PáginaI12 En Brasil
Desde Brasilia
Libre mercado a punta de pistola. Jair Messias Bolsonaro venció con holgura las elecciones del domingo, en las que no logró ser electo por 4 puntos, enancado en una estrategia que combinó un discurso y acción neofascistas, con la formación de un campo de fuerzas en el que se aunaron banqueros, militares, policías, jueces y medios de comunicación. A fines de los años 90 declaró a un canal de televisión que era un defensor de la tortura y lamentó que la dictadura no hubiera asesinado a 30 mil opositores (ver recuadro). En diciembre de 2006, siendo diputado por Río de Janeiro, escribió un telegrama laudatorio al recién fallecido dictador Augusto Pinochet. En actos y entrevistas concedidos en los últimos meses declaró su apoyo a los policías que asesinan sospechosos en las favelas, el ametrallamiento de los petistas y guardó un silencio notorio ante la ejecución de la militante Marielle Franco, ejecutada con cuatro tiros en la cabeza por probables miembros de una “milicia” parapolicial de Río de Janeiro, estado donde ayer obtuvo una estruendosa victoria y su hijo Flavio fue elegido senador.
Bolsonaro se ríe de forma aparatosa, es un exparacaidista de 63 años en buen estado físico que gusta de los ademanes amplios, como levantar un trípode simulando que es una ametralladora para delirio de su público. Un dato, sus mitines son preferentemente masculinos, con una alta presencia de profesionales de la seguridad pública y privada.
Al capitán retirado le place que lo comparen con Donald Trump, pero esa analogía es imperfecta: su biografía y gusto por la sangre lo asemejan al presidente de Filipinas Rodrigo Ruterte, una referencia en materia de ejecuciones extrajudiciales. Ruterte es un tirano electo, como lo podrá ser Bolsonaro en el ballottage del 28 de octubre.
La puñalada que recibió el 6 de setiembre lo tuvo postrado durante 23 días en los que la cadena Globo y otros medios grandes (que no grandes medios) se valieron de su internación para hacerle campaña. Durante sus días de internación Bolsonaro tuvo el pretexto para evitar batirse a duelo con sus adversarios en los debates televisivos. Pero por él hablaron su candidato a vicepresidente, general Hamilton Mourao, y su postulante a ministro de Hacienda, Paulo Guedes, formado en la escuela de Chicago. El general y el economista dijeron que el aguinaldo es una excentricidad que tendrá que ser eliminada junto con las empresas del Estado, entre ellas Petrobras y el Banco do Brasil. Dos proezas ultraliberales que ni siquiera logró llevar adelante el liberal Fernando Henrique Cardoso.