sueca”, señaló en una entrevista con L’Express la periodista que destapó los abusos sexuales en noviembre pasado, Matilda Gustavsson. Pero el hombre que había llegado a Suecia en 1969 no es conocido en su país natal. Nunca vivió con su madre en Marsella, donde nació, sino con su padre, un comerciante de madera. Sus únicos estudios fueron los de electricista y llegó a Suecia porque su padre le había hecho un encargo para comprar leña. Nunca regresó a Francia. En Estocolmo se matriculó en una escuela de fotografía, dato que llevado al extremo más radical de la invención le permitió contar el cuento del fotógrafo profesional. Lo de “dramaturgo” es menos consistente; parece que le alcanzó con merodear por el Instituto Dramático de Estocolmo, hasta que conoció a Frostenson, y entonces empezó a codearse con el establishment cultural. Gozaba de tanta confianza por parte de la Academia Sueca que esta le confió la gestión del piso que tiene en París. La vivienda en la elegante Rue du Cherche Midi, en el distrito VII de la capital francesa, fue el escenario, según algunas de las 18 mujeres que lo denunciaron en noviembre del año pasado, de las violaciones y abusos sexuales. La primera alarma debería haber saltado hace veinte años, en 1997, cuando una mujer acusó al francés de violación en una carta y “no se tomó ninguna medida”.
Aunque no hay pruebas físicas de la violación, el Tribunal sostiene que las evidencias presentadas –declaraciones de la denunciante y siete testigos a los que les relató el episodio, incluido un psiquiatra– son suficientes para que haya una sentencia condenatoria en uno de los casos. La sentencia establece la pena mínima a la que podía ser condenado Arnault, frente a los tres años que pedía la fiscal y los seis fijados como máximo para este tipo de delitos. La semana pasada el tribunal aceptó al finalizar el juicio la petición de la fiscal de decretar prisión preventiva para el supuesto fotógrafo y dramaturgo francés de 72 años, que seguirá en la cárcel hasta que el fallo sea definitivo. El abogado de Arnault, Bjorn Hurting, que aseguró a los medios suecos que su cliente recurrirá el veredicto, negó las acusaciones contra el marido de Frostenson describiéndolas como una “caza de brujas”. Una de las “brujas”, una de las víctimas que lo denunció, dijo en el juicio que Arnault la obligó a practicar sexo oral y a tener sexo contra su voluntad en dos ocasiones, una de ellas mientras dormía.
En diciembre pasado se publicó que Arnault habría revelado con anticipación en tres ocasiones el ganador del Nobel de Literatura –la austríaca Elfriede Jelinek (2004), el británico Harold Pinter (2005) y el francés Patrick Modiano (2014)–, y que también se jactó de estar involucrado en la concesión del Nobel al francés Jean-Marie Gustave Le Clézio en 2008. El “caso Arnault”, que estalló poco tiempo después de que surgiera el movimiento #MeToo a raíz de las denuncias de acoso sexual contra el productor de cine Harvey Weinstein en Hollywood, desató un conflicto interno en la Academia Sueca, que en los últimos meses provocó la renuncia de ocho académicos, y la suspensión de la entrega del Premio Nobel de Literatura. La New Academy, institución de intelectuales, profesores y bibliotecarios suecos, anunciará el próximo viernes 12 de octubre quién ganará el premio Nobel Alternativo de Literatura por primera y única vez entre los cuatro finalistas que han sido anunciados. Tres fueron electos por votación de bibliotecarios, mientras que el cuarto fue postulado por la agrupación: Maryse Condé (originaria de la Guadalupe, en Las Antillas, y residente en Nueva York), Kim Thúy (Vietnam), Neil Gaiman (Inglaterra) y Haruki Murakami (Japón).