PáginaI12 En Brasil
Desde Brasilia
Hubo abrazos y vivas de dirigentes del Partido de los Trabajadores a las 19 horas cuando los datos de boca de urna indicaron que Fernando Haddad, el heredero de Lula, había logrado un lugar en el ballottage contra el capitán retirado del Ejército Jair Bolsonaro. En el hotel donde fue montado el comando de campaña petista, en el centro de San Pablo, se desmenuzaba el resultado provincia por provincia para comprender lo ocurrido y definir que hacer. Dos horas más tarde se confirmaría el segundo turno con el 97 por ciento de los votos computados: Bolsonaro 46,6 por ciento contra el 28,6 de Haddad.
La democracia sobrevivió por un hilo, por ahora. El candidato de la ultraderecha estuvo a punto de ganar en la primera vuelta una elecciones anómalas en las que jamás hubiera ocupado el primer lugar si su rival hubiese sido Lula, el prisionero político más importante del mundo según Noam Chomsky.
El ex intendente de San Pablo Fernando Haddad, de 55 años y descendiente de libaneses, tendrá hasta el 28 de octubre para contener el aluvión neofascista.
Claro que el petista no arranca como favorito para el ballottage y seguramente será una nueva guerra política sucia.
Así fue desde que Lula anunció su desistencia a la candidatura el 11 de setiembre, cuando tenía el 40 por ciento de intención de voto, a través de una carta redactada en la Superintendencia de la Policía Federal de Curitiba.
Aquel 11 de setiembre Haddad fue proclamado candidato cuando las encuestas le daban alrededor del 5 por ciento de apoyo y Bolsonaro rondaba el 20.
De allí en adelante su primera tarea consistió en que los 147 millones de electores tomaran nota de que era el bendecido por el líder arrestado.
Lo logró en parte porque tuvo que lidiar con el partido de los jueces que se abocó a obstruirle su estrategia de comunicación a través de una serie de impedimentos en los que llegaron a prohibirle usar la consigna “Haddad es Lula”. En contrapartida, se autorizaba que Bolsonaro ofreciera un extenso y concesivo reportaje al canal de televisión de la evangélica Iglesia Universal, el mismo día que todos los candidatos debatían en la TV Globo. Este permiso violó la legislación electoral una vez más en perjuicio del petista.
Siempre calmo el ex intendente de San Pablo, electo en 2012 también con Lula como padrino, supo rehacerse de la severa derrota sufrida en 2016 ante el empresario derechista Joao Doria, un Bolsonaro’s boy que ahora intenta ser elegido gobernador de San Pablo.
Es un buen constructor de consensos políticos a diferencia de Bolsonaro que con su estilo de gatillero coacciona a sus socios. El primer paso posiblemente será construir una amplia alianza democrática como dique contra la ultraderecha.
Ayer dio el primer paso en ese sentido al votar en una escuela del sur de San Pablo cuando le tendió la mano a tres candidatos presidenciales que fueron sus colegas en el gabinete lulista la década pasada.
Haddad elogió al centroizquierdista Ciro Gomes, del Partido Democrático Trabalhista, a la ambientalista Marina Silva y al neoliberal Henrique Meirelles, un exejecutivo del Banco de Boston con interlocución en el mercado.
Ayer por la noche, poco después de confirmado el ballottage, Gomes anunciaba su anticipado respaldo a Haddad para la segunda vuelta.
En los próximos 21 días habrá unos seis debates cara a cara entre Haddad y Bolsonaro. Haddad es un cuadro con experiencia en la gestión de Estado con manejo fluido de datos como para dejar tartamudeando al capitán jubilado cuya especialidad es disparar consignas de efecto sobre temas como combate al delito y a la educación sexual en las escuelas (asunto por el que tiene una fijación patológica).