Paciencia, sólo faltan diecinueve años de conocer al héroe, tal vez al último gran detective británico, al distinguido y filoso inspector Morse. Por estos días existe la oportunidad de explorar su juventud y sus inicios como policía, a través de la serie-precuela Endeavour, cuya nueva temporada estrenará hoy a las 22 la señal Film&Arts. Y la sorpresa es que el joven inspector Morse no era un muchacho idealista que fue agriado por la vida, sino que ya traía esa personalidad agria desde sus comienzos en la fuerza.

Ambientada en los años ’60, con constantes guiños de época y anclajes a sucesos políticos, sociales y hasta deportivos de entonces, Endeavour es heredera de los 33 telefilmes que en los ’80 y los ’90 dieron forma al clásico Inspector Morse. Y sostendrá como enigma invisible, subyacente y latente, todo el tiempo, en cada episodio y en cada crimen, cómo fue que este hosco y solitario detective, con tantos problemas para relacionarse con su entorno, logró convertirse en jefe de policía veinte años después. Bueno, dicinueve años después. Porque esta quinta temporada de Endeavour transcurre en 1968 y la primera de Inspector Morse fue fechada en 1987.

Tienta detenerse en ese paso del tiempo y en la comparación entre ambos actores protagónicos, el lozano Endeavour de Shaun Evans y el ajado Morse de John Thaw. ¿Acaso la década del ’70 le pasará por arriba al pobre inspector? Puede inferirse que diecinueve años en una comisaría no son gratis para ningún ser humano, y tal vez no sea más que un juego narrativo para seguidores (como aquel que lleva a los fans de Star Wars a preguntarse qué le pasó a Obi-Wan Kenobi, que en apenas diecisiete años narrativos dejó de ser el brioso Ewan McGregor y se convirtió en el anciano sir Alec Guinness).

Saltos temporales al margen, lo cierto es que Endeavour no es sólo una gran precuela sino también una gran serie. Es una gran serie policial, por lo convincente de sus enigmas y la estructura de sus casos (que mantienen un formato similar al de Inspector Morse, con episodios de más de una hora, cada uno, un virtual largometraje). Además, el espacio entre las generaciones, el traspaso de conocimientos y la tensión entre los que jóvenes que llegan, los viejos que se van y los jóvenes que no consiguen ni siquiera llegar a viejos, hacen que la pequeña y sombría comisaría de Oxford sea un espacio apto para lecturas (detectivescas o no) sobre la vida.

Mala onda y temperamental, a menudo equivocado y casi escaso de ambiciones, el joven Endeavour Morse tiene problemas para ascender e impulsar su carrera, y en las temporadas precedentes se ha encontrado a las órdenes de dos personajes maravillosos: el comisario Bright (Anton Lesser, quien fuera el viejecillo despreciable en Game of Thrones) y el adorable inspector Thursday (Roger Allam), todo un mentor, tipo cansado, violento y curtido, no bien de salud y siempre a un paso de retirarse, pero capaz de compartir sus problemas y experto en el arte de proteger -–no sin torpeza-– a los jóvenes. Y mientras la serie muestra cómo los mentores son humanos y también se equivocan, en esta temporada el propio Endeavour, que ya lleva cinco años en la fuerza, deberá hacer de tutor de un policía novato recién llegado a la comisaría. Esa relación parece preludiar la que, en Inspector Morse, el detective tuvo con el sargento Lewis; un vínculo -–el de mentor y subalterno-- que diera luz a Lewis, primer spin-off de este universo creado por Colin Dexter. Sin embargo, Endeavour aprenderá que ser mentor no es fácil... porque ni enseñar ni crecer son tareas fáciles. Y si hay factores humanos que estructuran a Endeavour como precedente de Inspector Morse, son precisamente el crecimiento y la madurez. Esa madurez que llega en puntas de pie, mientras uno está ocupado haciendo otras cosas (aquí, resolviendo crímenes), y que se convierte en un aliado misterioso de Morse en su proceso para ser leyenda.