Licenciada en Gestión del Arte y la Cultura de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), e Investigadora y profesora en Lengua y Literatura del Instituto de Formación Docente N° 42, Agustina Padula investiga la dimensión educativa de los cementerios como patrimonio histórico y cultural.
Recientemente, fue convocada para hablar de su objeto de estudio en la Segunda Jornada Binacional de Gestión y Valoración de las Redes Uruguaya y Argentina de Cementerios Patrimoniales, iniciativa que se llevó a cabo en Paysandú, Uruguay.
Universidad dialogó con la especialista sobre la particularidad de sus investigaciones, el lugar que ocupa la muerte en las sociedades actuales y la importancia de darle mayor visibilidad a estas investigaciones.
En tus artículos hablás de estudiar el lugar “donde mueren los vivos” y “cómo viven los muertos”. ¿Considerás que en otros momentos de la historia se le daba mayor importancia al lugar de los muertos? En la actualidad, ¿todo es más terrenal y efímero?
En gran medida, abordo ésto en un artículo que se titula “Necrópolis. Aportes para la reflexión en torno a la teoría y la gestión de los espacios funerarios”, que esperamos esté disponible online en noviembre (será una publicación de UNTREF). Este artículo se desprende de mi tesina y se enfoca fundamentalmente en la mirada hegemónica sobre la muerte que propone la sociedad de consumo.
Los modos de vivir la muerte son culturales, se insertan en tramas de significación que los constituyen y les dan sentido, en otras palabras, varían de cultura a cultura. En el contexto de la sociedad actual, nos encontramos con discursos que buscan demorar el paso del tiempo y sus marcas, enfatizar el hedonismo, disfrazar o camuflar la muerte en los rituales funerarios de las grandes ciudades. Entonces, la muerte se vuelve quizás el último bastión por conquistar, el hito que nos recuerda nuestra condición de seres efímeros. Me parece que lo interesante es preguntarnos por las transformaciones en las prácticas sociales y leerlas en función de los contextos que las cobijan. La monumentalidad de algunos cementerios del siglo XIX está ligada a la intención de transcendencia. Hoy, quizás, los cementerios parque presentan una imagen más edulcorada de la muerte, más estetizada, acorde con estos tiempos.
Te especializás en el estudio del patrimonio histórico y su dimensión educativa, ¿podríamos decir que llevás a la práctica el viejo dicho de que “las paredes hablan”?
La dimensión educativa, a mi entender, se enmarca en la dimensión cultural, y se vincula directamente con otras dimensiones: el espacio funerario debe abordarse desde distintas aristas. La gestión cultural es el marco contenedor de estas. Efectivamente, como vos decís, las paredes “hablan”, en otras palabras, el cementerio puede leerse como un texto, y como tal, ofrece múltiples sentidos. Siempre habrá marcas -algunas fácilmente perceptibles, otras, no tanto- que lo conectan con su entorno. No sólo hablan los muros, si los hay -recordemos que algunos espacios funerarios no tienen paredes -, sino también las tumbas, los epitafios, la arquitectura, el trazado, las devociones populares, las leyendas urbanas, las fotografías, las flores, las ofrendas en general, por supuesto, los cuidadores del cementerio. En fin, la lista es extensa.
Así como una persona conoce un lugar visitando una plaza o una iglesia, el cementerio nos vincula con la ciudad de los vivos: con sus historias, sus asimetrías, sus recuerdos y olvidos, sus modos de mirar la muerte. Y es uno de los pocos sitios que reúne la memoria de lo que una ciudad fue, de sus estilos, de sus personajes locales, pero nos conecta simultáneamente con lo que es hoy, con sus prácticas y resignificaciones.
En términos de divulgación, ¿considerás que tener un objeto de estudio relacionado con la muerte hace más difícil encontrar ámbitos de difusión?
Durante los últimos años, casi cuarenta años diría, ha habido en el campo académico una visibilización de la temática, que continúa vigente y que ha ido creciendo, paulatinamente, pero con paso firme. Desde hace tiempo hay encuentros o mesas temáticas dentro de congresos que convocan a investigadores de distintos campos -antropólogos, sociólogos, comunicadores, historiadores, arquitectos, psicólogos, entre muchos otros- que trabajan desde distintos puntos de vista la muerte y el morir.
¿Considerás que tu investigación es un aporte desde la universidad a la comunidad, en relación a revalorizar el patrimonio histórico de las ciudades?
Quienes abordamos el espacio del cementerio en general entendemos que la gestión cultural puede poner en valor o reactivar formas de apropiación del patrimonio por parte las comunidades, siempre sobre la base de la autodeterminación, es decir, son las comunidades las que deciden sobre su patrimonio. Hay varios casos en los que la visibilización del patrimonio posibilitó la puesta en valor de la comunidad o permitió resignificar espacios o sectores dentro del cementerio. Espero, sí -es más una expresión de deseo- que quienes trabajamos este tema aportemos a la construcción de lecturas en torno al espacio funerario que, como vos decís, implicarían la revalorización del patrimonio de las ciudades también.
¿Cuáles son los cementerios más interesantes del país? ¿Y del mundo? ¿Por qué?
Podemos partir de la premisa de que todo cementerio es patrimonial, en tanto tiene sentido para una comunidad y está inmerso en una cultura. Desde este punto de vista, la elección es muy subjetiva. Nuestro país tiene una diversidad interesantísima. Algunos ofrecen visitas a los turistas, como los de Chacarita, Recoleta y Flores. Destacaría los del Norte de nuestro país, por esa lógica de imbricación con el entorno que caracteriza a varios de ellos, por ejemplo, el cementerio de Maimará, en Jujuy. Pero cada sitio tiene historias que contar.
En el mundo hay muchísimos por conocer, correspondientes a contextos diversos, los más mencionados suelen ser monumentales y albergar personalidades, como el Staglieno en Génova, o el Père Lachaise en París. Sin embargo, los mencionados son solo algunos criterios -los que más prensa tienen- para jerarquizar un espacio, pero no los únicos que hay que considerar, pues todo cementerio es un espacio de memoria.