El de Lenny Kravitz es un caso complejo. Los famosos violines de “It Ain’t Over Til It’s Over”, los zeppelinianos riffs en Are You Gonna Go My Way o Circus, fueron más allá de la mera intención de honrar cierto sonido y modos de producción para más bien colgarle el sambenito de amigo de lo ajeno. En algún momento pareció obsesionado por seguir los pasos de Prince. Sus letras son más bien simplotas, y en su historial hay más de un disco realizado más en modo automático que como producto de la real inspiración. Y sin embargo...
Sin embargo, Lenny Kravitz es un gran productor y arreglador, es un tipo –como Prince– virtuoso en varios instrumentos y un cantante extraordinario. Conoce cabalmente la historia de la música afroamericana y sabe recrearla con onda, algo fácil de comprobar en sus primeros tres discos. Entonces, para poder eliminar los prejuicios que se alzan cada vez que el blackish (ese cruce entre “Black” y “Jewish” que lo hizo tan amigo de Slash) vuelve a la actividad, todo depende del material conque aparezca. Y ahí es donde entra a tallar Raise Vibration, sin dudas lo mejorcito que ha hecho el músico neoyorquino en mucho tiempo. Sí, es un álbum en el que las letras buscan posicionarse en la era Trump con un discurso que pocas veces se aleja de las frases más o menos hechas, pero construido en base a canciones que elevan la puntería, exploran alguna otra textura, le permiten reclamar su lugar entre los solistas del siglo XXI con algo más que mero efectismo: un Lenny menos maniqueo.
Vale como ejemplo la extensa y magnética “Johnny Cash”, cuya historia se cuenta en la entrevista de estas mismas páginas. En lo que parece “otra balada más de Lenny”, la canción va abriéndose a un groove de bajo gordo y marcado y a otra exhibición de las capacidades vocales del artista, que también se luce especialmente al micrófono en “Here to love”, con su estallido final protagonizado por un coro gospel que pone la piel de gallina, o en la bella combinación de piano y voz en “Here to Love”. Son solo puntas para empezar a desovillar el extenso menú que propone Raise Vibration, que a contramano de estos tiempos ofrece más de una hora de duración y sin embargo no parece sobrarle nada. Porque “It’s enough” puede tener una letra casi pueril (“Es suficiente, es suficiente / En el sistema no podés confiar”), pero el encanto de su austera construcción resuelve toda resistencia: a lo largo de ocho minutos, un bajo insinuante, un cencerro, una guitarrita que apenas aparece, un piano que va y viene, una trompeta ensoñadora, un sinte espacial y la voz de Lenny que le dan forma a un formidable momento Motown, de esos que hacen mover los pies sin que el oyente casi se dé cuenta.
Es que Lenny domina esos ritmos y sobre todo esa forma de arreglar, está claro. Cuando se mueve equilibradamente en la frontera entre el respeto a su historia y la copia, Kravitz brilla. Más allá de la presencia estelar de Michael Jackson, podría decirse que la rítmica de “Low” lleva a pensar casi de inmediato en “Billie Jean”, pero la canción deriva a un funk más marcado, un ensayo lleno de groove que explica por qué el Rey del Pop no tuvo problemas en participar del asunto. En general, en este disco el moreno apeló más a esa clase de material bailable y cadencioso, alejándose un poco de su faceta más rockera o en todo caso dosificándola con elementos que la alejan del único recurso de una guitarra distorsionada y un estribillo épico. En ese sentido se enrola “Raise Vibration”, que va deformando el tempo, ralentándose, hasta caer en un llamativo final de coros africanos. O la apertura de “We Can Get It All Together”, de todos modos matizada con una guitarra acústica que dobla las eléctricas y con esa campanita tan Principesca.
Pero ante todo Kravitz llama a mover el cuerpo, y sabe cómo hacerlo. Tiene recursos: puede ser el brote francamente disco de la lúdica “5 More Days ‘Till Summer”, pero también el giro de tecno podrido, casi industrial de “Who Really Are The Monsters”. O incluso apelar, cosa curiosa, al Philadelphia Sound, ese soul blanco que impregna a “The Majesty of Love”. Con esos momentos intensos, Lenny va puntuando un disco asombrosamente sólido y coherente para esta altura de su carrera, que pone algo de su vieja épica en “Gold Dust” y recién se vuelca a lo que puede entenderse como autohomenaje en el cierre de “I’ll Always Be Inside Your Soul”, con la voz ecualizada en ese modo de “cámara claustrofóbica” que caracterizó al debut Let Love Rule. Han pasado casi treinta años desde aquella primera aparición, y en la carrera de Lenny Kravitz hubo de todo. Momentos destacados y momentos para dejar pasar de largo. Pero ignorar a Raise Vibration solo por el prejuicio sería un error.