PáginaI12 En Colombia
Desde Medellín
Cualquier resabio de formalidad que podría existir queda definitivamente archivado. Retumba el vozarrón de Ivo Díaz en el Orquideorama, y canta la triste historia del corazón destrozado de su padre Leandro, que aun siendo figura del vallenato colombiano no pudo conquistar el amor de Matilde Lina. Pero el sonido del vallenato no es lamento, provoca el baile, y así es como en el espacio del Jardín Botánico donde se escucharon tantas palabras y tantos análisis y tantas cuestiones relacionadas con el periodismo, ya no importa nada y se desata la fiesta. “Cuando Matilde camina / hasta sonríe la sabana”, repite Díaz el estribillo y el público ya abandona sus sillas y el mismo Jaime Abello Banfi, director general de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, lidera el bailongo y arenga a Ivo con que toque una más, otra más. Cuesta aceptar que el Festival Gabo 2018 (que convocó a 15 mil personas), empieza a ser pasado.
La tertulia de cierre sirvió para que Díaz, el escritor y académico Ariel Castillo y la música Marina Quintero dialogaran con el escritor y periodista Alonso Sánchez Baute para contar la historia de Leandro y su amistad con Gabriel García Márquez, cruzando el relato con las canciones, ejemplificando cosas como el epígrafe de El amor en los tiempos del cólera (“En adelanto van estos lugares: ya tienen su diosa coronada”) tocando “La diosa coronada”; en el mismo relato del amor no correspondido de Leandro por Matilde resuenan ecos de la historia de Florentino Ariza y Fermina Daza. Y el clip de dos minutos en el que se vio a Díaz cantando “Matilde Lina” sentado junto a Gabo en una peña fue un emotivo resumen de la noche, de la amistad del Nobel de Literatura y el músico –quienes murieron con apenas un año de diferencia– y de esas “Obsesiones de Gabo” que fueron uno de los ejes temáticos del encuentro.
La tercera y última jornada en tierra paisa mantuvo la intensidad y diversidad que caracterizó a todo el Festival. Los colombianos Javier Darío Restrepo y Jorge Cardina, la chilena Mónica González y los españoles Alex Grijelmo y Gumersindo Lafuente abrieron la mañana con el interesante debate que proponía El zumbido y el moscardón: desafíos éticos en el periodismo actual, y fue el comienzo de una programación en la que más de uno sumó metros y metros de caminata cruzando y volviendo del Botánico al Parque Explora, otra de las sedes. Allí, de hecho, hubo dos paneles que tuvieron su dosis extra de picante, que agregaron otras dimensiones a un panorama de por sí amplio.
Tras participar en otra mesa en el Orquideorama sobre el poder de la sátira periodística, Ingrid Beck –directora de Barcelona y activa militante de pañuelo verde– debió lidiar en la charla Más allá de lo virtual: el poder transformador de las redes sociales con una moderadora nada convencida de la necesidad de una ley de interrupción voluntaria del embarazo, que insistió un par de veces con la inconveniencia de mezclar ese reclamo con el de un freno a los femicidios. Beck hizo caso omiso y emocionó a la sala con el relato del surgimiento y crecimiento de Ni Una Menos, desde los primeros tuits hasta las marchas multitudinarias en el Congreso, de la militancia virtual a la acción real; las imágenes en pantalla ilustraron de manera indiscutible ese crescendo. A su lado, la chilena Francisca Skoknic dio detalles de su chatbot periodístico La Bot, y Alberto Herrera dio algunos ejemplos de cómo las peticiones de Change.org pasaron de la recolección de firmas a lo efectivo en México, donde 5 mil personas se manifestaron en la puerta de una radio para pedir la reincorporación de una periodista despedida por incomodar al poder de Peña Nieto. Ante el por momentos excesivo optimismo de Herrera, este diario aprovechó las preguntas finales para recordar que esa “transformación de las redes sociales” incluye a jugadores del otro lado, trolls y hostigadores de toda clase. “Por supuesto que eso también existe, pero no podemos dejar de hacer cosas: habrá que endurecer el cuero”, cerró Beck.
El panel siguiente en el mismo Teatro Explora, aun con la seriedad que suponía el título Censur@s de hoy: jueces, ciudadanos y algoritmos, tuvo un espíritu lúdico desde la elección de sus moderadores: fieles a su decisión de mantenerse anónimos, dos de los responsables del imperdible sitio satírico Actualidad Panamericana aparecieron y moderaron el diálogo con sus máscaras de gallina. Nada de eso le quitó dimensión al análisis sobre libertad de expresión en internet del experto colombiano Carlos Cortés y las miradas de Patricia Llombart –embajadora de Unión Europea en Colombia–, Viviana Bohorquez (abogada y creadora del canal de YouTube Las Igualadas, que discute temas de género) y el barcelonés Pere Rusiñol. El cofundador de Mongolia mostró al auditorio la portada de un número recopilatorio que fue hitazo en España –“Compre este número de Mongolia y vaya preso”– pero cuyos chistes, dijo, le desagradarían a él mismo si aparecieran en Twitter: “El contexto siempre importa”, dijo... y justo sucedió algo en el contexto de esa misma charla, cuando un grupo de estudiantes universitarios irrumpió y se ubicó en fila delante del escenario, con cinta adhesiva en los labios y carteles que aludían al déficit universitario y la falta de interlocutores para resolverlo. Cualquier semejanza con la realidad argentina no es casualidad.
