Hablar de la moda hoy, desde una perspectiva cultural, parece un camino fácil de emprender. Pero si nos ponemos a investigar, en realidad, estos estudios son bastante nuevos y nada sencillos. Sobre todo porque se le dice “moda” a una cantidad de fenómenos tan variopintos, que parece que fueran muy difícil de encuadrar: es diseño del cuerpo, reflexión sobre la modernidad, industria nacional (donde todavía queda), un arte efímero en algunos casos estandarte para la identificación de grupos, uniforme para proletarios y trabajadores, marca de identidad sexual, de clase, de edad… ¡Uf! En fin, la moda, chicas, es otras cosas, siempre otras cosas… por eso, cuando se la trata de estudiar es un objeto tan controvertido e inasible. 

Valerie Steele, que se doctoró en historia en la Universidad de Yale y desde 1997 es directora y curadora del Museo del Fashion Institute of Technology de Nueva York, acaba de sacar un libro y viene a presentarlo a Buenos Aires. Las estudiosas la conocen porque fue la fundadora y editora de Fashion Theory: The Journal of Dress, Body & Culture, la primera revista académica dedicada a los Estudios de Moda, que es también una pequeña biblia periódica de la sociología e historia de la moda. Ella ha dedicado mucho tiempo a mostrar el valor fundamental que tiene el estudio de la moda en la cultura contemporánea, porque se trata de una industria en la que interviene, el diseño, las determinaciones morales y religiosas de cada sociedad, las formas en las que responde a la historia de esas sociedades y, por supuesto, al estado de desarrollo industrial o artesanal de cada pueblo. De modo que la moda es también una forma de la opresión imperialista, de la apertura a nuevos mundos. SOY se adelantó a la charla que va a dar en el Malba junto con la periodista top especializada en moda, Victoria Lescano, y le hizo alguna que otra preguntita:

Actualmente la idea de estudiar la moda como una expresión cultural parece natural pero en su libro usted lo muestra como una lucha, ¿por qué cree que fue tan difícil?

–Creo que la dificultad de crear los Estudios sobre Moda proviene de que los académicos creen que la moda es frívola y por lo tanto banal. La moda fue asociada con las mujeres y sus cuerpos, al contrario, digamos del arte o de la historia, que siempre fue percibida como algo que trataba sobre hombres y sus ideas o acciones en el mundo.  

¿Le parece que ahora la relación entre moda y feminismo es más complicada con esta nueva primavera feminista?

–No. Creo que ahora es mucho más fácil. A fines de los años 70 la mayoría de las feministas eran totalmente anti moda: era visto como algo opresivo, conformista, burgués. Pero las feministas más jóvenes encontraron que la moda tiene sus aspectos buenos y los malos; que no es intrínsecamente opresiva, aún más, podría ser auto expresiva, e incluso, liberadora

COSA DE DESVIADES 

En fin, ya lo saben, chicas. Desde las que nos poníamos los tacos de mamá a las que nos escondíamos para probar looks a diferentes muñecas, amigas, o las que soñábamos con pensar que cuando nos pusiéramos la ropa que verdaderamente nos expresara seríamos libres, felices y vaya una a saber qué otra pavada, la comunidad LGBTQ ha tenido y tiene una intervención más que decisiva sobre el mundo de la moda. Ya lo dice Bourdieu en el (aburridísimo) libro, La Distinción. Pero antes lo dijo Baudelaire; ya lo vio Channel, pero también está en los mejores textos de Oscar Wilde. La moda es un hecho fundamental de nuestras vidas, descifrarlo es también una aventura necesaria para entendernos a nosotres y explicarnos de qué estamos hechas. Y además, hay otro aspecto que explora Steele de la relación entre moda, vestuario y sexualidad que es el fetichismo. En uno de los capítulos más atrapantes, valga el término, donde se trabaja sobre la historia de un tipo de vestuario que se identifica inmediatamente con las “desviaciones sexuales”. Claro que esas desviaciones han tenido diversas formas de ser tratadas en la historia. Pensemos, sin ir más lejos, cómo el siglo veinte comenzó patologizando y condenando al fetichismo y terminó convirtiéndolo en un objeto del mercado. Sin dudas, fueron movimientos como el feminismo, que también tuvo su evolución, hasta el surgimiento de todos los movimientos por los derechos civiles los que hicieron que temas como éste evolucionaran desde el secreto innombrable a la felicidad de la mercancía. 

Pero también es un texto colmado de información valiosísima como la historia de Channel y el modo decisivo en el que logró cambiar las conductas femeninas en Occidente. Pero el libro también es importante porque nos permite reflexionar sobre algunas de las contradicciones con las que pensamos los objetos culturales en general. Por ejemplo el lugar del dandy en la historia de la cultura y el modo en el que la moda puede cambiar no ya los modos de mirar sino los comportamientos sociales (desde Baudelaire, Brummel, hasta las nuevas formas de pensar el feminismo moderno). ¿En qué sentido la moda es liberación y opresión o cuales son los modos en los que la moda sirve para ocultar al mismo tiempo que sirve para que podamos expresarnos? ¿O acaso la moda es el modo en el que pensamos que nos expresamos porque logramos o no esconder la parte de nuestro cuerpo que no queremos mostrar? Porque uno de los problemas graves que pone es escena la moda, sobre todo esa moda que está siempre pensando el futuro y que se arma a partir de los retazos de memoria fragmentada, es, sin dudas, la asociación con las formas más asfixiantes del sistema capitalista. Claro que el capital, como diría Deleuze, es tan plástico que puede hacer que las formas más enrarecidas del sistema alojen su resistencia y, por el contrario que allí donde aparece la revolución se vea siempre el foco de lo conservador. En uno de sus capítulos, por ejemplo Valerie expone una breve historia del punk y de la moda gótica en general, en donde se mezclan, la crítica a la vorágine del mundo industrial, mezclado con un culto de lo misterioso en el que se confrontan hombre y máquina; pasado y presente; el erotismo y la muerte. Notablemente son esos movimientos de luchas civiles los que generan ese desequilibrio en el diseño que llamamos la evolución de la moda. Nótese cómo, por ejemplo, el desarrollo del movimiento queer no construye nunca “normalidad” sino un sujeto que o bien está encerrado en el clóset (y es invisibilizado) o bien está brillando en la pasarela (y entonces se transforma en el escándalo). En la serenidad sin estridencias de una ciudadanía sencilla no seremos encontradas jamás. 

Hay espacios sociales donde la moda es un tabú tanto como otros, donde es una declaración política de derechos. En su libro parece que los movimientos queer hubieran operado justamente a la inversa que lo hicieron las academias universitarias. ¿Esto es así?

–El universo LGBTQ ha sido muy receptivo en general a la moda, y esto, por siglos. En contraste directo con el medio académico. 

La moda está llena de contradicciones: libertad/opresión, ocultamiento/exhibición. ¿Cree que ha sido un modo de expresión para la cultura queer o un modo de mostrar la opresión social?

–Creo que para muchos integrantes del colectivo LGBTQ, la moda fue un modo de auto expresión y un ambiente de aceptación en el cual encontraron que podía florecer la creatividad.

Valerie Steele dará una conferencia el lunes 8 de octubre a las 11 en el aula 318 de Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (Universidad de Buenos Aires) y, ese mismo día, a las 19, conversará con Victoria Lescano, en el Malba (Figueroa Alcorta 3415).