Ric Ache, un under dentro del under, hoy se define en una de sus canciones como un “hippie, loco, soñador, tirabombas”. Fue chongo hétero peronista de izquierda, cantautor de canciones de protesta, hasta que se descubrió gay durante un exilio en Venezuela, de donde volvió transformado en el andrógino glam punk que lideró  la banda ErreAche New Tango, y sacudió los escenarios míticos del Café Einstein, Cemento y el Parakultural. Desde el 2000 en adelante, con las diferentes formaciones de su banda Hiperimpulso, locura pop, versionó Aurora, Hava Nagila en clave pogo y dedica un reggaetón al Che Guevara. Hace poco incursionó en el teatro y hoy, a los 67 años, sigue haciendo kilombo y cantando sobre una pista en pendrive por diferentes bares y espacios culturales porteños. Lidera dos proyectos teatrales Es.Es.Ar (Estación Espacial Argentina), comedia musical que ya va por su segunda temporada, y el flamante estreno de Ric y Boris, que se estrena en octubre, donde además de poner en palabras algunas anécdotas clave en su vida, celebra su amistad con Boris Hick, un talentoso y bello millennial con quien se conocieron hace dos años participando en un slam de poesía. Desde entonces se volvieron inseparables y decidieron trabajar en equipo para amplificar su amor sobre el escenario. 

SENTADO SOBRE EL OBELISCO

Antes de salir al escenario del mítico café Einstein –antro punk al mando de Omar Chabán, donde resurgía el rock nacional a finales de la dictadura, por el año 82–, Ric Ache invitaba chicos a coger a su camarín y daba rienda suelta a todos los ratones que había reprimido en sus años de chongo peronista. Hacía poco que se animaba a vivir como gay y salía a cantar con un look glam, máscaras con brillo y sombrero de ala ancha, influenciado por uno de sus nuevos ídolos, David Bowie. Sin habérselo propuesto, ErreAche era una banda muy gay. 

“Una vez –cuenta Ric– una chica me dijo sobre “A veces siento” (“a veces te siento muy adentro mío, a veces me siento muy adentro tuyo, a veces siento que me siento sobre el obelisco, y ahí me siento una especie de Juan de Garay”) me decía que era un himno gay, y a muchos les gustaba por eso. Yo nunca me había planteado ese concepto. A veces he evitado en las letras los adjetivos con marca de género, no como regla, pero me parecía importante que cualquiera pudiera identificarse con la historia. Sin embargo aparecen mis historias, como Frente a vos, por ejemplo, una canción de desamor, que escribí como una ficción (“Me asustaría encontrarme un día, saludándote fríamente, besando tu mejilla, recordando tiempos pasados”) que se me ocurrió después de haberme encontrado con un ex, que me dio un beso húmedo y ruidoso como un pedazo de bife en la mejilla, me pareció horrible darle un besito así a alguien a quien besabas en la boca. 

¿Escribirías una canción en lenguaje inclusivo? 

–Con Boris nos hemos presentado en slams de poesía, y en el último jugamos con “nosotras somos putas, nosotros somos putos” para esquivar el nosotres, que no cabía en lo que estábamos diciendo. Era una joda para los que se preguntan si Boris y yo cogemos, algunos piensan que somos pareja: “¿Y vos qué ratones te comés? Si te comes la cabeza con nosotros, hacete una paja y date el gusto”. Como un participante del slam, cuando hicimos un sketch de diez minutos de Rick y Boris, que viene y me dice “Hay una sola cosa que no entendí: ¿cogen o no cogen?” Ahí es donde pensé que la obra está bien hecha. Él tendrá sus propios ratones, que no sé bien cuáles serán, pero algo le pasa. Ojala se le dispare una chispa y se pregunte si coge o no coge, cuánto la pone o si se divierte con lo que hace. Son cosas a las que yo por mucho tiempo me he negado. Cuando me di cuenta de que era puto me hice cargo porque me gustó, pero hay gente que se traumatiza.

¿Y cuándo lo descubriste? 

–Cuando me fu a vivir a Venezuela en el 80. No conocía a nadie. Ahí  tuve un romance con otro chico, con quien no sabíamos qué nos pasaba. Gregorio era un niño rico, el papá tenía la empresa de construcción más importante de todo Maracaibo. Un día estábamos en una plaza y me dijo “Ay, por qué uno de los dos no será una mujer, así es más fácil”. Nos mostrábamos los culos en los ascensores. Una vez que me vino a visitar a la pensión, al atardecer, yo había dejado todo a oscuras en la habitación a propósito. Una sola vez nos dimos un beso, pero no sabíamos cómo hacer. Él era más chico, tenía 19 años. Yo había militado en la juventud peronista revolucionaria, que era del peronismo de izquierda, muy combativo, pero era remachista, cantábamos “No somos putos, no somos faloperos, somos soldados de FAR y  Montoneros”. Antes de militar, a los 20 años, cuando supe que había un Frente de Liberación Homosexual. Me parecía que los homosexuales eran enfermos. Pensaba que no había que tratarlos mal, pero que no tenían derecho a hacer ningún frente político. Pero después de esa historia con Gregorio me hice cargo de que era gay y cuando volví a Buenos Aires, en el 82, Erreache fue lo que me dio el espacio para el cambio, pasé a la punkitud y a la libertad sexual, a permitirme tener parejas abiertas.

