Tato, hoy se cumplen tres años de tu eterna partida, aquella partida qué supiste jugar en los últimos momentos, cuando Poroto le hizo jaque al corazón a más de muchos Leo. Son muchos los qué quedamos contagiados de tu entusiasmo, contagiados de tu incansable lucha por un mundo más justo. Hoy, Tato, el texto tuyo que más vemos en las redes sociales es del cardenal qué dice: “Era un país curioso, la mayoría de la gente inteligente dependía de un grupo de idiotas. Era asombroso observar como este grupo de idiotas supervisaba, controlaba y dirigía la suerte de los talentosos. Lo increíble es que el sector de los inteligentes para contentar a los idiotas comenzaron a empobrecer sus ideas porque el grupo de idiotas no las entendía, y así poco a poco los talentosos comprendieron que la única manera de progresar en esa comarca era tratar de contentar a los idiotas transformándose poco a poco en idiotas. La idiotización de la comarca llegó lenta e inexorablemente. Lo curioso es que este proceso no fue percibido por los talentosos, de manera que la idiotización paulatina fue un proceso que algunos contemplaban incluso con alegría. Las ideas cada vez más idiotas de los talentosos producían una enorme aceptación de parte de los idiotas, que premiaban a los talentosos idiotizados con cargos cada vez más prestigiosos”.
Pareciera que desde tu última partida en el 2015 algo se descuajeringó. Un parásito del Estado e inconcebible gobierna el país para esos pocos que siempre fueron. Hoy, Tato, tu lucha sería más fuerte que nunca, con la más grande indignación que hayas tenido en alguno de tus momentos. Hoy saldría tu Coriolano enfrentarse al enemigo a puro sable, combatiendo la obscenidad oligárquica; hoy Beto y Pepe de tu Sr. Galíndez estarían contentos esperando un llamado del sofisticado Eduardo, quien ya se encuentra en nuevas funciones a las órdenes del nuevo terrorismo de estado. Hoy, Tato, aquella masa gris astisforme de la que me hablabas se ha valentonado votando la desigualdad y la represión. Hoy, Tato, tu personaje de Potestad, ese médico apropiador de niños, esa historia en relación a los represores, toma mas fuerza que antes: vivimos en un deplorable estado de tensión. Sólo con pensar que yo también moriré pero mis hijas seguirán pagando durante treinta años las deudas que estas ancestrales familias nos dejan con el imperialismo... Es muy indignante que cuatro millones y medio de niños vivan en lugares pobres, carentes de educación, salud y comida digna. Esos chicos van a arrastrar esa pobreza en su juventud y adultez... Y así sube la balanza. Vos dirías que el odio ruso se va apoderando del soldado, soldaditos media hora diría Coriolano, todos a los pedos, todos a los latidos, avanzad avanzad que son cagones...
Tato, querido grandote, como verás es imposible recordarte sin estar intervenido por lo social, por lo político. Tus obras siguen siendo reestrenadas, se resignifican en grupos que articulan su propia fuga con tus palabras, tus textos serán “entre” noso- tros infinitos. Recordarte en este día para mí es un orgullo, es un honor llevarme conmigo tu obra y nuestras experiencias hacia Polonia, lugar donde me han invitado hablar de vos y a darme el gusto de intervenir la universidad polaca con la presentación de “Potestad”. Tus obras giran y giran interminablemente, incansablemente, como aquella voz del texto “la madre”, que siendo asesinada sigue hablando por todos los intersticios de los desperdicios por todas las épocas y dictadores. Tu voz, Tato, habla y resuena en todos nosotros para seguir convocando, entusiasmando, a carcajadas por todas las avenidas. Muchas carcajadas, como en tu obra La muerte de Margaritas Duras, en la que la alegría era contagiosa y las calles se inundaban de alegría, las carcajadas cómo contagio de nuevas carcajadas, y de repente apareció un carro de policías, que con mangueras hacía callar las risas. “Se acabó la joda”, gritó uno de ellos y le pegó un sablazo al último de los rebeldes. Eso no podía seguir, así había que parar la cosa, imponer orden, un poco de orden; hubo demasiado desborde de alegría y eso era peligroso. La alegría, cuando se contagia así, es peligrosa; la velocidad de la propagación los asustó. Por eso, Tato, a veces pienso mirando el cielo... Tantas estrellas, tantas estrellas y nosotros en una sola. Por siempre Tato, hoy más que nunca presente.
* Actor.