Nora Sarmoria por dos. De un lado, la que elige a Elsa Bornemann y plasma la elección en un notable trabajo de diecinueve poemas musicalizados, cuya pluma corresponde a la poeta de Parque Patricios. Cantando a Elsy, se llama. Del otro, la que hace diez años viene luchando contra vientos, mareas y crisis para sostener su Orquesta Sudamericana, y ahora lo demuestra a través de un disco que da cuenta de esta década ganada: 10 años. Dos Sarmorias en una, entonces, y sus contingencias. “Viéndolo en retrospectiva, es casi un milagro mantener unido un grupo de más de veinte personas por el solo hecho de tocar la música que nos gusta, con la sonoridad de un ensamble heterogéneo. Desde ya que ganamos la década haciendo música juntos”, empieza ella. Y lo hace por la segunda, la de la Orquesta, porque se viene la presentación del disco –hoy a las 21, en el Caras y Caretas de Sarmiento 2037–y no quiere perder la oportunidad de recordarlo.
“Este disco marca la persistencia de nuestra filosofía de estar unidos en la música, una elección que ya mereció el título de nuestro primer trabajo (Unión alta) y llegó hasta hoy. Fue un camino arduo, es cierto, porque jamás tuvimos apoyo estatal excepto el brevísimo período en que Teresa Parodi fue ministra de cultura, y sin embargo acá estamos”, refiere la pianista, compositora, cantante y acordeonista, que compartió trabajos y ensueños con Quique Sinesi, el Mono Fontana, Lilián Saba, Hugo Fattoruso, Urbano Moraes y Juan Falú, entre otros y otras, además de publicar cuatro libros, nueve discos como solista, dar clases en la Universidad de San Martín y dirigir la Orquesta Popular del Conti. Todo un mundo de haceres, al cabo, que precede a este nuevo hacer; un trabajo en el que conviven temas de la propia Sarmoria (“Angel sin alas” y “Silencio intenso”, entre ellos), con hermosas piezas de otros integrantes (caso “No hay como ella - Pachamama”, del violonchelista Mariano Kahayan) y versiones de Luis Alberto Spinetta (“Era de Uranio”) o de la mencionada Parodi (“Esa musiquita”).
“‘Era de Uranio’ lo grabé porque es un temazo del Flaco. La Orquesta la hizo con una mirada rioplatense, buscando marcar más abiertamente la milonga, aunque en el arreglo traté de seguir el clima del tema”, explica Sarmoria acerca de la versión de aquella gema de Bajo Belgrano, de Spinetta Jade. “´Esa musiquita´ fue un arreglo hecho en diez minutos antes de tocar en el Centro Cultural Kirchner con un proyecto didáctico que tuvimos con el ECuNHi, cuando nos enteramos que iba a estar Teresa entre el público. El coro de niños que nos acompañó nos sugirió acompañarlo en ese tema, así que en el camarín escribí algo de lo que suena en el disco. Luego le agregué cierta elaboración, pero la historia original de la versión fue algo espontáneo”, cuenta la pianista.
Ahora, Sarmoria habla de Bornemann: “La primera vez que escuché su nombre fue a través de Florencia, una de mis sobrinas, que hoy tiene 30 años. Cuando era chica, ella me pidió que le comprara un libro de Elsa, lo leí y me pareció alucinante”, cuenta la pianista, acerca de la primera aproximación a la poeta, que más de veinte años después se transformaría en sujeto exclusivo de un disco. “Entonces hoy, cuando le cuento poemas a mi hija de casi 15 años, me encuentro cantándole cosas como ´Tinke Tinke´ y entiendo exactamente que había una música organizada en todas las letras de Elsy. Por lo tanto, hacer este disco fue un proceso natural y simple”, explica Sarmoria.
Pese a la prosapia de poeta para niños y niñas que caracterizó a Bornemann, el disco habilita un clímax propicio que cruza generaciones. Así como Sarmoria disfrutó de un libro de la poeta con su sobrina, cualquiera puede hacerlo con el disco, sin importar edades, gustos o procedencias. “Lo que me guió a musicalizar estos poemas fue la afinidad del mensaje, la sorpresa y, como dije, la musicalidad de las palabras. En general, me gustan los poemas cortos pero también algunos largos. ‘Se mató un tomate’ de Elsa, por ejemplo, me parece de una ocurrencia digna de decirlo entero, y con música”, profundiza la pianista. Otros cuentos cortos hechos canción dignos de destacar de Cantando a Elsy son “Canción de cuna pampeana” y “Pesadilla andariega”, muy asociados –por definición– a las músicas de raíz. “Cuando leí la primera, me sugirió inmediatamente una milonga sureña, y así salió. Con “Pesadilla andariega”, en cambio, lo que grabé fue un ritmo de bailecito. Me gustó esa historia de una pesadilla que viaja de un pueblo a otro en busca de alguien que la sueñe... y me remite a la sensación que me daba de chica escuchar ‘Cuentopos de Gulugu’, u otras canciones de María Elena Walsh donde la ocurrencia inocente, inteligente y divertida siempre estaba presente”, finaliza la imparable Nora Sarmoria, que seguramente ya está en busca de un nuevo y misterioso capítulo.