¿Cómo surgió Ric y Boris?

–Hace unos años me abrí a la poesía y al teatro y en un slam de Circuito Abierto gané una medalla. Voy siempre porque la gente me espera, espera al arengador. Diego Arbit, que lo dirige y que es muy profesor, me dice “nos estás enseñando a los poetas que también existe el ritmo y la participación del público. Podés leer un poema y hacer cantar a la gente y hacerla aplaudir”. Gracias a esa apertura a la poesía y al teatro, conocí a Boris, que también participaba del slam. Me apasiona sobre todo que surgió de una amistad muy particular, una amistad profunda, de pelearse si hay que pelearse, de pedir disculpas y amigarse si hay que amigarse.

¿Cómo es Boris?

–No le gusta que le anden encima, desde chico está acostumbrado a estar bien aunque esté solo. Yo no puedo, por ejemplo, ir al cine solo. Y él sí, y a la vez es una persona sociable. Nos metimos mucho uno en la vida del otro, y eso nos fue cambiando mucho mutuamente. Por eso no creo tanto en la cuestión generacional. Yo tengo más cosas experimentadas que él, pero él tiene una visión muy diferente de la mía. No es una relación discípulo-maestro. Yo tengo una experiencia que él toma pero es más por la experiencia que tuve que por la diferencia de edad. Mis compañeros de secundario, por ejemplo, me llamaron hace poco para los cincuenta años de egresados, y en los e mails decían que  la escuela secundaria había sido la mejor experiencia de sus vidas. Después se casaron, tuvieron hijos, pero ahora le dan muy poca bola a eso. 

Igual se supone que la experiencia viene con los años. El diablo sabe por diablo… 

–Y este pibe no es que vivió tanto, pero tiene visiones, confusiones y contradicciones internas, que lo hacen una persona muy interesante. Es bravísimo, medio psicópata. Yo me engancho perfectamente con los psicópatas y él me dice “Bancátela”. 

¿Cuál sería una acción psicópata?

–Cuando me quiere hacer enojar, me habla como un niño educadito del Nacional Buenos Aires, por puro juego. 

¡Eso no es tan psicópata! 

–Pero me la hace pasar mal. Bueno, me hace calentar, y en el fondo tengo que reconocerlo y decirle “Concheto de mierda, ándate a cagar”. Y se lo tengo que decir. Si no, tendría que buscar otra técnica para que no me rompa los huevos. Pero en ningún momento hay una agresión en esas peleas. 

–En Ric y Boris hay algo de biodrama o más bien de biocomedia. 

Un día nos dimos cuenta de que las peleas y las disculpas, las histerias sexuales, los momentos de ternura y los momentos de psicodelia que tenemos juntos son situaciones tan graciosas está bueno contarlas. A la obra, primero le íbamos a poner Daniel y Nicolás, que son nuestros segundos nombres, pero nos pareció muy aburrido que nos íbamos a confundir. Entonces decidimos usar nuestros nombres, Ric y Boris. Salvo un par de giros puestos para cerrar el argumento o para decir cosas que queríamos decir, que no son tan reales, es una obra basada en lo que nos pasa y en lo que sentimos como amigos. 

Desde que empezaste con ErreAche, esta sería la primera vez donde aparecen cuestiones autobiográficas y hablás de tu sexualidad. 

–Eso me gusta, y también me asusta un poco. Incluso me asombró, porque yo, más allá de todo, siempre meto bombo, ritmo y sexo, pero nunca hablo de mí mismo. Boris quería que hiciéramos una obra psicodélica improvisada, pero cuando lo probamos en el Circuito, terminamos rompiendo cosas y además no se entendía bien. Entonces él mismo propuso guionarlo. Y en el guion empecé a meter sexo por todos lados, o erotismo, y me sorprendió cómo Boris agarró la bandera y al punto que hasta decidió usar una zunga. Fuimos a Narciso y él dijo “Tiene que ser esta”. Y lo dijo muy profesionalmente “No da para quedarme a mitad de camino, tengo que mostrar el culo”.

Ric y Boris. Sábados 6, 13, 20 y 27 de octubre a las 23. Espacio Urbano, Acevedo 460.