Deudólares, deudólaras, deudólatras, y demás deudos y deudas: podría decirles que estamos viviendo tiempos difíciles, pero no estaría aportándoles nada nuevo, lo que sería un craso error en una columna que se publica en un medio periodístico.
Y además, estaría siendo optimista en exceso. Ni Alejandro Entusiasmovichner, el “profeta designado” de estos tiempos macrificiales, aceptaría semejante muestra de ingenuidad sin ponerse, no digamos colorado, pero al menos un poco amarillo.
No, estos tiempos no son difíciles. Difíciles eran cuando costaba llegar a fin de mes, pero llegabas. Difíciles eran cuando era complicado encontrar interlocutores válidos pero no había tanta gente enamorada de fundamentalismos diversos. Difícil era cuando por ahí comer afuera era poco accesible, pero el lomo costaba más que la gaseosa, o que el servicio de mesa o que un vaso de agua (traída de fuentes termales islandesas, con el mismo gusto insípido que el que sale de la canilla del baño). Difícil era cuando el deseo era mal visto, pero no constituía un delito.
Era difícil, ya no lo es.
Podría decir que estamos viviendo tiempos imposibles, pero les estaría mintiendo. La mentira no tiene en general gran condena social, salvo que los poderosos de turno den la orden para que así sea y se ponga de moda –viralice- la condena y distraiga un rato a los deduores.
Quizás sea un vicio ancestral, algún atavismo, o la edad, pero prefiero ponerle un perimetral a la posverdad y seguir jugando a lo que percibo como cierto, aunque eso me deja (casi) siempre en minoritaria sino solitaria posición.
¿Seré como el tipo del chiste, ese que va por la autopista y cuando escucha que por los parlantes avisan que hay un auto a contramano, dice “¡Uno no, son miles!”, ya que la flecha va en el mismo sentido que él?
No son tiempos imposibles. Si fueran imposibles, no habría amor, sexo, amistad, rica comida, psicoanálisis, futbol, cine, libros, abrazos, juego, humor (agregue usted a su gusto, deudora).
Y aunque estas cosas sean difíciles de encontrar, sobre todo para quienes buscan de manera precisa, están. Mi fórmula infalible es, “si quiero encontrar algo, busco otra cosa”. Con los libros jamás falla. Como sabemos desde “La carta robada” de Poe, la mejor manera de esconder algo es ponerlo a la vista pero mezclado. ¡Si sabrá de eso don Durán B!
Como dicen por ahí “un milagro es la primera vez que uno ve -descubre- algo que ya estaba allí”. O, diría Serrat: “Todo está listo: el agua, el sol y el barro/pero si falta usted no habrá milagro”.
Ahora, Rudy, -me pregunto narcisística, o escisionalmente-: si decís que no son difíciles, pero tampoco imposibles, ¿qué son? ¿Podrías explicarte y dejar de inflarnos los globos amarillos?
Mi respuesta es certera, vehemente y contundente, a la vez que precisa: No lo sé. Nadie lo sabe. Y si alguien lo sabe, no lo dice. Y si alguien lo sabe y lo dice, no es gratis. Y si alguien lo sabe y lo dice gratis, está mintiendo.
Y va a seguir mintiendo, mientras le crean. Y le van a seguir creyendo, mientras los obliguen. O les hagan creer que si no les creen, se van al infierno tan temido que estaban viviendo antes.
Hay una maldición china que dice “Ojalá te toquen vivir tiempos interesantes”. ¿Son interesantes estos tiempos? Seguramente lo serán para los sociólogos y antropólogos del siglo XXII, si es que se siguen llamado así y no Mercadólogas y Robotólogas o Acreedorólogues (única raza sobreviviente de lo que antes se llamase Humanidad).
Pero ahora es, ponele, complicado, mirar con interés el circo, si nos tocó hacer de domadores inexpertos, y los leones hace rato que no comen, porque se redujo el presupuesto para poder seguir pagando los intereses de la deuda.
Pero no se amilane, deudora, ni se amilanese, deudor, que algo le vamos a dar para que no se quede con las ganas. Aunque si lo dejáramos con las ganas, seríamos aún en ese caso mejores que la globocracia, que ni las ganas le deja tener, ¿verdad?
Bueno, resulta que hace poco tiempo cayó por acá una definición, la de bullying. Y dice que es: “Acoso físico o psicológico, -mantenido en secreto hacia los demás- al que someten, de forma continuada, a un alumno sus compañeros”.
No quiero caer, de ninguna manera en la banalización, generalización, ni naturalización de semejante acto de tortura, de consecuencias muchas veces nefastas y que sigue pululando por ahí.
Hecha esta aclaración necesaria, confieso que se me aparecieron semejanzas entre el bullying y lo que ocurre en un ámbito más amplio que el de la escuela. ¿Será una consecuencia del mismo?
Veamos: Estamos hablando de acoso, ejercido por varios (o sea de un sector más poderoso), sobre uno (o sea a alguien supuestamente más débil), en la escuela, (o sea en el lugar en el que supone que todas y todos van a aprender, o sea un lugar que debería ser protector, seguro, acogedor). Ocurre de forma continuada, o sea no se trata de un accidente o emoción repentina, sino de un plan, y se mantiene en secreto, a partir del silencio, (podría ser a partir de conductas activas que tiendan a que no se conozca la verdad de lo que ocurre).
Repasando: Bullying sería una situación de acoso, agresión, que un sector más poderoso ejercer en forma sostenida, planificada, sobre otro más débil, del que debería ser par (pero quizá use ese mismo acoso para creerse imaginariamente superior, mejor), en un ámbito –Estado- donde el más débil, debería sentirse protegido, que muchos y muchas pactan para que se mantenga en secreto, y cuyas consecuencias son imprevisibles, pero siempre destructivas
¿Estaremos viviendo bajo una bullyingarquía?
No me animo a responder. Me da miedito.