Desestabilizando mercados

El FMI ha impulsado históricamente la liberación del tipo de cambio y la tasa de interés bajo el supuesto de que los mercados se autorregulan eficientemente a partir de la existencia de agentes “racionales” que conocen los precios de equilibrio de largo plazo. Sin embargo, John Maynard Keynes sostenía que los agentes económicos no pueden lidiar con la “incertidumbre fundamental” del mundo real apelando a cálculos de probabilidad como si la dinámica de la economía capitalista se asemejara a la ruleta de un casino o a un juego de dados. Efectivamente, los operadores del mercado no tienen la más remota idea de cuáles son los precios de largo plazo y, en contextos como el actual, ni siquiera los del día siguiente. Por tal motivo, necesitan apoyarse en determinadas convenciones más o menos estables que sirvan como referencia para la toma de decisiones. Cuando estas convenciones se quiebran, por ejemplo, en relación a la estabilidad cambiaria, el banco central debe intervenir y señalizar en tiempo y forma porque, de lo contrario, la transición puede tornarse en un proceso caótico y, eventualmente, indefinido. Dicho en los términos de Hyman Minsky, el rol de la política económica y la regulación macro-prudencial es la de estabilizar mercados inherentemente inestables.

A pesar de que el primer acuerdo con el FMI fracasó rápidamente, en gran medida, por las restricciones a las intervenciones vendedoras en los mercados spot y futuros, el segundo acuerdo continúa siendo más de lo mismo. Primero, la anunciada “banda de flotación” es un rango demasiado ancho para funcionar como referencia (brecha del 30 por ciento). Segundo, el BCRA estaría dispuesto a subastar (¿a qué precio?) solo 150 millones de dólares diarios si el tipo de cambio superase el límite superior de la banda. Por último, el ajuste diario de las bandas sugiere que el BCRA estaría persiguiendo un objetivo de tipo de cambio real. En otras palabras, el nuevo régimen no es más que una cláusula gatillo de modestas subastas a precios inciertos y que tendría por objetivo mantener estable el tipo de cambio real, cuando el verdadero problema es la incertidumbre sobre el tipo de cambio nominal.

A pesar de que la mala praxis ya dejó, en lo que va del año, una suba del dólar que supera el 100 por ciento y tasas de interés de corto plazo que superan el 70 por ciento, muchos ya se preguntan si todavía hay margen para que el tipo de cambio continúe subiendo. Sin dudas, la economía es cíclica y nada sube o baja para siempre. Por ejemplo, en 2002, el tipo de cambio se estabilizó después de acumular una suba semestral de 280 por ciento y cuando la tasa de interés llegó al 130 por ciento. Sin embargo, para ese entonces, Argentina ya había defaulteado la deuda y pesificado los contratos.

El riesgo de una espiralización de la devaluación y la inflación está hoy latente porque el problema de la deuda se encuentra en su máxima expresión. El gobierno de Macri aumentó la deuda pública denominada en moneda extranjera en manos de privados y organizamos internacionales de 73 a 150 mil millones de dólares, según los últimos datos oficiales de marzo. En una estimación gruesa, el gobierno terminaría su mandato en 2019 con un nivel que superaría los 200 mil millones de dólares (un crecimiento superior al 170 por ciento en solo cuatro años).

Por último, también se ha anunciado una meta de crecimiento nulo de la base monetaria. En realidad, no es más que la continuidad del rol no acomodaticio que el BCRA ha venido implementando desde que comenzó la crisis. La estrategia de provocar un estrés monetario para contrarrestar el estrés cambiario no solo no ha podido estabilizar el tipo de cambio, sino que viene comprometiendo seriamente la cadena de pagos. Por ello, poco y nada tiene que ver con un control de los agregados monetarios. Según la teoría post-keynesiana de dinero endógeno, la oferta monetaria no puede ser un objetivo operacional del banco central porque está determinada por la demanda de crédito y las decisiones de portafolio del sector privado. Dicho de otro modo, como la cantidad de dinero es endógena, el banco central debe enfocarse en diseñar una consistente política de tasas de interés y tipo de cambio que asegure la estabilidad macroeconómica.

* Estudiante de Doctorado en Economía, The New School for Social Research. Profesor de Economía, CUNY John Jay College.