En el dormitorio de Lenny Kravitz, en su casa en el centro de París, hay una fotografía con marco dorado colgada en la pared. Fue tomada el 16 de julio de 1971 por su padre, Sy Kravitz, y muestra a los Jackson 5 en el escenario del Madison Square Garden. Fue el primer show al que asistió en su vida el pequeño Lenny. Fue una noche que cambió su vida. “Tenía siete años, pero recuerdo el show perfectamente”, dice. “Hizo que quisiera hacer esto que hago”.
Ver a un Michael Jackson de 12 años ejecutando su magia en New York esa noche no fue sin embargo el primer encuentro de Kravitz con la grandeza musical. Su padre –un productor de noticias de la cadena NBC que coqueteó con la producción de shows de jazz– ya le había presentado a gente como Miles Davis y Duke Ellington, que incluso aparecieron una vez por su casa para cantarle el “Feliz Cumpleaños”. Esas experiencias tempranas fijaron el tono para su vida estilo Zelig, poblada por todo un elenco de personajes y colaboradores que van de Mick Jagger a Al Green, David Bowie y Prince. Incluso terminó compartiendo años después un estudio con el mismo Jackson. “Allí estaba, trabajando con la persona que inició todo para mí”, recuerda. “Tuve la oportunidad de trabajar con muchos de mis héroes. Es maravilloso. Mi camino fue diseñado por muchos artistas asombrosos que me dieron una educación.”
Los coros para Jackson grabados durante esas sesiones compartidas aparecen en “Low”, una de las canciones de Raise Vibration, el nuevo disco de Kravitz. En su álbum número 11, Lenny Kravitz presenta su característica mixtura de rock, pop, soul, R&B e incluso, en un track titulado “Johnny Cash”, una especie de country & western psicodélico. Esa canción en particular fue inspirada por una ruptura amorosa reciente y uno de muchos encuentros surreales que puntuaron la vida del músico, cuando el icono de la música country y su esposa llegaron en el mismísimo momento en que Lenny se enteraba de la muerte de su madre Roxie, en 1995.
“Yo estaba viviendo en la casa de Rick Rubin en Los Angeles”, explica Kravitz. “Había estado en el hospital y había vuelto para darme una ducha y comer algo. Cuando llegué a la casa, sonó el teléfono y alguien me dijo ‘Tu mamá murió, se fue’. Estaba parado al pie de la escalera, obviamente enloquecido, y al mismo tiempo Johnny y June bajaban los escalones. Se dieron cuenta que estaba perturbado. Johnny me preguntó que me pasaba y le conté que mi madre acababa de morir. Los dos terminaron de bajar y me rodearon, uno de cada lado, y me abrazaron, me consolaron, me hablaron. Fueron muy amorosos y contenedores. No éramos grandes amigos, pero eligieron hacer algo hermoso y tratarme como familia. La canción fue escrita para alguien de quien me estaba separando de manera bastante dolorosa. Allí estoy pidiendo la misma clase de contención para poder atravesarlo”.
Kravitz tenía una relación muy cercana con su madre, a su vez muy conocida por su papel de Helen Willis en la sitcom The Jeffersons, donde interpretó a una mitad de la primera pareja interracial en el prime time de la TV de Estados Unidos. La relación con su padre fue un poco más tormentosa, pero se reconciliaron poco antes de su muerte en 2005, cuando el hombre de 80 años, en su lecho de muerte, se convirtió al cristianismo luego de asegurar que había visto a criaturas de alas negras volando por su habitación. Kravitz se conmovió tanto con la experiencia que él también decidió abrazar la religión, y en una declaración célebre dijo que había abandonado el sexo hasta el matrimonio. Una promesa que, tal como concedió después, no pudo cumplir.
El músico estuvo casado una vez, a los 23 años, con Lisa Bonet, actriz de The Cosby Show. Su hija Zöe ha desarrollado una propia e impresionante carrera en la actuación, ganando muchos elogios por su trabajo en la serie de HBO Big Little Lies. Aunque exhibe claramente un orgullo paterno, Kravitz aún suena algo perplejo de que su hija haya decidido seguir los pasos de sus padres en el negocio del entretenimiento. “No creí que fuera a tomar esa dirección”, dice. “Me sorprendí cuando lo hizo, pero al cabo creció en ese mundo y es muy inteligente. Estoy extremadamente orgulloso de ella, pero no por lo que hace sino por la clase de persona que es. Un ser humano con un alma hermosa que hace lo que ama. Y lo hizo por la suya, sin ayuda mía o de su madre más allá de la crianza y las cosas a las que estuvo expuesta”.
A los 54 años, Kravitz ha estado suficiente tiempo dando vueltas para ver cómo su música se ponía de moda y luego quedaba fuera de moda. Ridiculizado al comienzo por ser demasiado esclavo del pasado, se hizo un nombre con una cadena de hits como “Are You Gonna Go My Way”, “Fly Away” y el cover de “American Woman”, de The Guess Who. Entre 1999 y 2002 obtuvo el record de ganar cuatro premios Grammy consecutivos por “Mejor performance vocal masculina”, y en estos tiempos una joven generación de hipsters ha abrazado su canción de 1991 “It Ain’t Over Til It’s Over”. “Supongo que se convirtió en un clásico”, dice, sin trazas de autocelebración ni falsa modestia. “Solo la estoy apreciando. Cuando tenés una canción que se convierte en clásico, que se convierte en parte del entramado en las vidas de la gente, es una bendición”.
Aunque Kravitz ha sido siempre musicalmente promiscuo, hay un hecho común que atraviesa todo su trabajo, y que es la insistencia en tocar él mismo la mayor cantidad de instrumentos que pueda. En Raise Vibration toca guitarra, bajo, batería, piano, bongoes, glockenspiel, sintetizador Moog, sitar e incluso una kalimba. La habilidad y voluntad para simplemente tomar un instrumento y tocarlo es algo así como un arte en retirada, especialmente en un mundo de productores de computadoras y decks de samples. Si eso convierte a Kravitz en un hombre algo fuera de tiempo, le encaja perfectamente.
“La mayoría de la gente está haciendo discos simplemente con samples, tomando sonidos de cajas y computadoras”, se lamenta. “Hay muchos discos que no tienen ninguna clase de instrumento. Todo tiene que ver con el estilo y la moda y no tanto con la sustancia. No hay mucha habilidad musical, que es la manera en la que me gusta trabajar. Me gusta sostener un instrumento en las manos, tocarlo y poner mi personalidad en él”.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para PáginaI12.