La noticia no es hoy que el talento de los cineastas argentinos siga siendo reconocido y premiado en los principales certámenes cinematográficos del mundo, como lo demuestran el Premio Horizontes Latinos en el reciente Festival de San Sebastián a María Alché por Familia sumergida, una mención especial a Agustín Toscano por El motoarrebatador y nada menos que la Concha de Plata al Mejor Director para Benjamín Naishtat por Rojo, una película que también recibió el premio al mejor actor (Darío Grandinetti) y a la mejor fotografía (Pedro Sotero), en la competencia oficial. La noticia es, lamentablemente, que las posibilidades de que este tipo de cine exitoso, autoral, diverso e independiente, tan valorado en otras latitudes, que generó y sigue generando un alto reconocimiento para la cultura de nuestro país, está corriendo actualmente serios riesgos de supervivencia frente al brutal ajuste presupuestario en el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa).
“Dirán que el cine argentino va bien, pero la realidad es que hace algunas semanas en la Argentina el ministerio de Cultura fue degradado a secretaría, y eso es una de las muchas cosas que estamos sufriendo. Ni voy a entrar a hablar de lo que están haciendo los improvisados que manejan la política pública en cine, pero desde acá quería decirle a esa gente que la cultura dignifica, es parte de la dignidad de un pueblo, y la dignidad no se negocia”, afirmó el director Naishtat en San Sebastián, al recibir uno de los premios más preciados de la Competencia Internacional.
A su vez, las palabras del experimentado productor Diego Dubcovsky (Alanis, Truman, El rey del Once) son inquietantes: “Empecé en el cine hace 22 años y creo que este es el peor momento. Es algo que excede al cine, porque cualquier actividad industrial está desalentada por la coyuntura económica. Con las altas tasas de los bancos y la inflación, producir una película o cualquier otra cosa en Argentina es un disparate. A eso se suma un Incaa extremadamente burocratizado que limitó el acceso al dinero. Este año no conseguí ni un peso de financiación para proyectos nuevos. No hay crédito y sólo pueden filmar aquellas productoras que tienen recursos propios o poseen socios internacionales. Es una situación que no viví nunca, donde no encuentro una escala de proyecto que me entusiasme y no me haga perder dinero”.
La actualidad del cine nacional es tan preocupante que numerosas asociaciones de directores, productores y técnicos se manifestaron el jueves frente a la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (Enerc), el mismo día en que allí se producía la penúltima reunión del año del Consejo Asesor del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales. Además de advertir sobre las dificultades de seguir filmando en una economía recesiva, con una inflación creciente, sin créditos, con cada vez más trabas burocráticas y financieras para poder trabajar, los cineastas denunciaron una doble pinza: subejecución presupuestario y recortes, además de situaciones irregulares que afectan directamente a la actividad. Uno de los reclamos más importantes es que durante 2016 y 2017 hubo una subejecución presupuestaria en el Incaa de más de 800 millones de pesos, sin contar el dinero aún no ejecutado durante 2018 y otros fondos propios que estarían depositados en un plazo fijo, cuando en realidad deberían ser destinados a la producción de películas. Ante semejante panorama, las asociaciones ya realizaron un pedido de informes a las autoridades y están preparando la presentación judicial de un recurso legal en defensa de la Ley de Cine.
La información sobre la existencia de ese plazo fijo la habría brindado –según fuentes consultadas por este diario– el gerente de Administración Walter Rabbia, en una reunión del Consejo Asesor que se realizó a principios de año, y estaría incluida además en un balance que las autoridades entregaron en aquel momento a la Asamblea Federal. Ya lo había advertido también en agosto pasado el cineasta y senador Fernando “Pino” Solanas, cuando recibió el Cóndor de Plata en homenaje a los 50 años de su película La hora de los hornos. Si bien en ese momento subrayó “la potencia que tiene la creatividad del cine argentino, que contra todas las dificultades insiste”, Solanas expresó su “honda preocupación y un serio reclamo a la conducción del Incaa, que no puede dejar de cumplir con la Ley de Cine, no puede tomar fondos del cine y colocarlos en plazo fijo cuando hay películas paradas y productores que están esperando recibir lo que les corresponde. Ese fondo es sagrado. Lo que se privilegia ahora son las grandes producciones cuando nosotros construimos una Ley de Cine para garantizar la pluralidad y para que los jóvenes realizadores y los autores tuvieran la independencia y libertad de escribir, pensar, soñar y realizar las películas que quisieran”, manifestó Solanas.
En relación a sus declaraciones en San Sebastián, Naistaht explicó a PáginaI12 que “hay un malestar general en el país. Lo que hice fue intentar expresar con sensatez un sentimiento que está latente y decir que la estamos pasando mal. Todo el mundo a mi alrededor se está quedando sin trabajo, incluso hay gente que se está yendo a vivir a otros países. En relación al cine independiente, lo más preocupante es que actualmente en el Incaa existe una enorme subejecución presupuestaria. Sin embargo, creo que el problema viene de más arriba. Lo que pasa en el Incaa es un síntoma que tiene que ver con algo más grande, con la idea de que hay que ajustar hasta no se sabe qué, hasta que ya no quede más nada”.
