El subcomisario Rocco Schiavone nunca será condecorado. Desprecia al comisario, no tiene moral de acero, no controla sus impulsos, maltrata a sus subordinados –hayan hecho sus méritos o no–, deja hombres y mujeres puteándole la espalda cada vez que se va, y si le toca decomisar un camión con un cargamento de marihuana, se guarda medio acoplado de recuerdo. Pero tiene mucho carisma, la sabiduría que dan las cicatrices para atravesar la existencia y un elemento clave para todo héroe: un corazón de oro. Probablemente Rocco Schiavone sea la mejor serie policial televisiva en actividad (al menos, mientras persista el hiato que rige desde enero del año pasado para la exquisita Sherlock de la BBC, y en tanto Wallander continúe bajo tierra). Esta serie italiana de 2016 es debutante en la TV argentina y su primera temporada se emite los miércoles a las 22 por la señal Europa Europa. La segunda está a punto de estrenarse en Italia.
Rocco Schiavone acaba de llegar: tuvo algunos incidentes en Roma y se vio obligado a reiniciar su carrera policial en un pueblito remoto. Claro que la nueva jurisdicción dista de ser un castigo. El pueblito es bellissimo: las aventuras de Rocco transcurren en Aosta, un paraíso nevado para esquiadores en la zona top de los Alpes. Así se verá al recién llegado sufrir el frío, carecer de calzado y abrigo apropiados para el entorno alpino, y acostumbrarse como puede al nuevo hábitat. Por suerte, no hay drama, Italia no problem: mientas los casos policiales se traban y se destraban, Schiavone encara cada día, cada caso, con extraños arrebatos de humor, ayudado por los porros largos, gruesos como soppressatas que se arma en su despacho, en la comisaría, al empezar cada jornada laboral. Desde allí se despliega el magnetismo carismático del personaje irresistible que encarna Marco Giallini. Y empieza a imponer su carácter. Por un lado, Schiavone es feroz con algunos de sus compañeros de comisaría que son pura comedia y exageración: tres imbéciles, tres descerebrados, tres chiflados, D’Intino, Deruta y Casella (“¿Quién les dio una placa y un arma? Esto sólo pasa en este país”, protestará algún contribuyente italiano). Por otro lado, forja nuevos lazos con un elenco certerísimo, como un joven detective zorruno, una aguda inspectora y un caricaturesco forense gore, que toma su merienda mientras eviscera cadáveres. Y en tanto, se descubre inevitablemente desaprensivo con sus sufridas amantes pero perdidamente enamorado del fantasma de su mujer Marina, que ya no está (una madonna angelical, maternal y siempre en camisón, la fantástica Isabella Ragonese).
Este rudo policía exiliado de Roma nació en una saga literaria muy fresquita, que ya lleva seis novelas y dos series de cuentos, todos firmados en esta década por Antonio Manzini, quien además colabora en la serie como guionista para la adaptación de sus relatos al formato televisivo. Manzini es romano como su personaje y discípulo del novelista consagrado Andrea Camilleri, quien ha saludado las historias de Schiavone, acaso un heredero de exportación del comisario Montalbano. Como Montalbano, Rocco es un hombre de mundo, curtido, que conoce la calle. Sólo que lo han echado de su ciudad natal y ahora debe conocer calles nuevas.El punto de partida narrativo de la serie, como en tantos policiales, es el desarraigo y la nueva vida del protagonista: ha llegado un inspector. “Rocco es un héroe humano y, como todos los humanos, tiende a cometer errores”, asegura el actor Marco Giallini, que encarna a Schiavone. “En mi opinión, sus errores lo hacen más creíble y cercano al público. El tiene un cargo importante, es un vice jefe policial, un subcomisario, pero también es amigo de los ladrones y se relaciona con todos, con los buenos, con los malos, con los presos. Sin duda, es un personaje impulsivo pero con un gran corazón. Rocco rompe esquemas, es un verdadero antihéroe.
–Rudo, divertido, irritable, fumón... ¿Cómo trabaja usted actoralmente para construir un personaje con tantos costados?
–En el personaje de Schiavone me encontré muy bien; es el papel noir, desencantado e inteligente con el que había soñado durante mucho tiempo. Veo que entre Rocco y yo hay algunos puntos en común, ambos provenimos del proletariado y de Roma, tenemos amigos que tomaron caminos diferentes. Es probable que sea uno de los personajes más cercanos a mí que he hecho. Salvo que él se graduó y entró en la policía.
–¿Qué es lo más italiano que tiene la serie, lo que sería imposible encontrar en un policial de otro país? ¿Y qué ofrece a la trama la locación montañosa de Aosta?
–Rocco es romano, romanísimo, de Trastevere... ¿Qué hay más italiano que eso? Su espíritu romano está siempre presente, pese a que fue transferido a Aosta. Esa mudanza le resultó difícil a él y también me costó mucho a mí. Grabar escenas con 18 grados bajo cero, a las 2 o 3 de la mañana, ¡no es fácil! No sé si fue una de las cosas más difíciles que he hecho... Especialmente vestido de esa manera. Pero bueno, sobrevivimos con muchas mantas y con ropa térmica debajo del abrigo. Y las ubicaciones en Aosta son hermosas, más allá del frío y la nieve.
–Además de los textos de Manzini, ¿en qué otros detectives famosos del género se inspiró?
–Rocco Schiavone es ese tipo de papel con el que un actor sueña y que un día se convierte en realidad. Siempre he seguido el género policial. Leí mucha novela negra estadounidense y francesa. Y luego también vi las películas. De niño me encantaba el polar, el policial negro francés en blanco y negro, y las películas de Alain Delon, Jean-Paul Belmondo, Gérard Depardieu... También Gian Maria Volontè. Es que también seguí mucho a nuestros policiales italianos, como por ejemplo Milano calibro 9 (1972), de Fernando Di Leo con el gran Gastone Moschin. Y así, literalmente, me enamoré del género.
–Por último, ¿todo ese humo que envuelve y acompaña a Rocco es real?
–(Risas.) ¡Por supuesto que no!