Desde Ciudad de México
La noche del 2 de octubre de 1968 encontró a la periodista y escritora mexicana Elena Poniatowska amamantando a su hijo Felipe al momento que dos amigas la llamaron y le dijeron que había sangre y zapatos tirados en la Plaza de las Tres Culturas. “A la mañana siguiente llegué a la plaza y la vi llena de tanques y vidrios por todas partes. Me acuerdo que vi a un soldado hablando por un teléfono público, y gritaba: ‘pasame con el niño porque no sé cuantos días nos tengan acá’”, recordó Poniatowska en diálogo con PáginaI12, sobre la noche en que miles de estudiantes universitarios fueron reprimidos. Hastiados de las políticas autoritarias del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, los estudiantes se movilizaron para exigir la liberación de los presos políticos y la no intervención de los cuerpos granaderos en las manifestaciones. Al día siguiente Elena fue a la cárcel de Lecumberri a recoger testimonios de los detenidos y presentes esa noche, y allí comenzó lo que años después se convirtió en el conocido libro: La Noche de Tlatelolco.
–¿Qué fue lo que dejó para la sociedad mexicana y en especial para la juventud, la masacre de Tlatelolco?
–El asesinato a los estudiantes del 68’ fue un parteaguas en la sociedad mexicana. Aquellos jóvenes fueron los primeros en sentir que la ciudad era suya, que el país también podía ser y que podían interpelar al presidente. Gracias a ellos, el concepto de tomar la calle adquirió un gran sentido. Luego de ese suceso hay mucha más participación de la juventud en los movimientos políticos.
–A 50 años de aquella matanza, ¿cómo ve el caso de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos en Ayotzinapa?
–Los estudiantes de hoy en día tienen un problema mucho peor porque la desaparición de los 43 maestros normalistas de Ayotzinapa fue terrible, tanto que hasta ahora no han podido saber qué pasó ni dónde están los cuerpos de sus hijos. Sin embargo, a diferencia del 68’, el movimiento de padres sale como puede de Guerrero y denuncia los hechos. En cambio la noche del dos y los días siguientes, todo el mundo se quedó callado. Había un control de la prensa terrible, tanto que el principal periodista de televisión de ese entonces, Jacobo Zabludovsky, al otro día de la masacre dijo “Hoy fue un día soleado”, y no hizo un solo comentario de lo que había pasado la noche anterior.
–Hace pocos días que se conmemoraron los cuatro años del caso Ayotzinapa y Andrés Manuel López Obrador anunció la creación de una Comisión para la Verdad, ¿tiene esperanzas respecto de la comisión?
–Pues, hay que esperar. Tengo esperanza de que se sepa la verdad, pero me duele que hasta ahora las muertes que vivimos quedaron sin esclarecerse. Los gobiernos han apostado sistemáticamente al olvido. No así los padres de Ayotzinapa, a pesar de ello, va a ser difícil.
–Después de sufrir durante tantos años violaciones a los derechos humanos, ¿qué expectativas tiene la izquierda de los años venideros?
–Tenemos muchas expectativas. Obrador dijo muchas veces que este va a ser un gobierno para los pobres y eso es lo que más atrae de él. Este es un país con precipicios y con abismos entre una clase social y otra, vivimos en una sociedad sumamente dividida: hay una sociedad que juega golf, que viaja y consume y por otro lado están los que esperan una oportunidad. Obrador viene a representar a toda esa parte de la sociedad que no tiene posibilidades.
–¿Cómo ve actualmente el periodismo en México?
–En este momento, México es el lugar más difícil para ejercer el periodismo. Estar en la oposición en México es jugarse la vida. Pero a pesar de ello, destaco el lugar que las mujeres están tomando en este oficio. En los últimos años las mujeres han hecho una transformación grandísima en las redacciones y allí pienso también en la investigadora y periodista mexicana, Carmen Aristegui. Ella marcó este sexenio sobre todo con su investigación de la llamada Estafa Maestra y fue quien condenó a Peña Nieto en el primer año de su mandato.
–¿Siempre fue tan difícil hacer periodismo en México?
–No, se puso así en los últimos dos sexenios, justamente por la presencia del narcotráfico y porque está coludido con el poder político.
–A 50 años de aquella noche, ¿qué representó Tlatelolco para usted?
–Esa matanza fue una decepción para mí, los asesinados eran jóvenes como yo y los mataron con toda una vida por delante. Eso me llevó a preguntarme por primera vez: ¿dónde estaba parada?; ¿quién me protegía?; ¿por qué estaba viviendo ahí?
–¿Cómo describiría a la Elena del 68, en comparación a la Elena de hoy?
–Solía ser una joven muy ingenua. Nunca en la vida tuve respuestas y por eso hago tantas preguntas. Era muy de ir hacia la vida y hacia los demás. Ahora que se que voy a morir pronto y que ya viví todo, lo que más extraño es no haber ido a la universidad. Parte de mi juventud la pasé en un convento de monjas, mi familia me mandó ahí a rezar justo en el momento de la vida donde te haces más preguntas. Por suerte la Elena de hoy se sigue haciendo preguntas solo que ahora rodeada de libros y con quien me acompañó toda la vida: mi máquina de escribir.
Entrevista: Sofía Solari.