Frente al reciente éxito del cine argentino en el Festival de San Sebastián y también en el de Biarritz, Francia, donde La Flor, de Mariano Llinás, obtuvo el Premio Especial del Jurado, Naishtat aclaró que “estas obras que están brillando ahora son películas que vienen desde antes. El cine es una industria de tiempos diferidos y lamentablemente, si todo sigue igual, vamos a empezar a sentir en dos años una merma en todas estas alegrías. Es difícil ser optimista en este contexto. Para no perder lo que tenemos hay que poner un alerta, sobre todo antes de que suceda una disminución en el éxito y la producción de películas nacionales”.
La subjecución presupuestaria en el Incaa fue de 421.384.335,51 pesos en 2016, mientras que en 2017 fue de 401.337.778,46 pesos. Todavía faltan conocerse los números de 2018, pero esta tendencia de ajuste pareciera seguir profundizándose. Estas cifras fueron suministradas por la Unidad de Transparencia del Incaa a un gran número de asociaciones del sector que hace poco más de un mes realizaron un pedido de información pública para tener acceso al estado de las cuentas, los gastos y los movimientos presupuestarios en el organismo. “Actualmente se está trabajando en una nueva medida para exigir el cumplimiento de la Ley de Cine”, adelantó la realizadora Andrea Testa, miembro del Colectivo de Cineastas, asociación que impulsa el recurso junto a ADN, DOCA, RDI, DIC y RAD, todos integrantes de la Mesa de Directores. Testa explicó que “el punto más fuerte de este recurso legal, al cual le estamos dando forma, es que la partida de créditos se ejecute, porque este año se ejecutaron cero pesos de una partida de 170 millones de pesos. El año pasado se dijo que no había más dinero y nos enteramos ahora que hay una partida que no fue ejecutada, lo cual significa que hay muchas películas declaradas de interés que no pueden realizarse”.
“Por otro lado –agregó– las autoridades lanzaron convocatorias de adelantos de subsidio extraordinario que no permiten que todas las películas con interés puedan acceder al financiamiento. Esas películas que en un sistema de créditos ya habrían cobrado el dinero que les corresponde ahora entran en un concurso. Pedimos que el Incaa siga dando créditos y cumpla una de sus funciones específicas. Estimamos que esas convocatorias van a dejar a 30 o 40 películas sin financiar, que pasarían a una lista de espera y se acumularían con las nuevas películas que están recibiendo interés ahora. Así se arma un cuello de botella con las películas que se van a producir en lo que resta del año y el siguiente”, advirtió.
Pero el ajuste en el Incaa no afecta sólo a la producción de películas nacionales, sino también al Festival Internacional de Cine de Mar del Plata (al que se le recortaron tres días), a los propios trabajadores del organismo (hay 260 empleados precarizados que podrían quedar sin trabajo a fin de año) y a otras actividades como Pantalla Pinamar, el Departamento de Cortometrajes y el Centro de Producción Audiovisual, que fueron disueltos de un día para el otro. El grosero recorte fue denunciado por el crítico de cine Diego Battle desde San Sebastián en redes sociales: “Tristes noticias llegan a diario sobre el Incaa. Recortes por todos lados. Subejecución presupuestaria. Deudas. Ajuste. Concentración. Productores enojados. Están vaciando un organismo autárquico y se están ‘cargando’ a buena parte del cine argentino. Tremenda capacidad de daño”.
En diálogo con Página/12 desde España, Battle explicó que todos los productores argentinos con los que conversó en San Sebastián “se quejaban por frecuentes atrasos en los pagos e inexplicables demoras burocráticas. Desde el lado de prensa, el Incaa ya no ayuda a los periodistas con pasajes para cubrir la presencia argentina en los festivales y se levantaron los auspicios a todos los medios. Están recortando por todos lados. Incluso le quitaron tres días al Festival de Mar del Plata, donde se eliminaron jurados paralelos y habrá muchos menos invitados. Se trata de un recorte feroz, mientras preparan una nueva edición del mercado Ventana Sur, que demanda mucho dinero y que parece un absurdo con semejante crisis, porque seguramente deberán recortar de otros lados para pagarlo”.
Por su parte, el delegado gremial Camilo Moreira Biurra, miembro de la Junta Interna de ATE-Incaa, señaló que “el ajuste y la degradación del ministerio de Cultura a una secretaría se siente con fuerza en el Incaa. Anunciaron hace un mes un nuevo organigrama que viola el espíritu de la Ley de Cine, que tiene entre sus principales objetivos fiscalizar y fomentar la actividad. Las gerencias de Fiscalización y Fomento fueron degradadas a subgerencias en un contexto donde las autoridades anunciaron que no hay más dinero para créditos, lo cual habla de un vaciamiento del organismo. Sumado a una subejecución de más de 820 millones de pesos en los últimos dos años, todo esto afecta directamente a las políticas de Fomento cinematográfico”.
Según Moreira Biurra, “los trabajadores del Incaa venimos sufriendo una quita permanente de funciones. Existe una disminución significativa de los programas, un vaciamiento de áreas que dejan a trabajadores sin tareas, poniendo en riesgo su continuidad laboral porque a 260 de ellos sus contratos les vencen el 31 de diciembre próximo. Para peor, crearon nuevas subgerencias y blanquearon a once subgerentes y 30 coordinadores que entraron por la ventana en el último año y medio, cobran sueldos cuatros veces más altos que cualquier trabajador y no saben nada de cine ni de gestión estatal”, señaló el delegado gremial.