Tulio de Sagastizábal presenta en estos días, en la galería Mar Dulce, la exposición “Trabajo de invierno”, una serie de obras que resumen su trabajo de los últimos años. Se trata en su mayoría de obras sobre papel de pequeño formato, salvo dos o tres, de formato mayor.
Según cuenta Linda Neilson, directora de la galería, “hace ocho años, cuando recién abrimos Galería Mar Dulce, Tulio nos prestó su (re)nombre y nos regaló una muestra que recorrió su producción artística entre el 2005 y el 2010”.
–La muestra está pensada casi como un “capítulo dos” o como “segunda temporada” de aquella de 2010.
–La idea de la exposición es que funcione como “continuación” de la muestra anterior y por lo tanto ahora presento trabajos que van de 2012 a 2018. De modo que es una pequeña antología de seis años de trabajo. A Linda se debe la selección y la curaduría. Mi propuesta fue la de preparar e incluir la pieza más grande de la muestra, que es un friso de diez obras y está exhibido en la vidriera de la galería.
–Si bien son obras pequeñas, a su vez la mayoría forma parte de unos múltiples, porque la estructura modular caracteriza tu trabajo de los últimos años.
–Esos múltiples están compuestos por obras tamaño A4 que llamo “coloramas”, porque son panoramas de varias filas de papeles que en total suman 44 o más obras, y en general las muestro sin enmarcar, colocadas directamente sobre el muro. Entonces Linda eligió “módulos” de cada serie para ser exhibidos separadamente de la “familia”.
–¿Cómo estás pensada esa modularidad?
–De forma aleatoria. No siempre los armos completos, a veces he mostrado fragmentos. Se trata de un registro hecho con mucha libertad de exposición, de modo que el relato se modifique permanentemente, porque nunca es presentado de dos maneras iguales: hay distintas alternativas.
–Además de mostrar obras sobre papel, hay obras realizadas sobre cartón entelado.
–Eso lo hice especialmente para esta exposición, que es una técnica que yo no retomaba desde 1974. De modo que es un recurso “estudiantil”. Muchos de mis alumnos trabajan sobre cartón entelado. Me gustó trabajar sobre ese material, porque tuvo algo de añoranza.
–¿Cómo apareció el título “Trabajo de invierno”?
–Se debe a un descubrimiento sobre mí mismo, mientras preparaba la muestra y Linda seleccionaba los trabajos. Sucede que cada año, cuando empieza abril y comienza de a poco el frío, me encierro a producir trabajos pequeños. En contraposición, durante el verano trabajo mucho en formatos grandes, haciendo esos polípticos. El verano pasado, por ejemplo, terminé una obra de más de tres metros. Hice otro políptico de 1,80 por 1,80; también pinté una tela de dos metros por uno cincuenta. Quizás en el verano pinto en formatos mayores porque los días son más largos, abro todas ventanas del taller; la puerta que da al patio, circula más aire, tengo más energía. Por supuesto ni el verano ni el invierno son excluyentes en cuanto a formatos, pero sí noté una tendencia.
–Tal vez en el cambio de formato hay cambios en relación con el detalle. En el gran formato se pierde el detalle y en el pequeño, la imagen se condensa y aparece el detalle.
–El pequeño formato tiene de por sí una naturaleza intimista, quizás por una cercanía con el trabajo artesanal. Trabajo sobre una mesa alta, para no tener que estar inclinado, poder pintar parado y lograr así mucha concentración. Se pasa la tarde y sigo con el mismo “trabajito”, sobre la misma obra. Porque no por ser obras de formato pequeño son de ejecución rápida.
–A su vez, las obras pequeñas no sólo son módulos de obras de mayor formato o de series, sino que cada obra chica muestra internamente cierta secuencialidad.
–Es así y sin embargo no hay una diferencia radical entre las obras de gran tamaño y las pequeñas. La diferencia está en el procedimiento y en la manera en que uno se vincula con la obra. En mi caso, como trabajo con la pintura bastante líquida, coloco la tela acostada, pero luego estoy llevándola y trayéndola, para tomar distancia y verla sobre la pared. Y en el trabajo sobre papel aparecen técnicas diferentes, uso mucho el gouache, que tiene un grado de saturación y una potencia en el color que me gustan mucho. Es más denso que la acuarela y como los pigmentos son más puros, siento que tiene más calidad y permite mayor pureza del color. El color es muy emocional para mí, puedo usarlo matizado, sin mucho planeamiento, de un modo más bien improvisado.
–¿Para vos hay algún tipo de tensión entre la pintura abstracta y la figurativa?
–Mi última muestra figurativa fue en 1995 y mi primera exposición de pintura abstracta fue en 1997. Y fue en la época de auge de cierta abstracción de los amigos que exponían en la galería del Centro Cultural Rojas: Graciela Hasper, Fabián Burgos, Alfredo Londaibere, entre otros. Yo tenía cierta amistad con Gumier Maier e iba a todas las inauguraciones. Me sentía muy cerca de esa pintura. Me encantaban las pinturas de Siquier y de Pombo. Pablo Suárez estaba también ahí. Y yo enseñaba con Pablo Suárez. Muchos años después descubrí que mi propio abstraccionismo tuvo mucho que ver con aquello. Esa movida tuvo un carácter celebratorio, que fue lo que me “contaminó”. Para para mí la abstracción fue un devenir, no una cuestión de principios. Y por supuesto se trata de una celebración de la pintura, no de otra cosa.
* En la galería Mar Dulce, Uriarte 1490, de martes a sábados, de 15 a 20, hasta el 27 de octubre.