La nadadora bonaerense Delfina Pignatiello, una de las máximas esperanzas de la delegación argentina para los Juegos de la Juventud Buenos Aires 2018, reconoció “la presión” que la rodea para obtener una medalla dorada en la competencia que se iniciará el próximo sábado 6 de octubre.
Bicampeona mundial juvenil, Pignatiello acaparará miradas en la cita olímpica y, con sus 18 años, soporta la rutina, las exigencias y presiones de una estrella. “Soy una maquinita”, admitió quien ahora decidió encarar el camino de la ayuda social, mientras estudia la carrera de Diseño Gráfico y también, vive su adolescencia.
Pignatiello es una de las cuatro mujeres menores de 18 años que, en la historia, nadaron los 1.500 metros en menos de 16 minutos. Ganó el Olimpia de Oro en 2017, se levanta a las 5 y se duerme a las 21.30 para cumplir con la exigente rutina que la arma su entrenador y que demanda su día.
Así, la nueva joya del deporte nacional tiene edad para divertirse, juntarse con amigas, salir de noche e ir a un viaje de egresados, sin embargo enfrenta la presión de los consagrados.
La nadadora, que viene con resultados de elite y marcas comparables con adultos, será la estrella argentina y la lupa estará sobre sus chances de ganar varias medallas para el país.
Si bien intentó con otros deportes, como gimnasia artística, danza, básquetbol y hockey, el agua siempre estuvo presente en su vida. “Nunca dejé la natación porque siempre fue lo que más me gustó, nunca quería faltar. Cada día quería aprender más y me gustaba probarme con los más grandes. También era muy competitiva y a los 11 ya quise dejar la escuelita para empezar a medirme en torneos. A los 12 ya estaba federada y desde ahí se dio un ascenso meteórico”, explicó a la agencia NA sobre sus inicios.
“Me dijeron que tenía mucho talento y que flotaba mucho, que naturalmente era muy ligera. Les hice caso, empecé a bajar marcas y comencé a competir a nivel internacional”, recordó, respecto de su debut en un Mundial juvenil y el gran impacto en la edición del año pasado, en Indianápolis, cuando obtuvo tres medallas (oro en 800 y 1.500 metros libres, y plata en 400) y batió tres records nacionales.
La fama arribó rápido y los premios, a la par, como el Olimpia de Oro 2017, pero también la obligó a modificar hábitos en su vida. “Al principio fue muy lindo, la gente me felicitaba, tenía más seguidores, me pedían notas... Pero luego enfrenté lo duro, que más gente te esté mirando, esperando cosas de vos… Quizá había tenido un día malo y no quería saber nada con nadie, pero tenía que hacerlo. Con 17 años. Lo mismo me pasó con las redes sociales. He tenido que cuidarlas mucho más y hasta borrar posteos por los comentarios que recibí. Fue todo un cambio. No estaba preparada, porque soy una adolescente. Ahora, por suerte, lo llevo mejor”, admitió.
Y agregó: “A veces no me doy cuenta de lo que logro, entonces trato de bajar a la realidad cuando me sobrepaso de exigencias. Me voy a mi pieza, miro las medallas y me digo ‘mirá lo que lograste, pará un poco, disfrutá, no te enojes si salió mal un entrenamiento’. También me juega un poco a favor, para la competitividad. Eso marca diferencia. Como la cabeza para entrenar, cada día, enfrentando la rutina y el cansancio. A veces incluso en el límite de querer dejar todo...”.
Delfina es extremadamente profesional y estructurada, por lo que admitió ser una “maquinita” que si no cumple los horarios “a rajatabla”, no lo puede hacer. “Incluso, cuando cambio algo, me pongo de malhumor porque me salgo de la rutina. No me gusta salir, lo hago muy de vez en cuando. Sí me cae mejor juntarme con amigas. Trato de disfrutar de las pequeñas cosas. Por suerte no me satura esta vida, nunca me costó dejar cosas de lado”, indicó quien hace poco se puso de novia con un compañero de la Selección de natación.
Ser bicampeona mundial juvenil le pone una presión extra a Pignatiello para los Juegos de la Juventud que centrarán la mirada del mundo en Buenos Aires. “Sí, antes estaba más relajada, teniendo un sueño, y hoy es más una presión. Una trata de evitarla, pero no se puede. Es normal que después de ser campeona mundial todo el mundo espere que lo repita en Buenos Aires”, explica. Sin embargo, ella no promete nada. “Trato de no decir mucho. Busco entrenar lo mejor posible y bajar marcas, sabiendo que si lo logró, los resultados llegarán solos”, aclaró quien competirá en dos pruebas (400 y 800 metros libre) en esta cita olímpica.
Esta madurez y mentalidad de adulto que Pignatiello expresa en cada respuesta también se nota en la realidad, porque se unió al grupo de embajadores olímpicos que forman la Huella Weber, el programa solidario de Weber Saint Gobain que le permite a cada deportista elegir un lugar a refaccionar con los materiales de la empresa. “Lo primero que vi fue que en el programa estaban Pareto, Molinari, Chiaraviglio, Jenny Dalghren, Crismanich, Fede Grabich, la Tuti Bopp y me encantó ver lo que hacían, cómo se comprometían y ayudaban… Me interioricé, quise sumarme y por suerte ya estoy adentro. Elegí un lugar y estamos ultimando los detalles para que Weber pueda mejorar su infraestructura”, finalizó.