Las ideas detrás del “scrollytelling” implementado por El Surtidor –ganadores del Premio Gabo en la categoría Innovación por Los desterrados del Chaco– y los retos del periodismo en la era #MeToo, con la presencia de Rebecca Corbett del New York Times; las maneras de enfocar y retratar la creciente xenofobia, en un momento en que proliferan las migraciones y el Presidente de la nación más poderosa del mundo alienta el discurso racista; el regreso de la rusa Masha Gessen tras su charla del primer día, esta vez para hablar de la diversidad sexual y la ética de las disidencias con el mexicano Guillermo Osorno y la colombiana Matilda González Gil; una charla de Claudi Carreras, curador de la impactante muestra Africamericanos, con la artista plástica Liliana Angulo, el fotógrafo Bruno Morais y el editor Angel Unfried; otro encuentro inolvidable protagonizado por un argentino, Marcos López, que –no podía ser de otra manera– fue mucho más allá del título original Las preocupaciones de un artista pop latinoamericano en el Museo de Arte Moderno; talleres intensivos, a toda hora y de todo tenor... y eso sin contar Los papeles de Gabo: originales inéditos, fuentes tipográficas y otras revelaciones, el recorrido por un auténtico tesoro conducido por el mismo Jaime Abello junto a representantes de la biblioteca Luis Angel Arango... en algún momento el Festival Gabo se sintió inabarcable, en el mejor de los sentidos.
“Este es el festival del periodismo que no está en crisis, del periodismo que tiene vitalidad, que tiene ganas de comerse el mundo, que no le tiene miedo a la tecnología sino que se apropia de ella, de una juventud que llega con ideas renovadoras”, dijo Abello Banfi a PáginaI12, poco antes de la tertulia final y a modo de balance. “Nacho Escolar, de Eldiario.es, lo resumió muy bien cuando habló de una ‘época promisoria’ en la que hay que empezar a enterrar los modelos que dejaron de funcionar, hacer adaptaciones pero pensar el periodismo de manera optimista. La prueba de esto es la vitalidad que tuvieron los trabajos finalistas del Premio Gabo, que abordan temas muy difíciles pero con mucha garra.”
–En cada categoría podría haber ganado cualquiera de los tres y hubiera sido igualmente justo.
–Es que para nsotros ganan los tres finalistas. Hay que elegir a uno que tenga el premio mayor, pero el tratamiento que les damos hasta el último minuto es que son lo mejor de la cosecha del periodismo iberoamericano del año.
–Es curioso porque se vieron muchos trabajos colaborativos, en contraposición a la clásica figura del periodista de investigación como lobo solitario.
–Hay un periodismo que muchas veces implica una colaboración no solo entre personas sino entre países, entre regiones, entre medios y entre proyectos y es magnífico, porque está dando resultados excelentes: hay pruebas no solo en América Latina sino en otros países de que es un buen camino para el futuro del periodismo, y para que tenga efecto e impacto, sobre todo cuando aborda temas con una complejidad que trasciende fronteras o que representan fenómenos estructurales complicados. Pero también está el periodismo de autor, como el de Joseph Zárate, ganador de la categoría Texto. Hay una gran diversidad que refleja vitalidad. No solo está la clave tradicional, una sala de redacción, una empresa periodistica, una marca: eso es parte del ecosistema pero no es lo único.
–Y no hay un absoluto reemplazo de la viejas formas, hay una convivencia.
–Tiene que ser así, y ojalá encontremos nuevas manera de consolidar la empresa periodística como matriz organizacional del buen periodismo, porque una buena empresa crea las condiciones para que el periodista se dedique más tranquilamente a su trabajo, proporciona medios y recursos para hacerlo posible. Pero tampoco podemos dejar de hacer periodismo por los problemas de la economía de las empresas. Se necesita el respaldo económico, la tecnología y los demás factores, pero también ese humanismo, esa vocación, las ganas, el ideal de servico público, de ambiciones creativas. El motor está en los periodistas.
Abello señala que “me encantó la presencia argentina en esta edición, fue muy bueno todo lo que sucedió” y afirma que no hay manera de parar, que ya diseña en su cabeza ideas para 2019. Pero eso puede esperar, al menos un par de horas: ahora es momento de vallenato. En el mismo Gabo convivía el defensor del buen periodismo y el fan de canciones con mujeres que hacían sonreír a la sabana. Porque las palabras y las teorías importan, pero nunca hay que olvidar la fiesta. Y Medellín lo fue. Otra vez.