Con un concierto que por originalidad y eficacia expresiva resultó formidable, Uri Caine culminó el domingo su residencia en la Usina del Arte. Al frente de un quinteto conformado con músicos de Buenos Aires diestros en los estilos del tango, el pianista y compositor norteamericano presentó Tango Project, el trabajo realizado durante la última semana, en el que montó una serie obras compuestas especialmente para la ocasión, por encargo del centro cultural de La Boca. Junto a Juan Pablo Navarro en contrabajo, Violeta García en violoncello, Sophie Lüssi en violín y Federico Siksnys en bandoneón, Caine abordó el desafío de acercarse a una música de la que poco conocía, para hacer del desprejuicio el punto de partida. El resultado fueron diez obras que en la riqueza de sus vertientes y en la propiedad de la ejecución terminaron de definir una identidad que podría sonar local en varias ciudades del mundo, incluso Buenos Aires.
Para alguien que supo sumergirse en las profundidades de la música de Mahler, Schumann, Wagner, Bach y Scarlatti para de ahí reelaborar lo elemental; o que también indagó el klezmer y el funky y atravesó el jazz en muchas de sus formas; o que además se formó en composición con George Rochberg, uno de los grandes cultores del collage y la cita en el siglo XX, acercarse al tango puede resultar un paso natural. Incluso hasta podría presentarse como la materialización de un gesto cumplido antes, muchas veces, de manera inconsciente.
Las obras que Caine mostró destilaban mucho de eso, pero sobre todo dieron cuenta de un compositor que más allá de ser capaz de escuchar los expedientes clásicos del género y elaborarlos con propiedad, dejó que su música se exaltase en el asombro de la ejecución. Por sobre los conceptos orquestales del género, los yeites instrumentales, el apelo al contraste expresivo –a veces con humor, otras como drama–, y el delicado velo kistch que protege a los mejores tangos, Caine escribió música marcada por las más variadas influencias para cinco solistas, que respondieron con solvencia y agregaron mucho de lo propio para completar lo que quedará como una travesía particularmente interesante para el tango.
La semana de Caine en Buenos Aires tuvo otros momentos atractivos y diversos. El sábado, en la sala grande de la Usina del Arte, el pianista se presentó con un trío que se completó con Mark Helias en contrabajo y Clarence Penn en batería, músicos con los que desde hace tiempo comparte el arte del trío, entre la recreación de standars, música propia e improvisaciones libres.
El viernes, como parte del ciclo “Lontano” del Centro de Experimentación del Teatro Colón, Caine ofreció un concierto de piano solo. El ámbito intimista de uno de los sótanos del gran teatro lírico, con el piano en centro del círculo formado por el público, resultó un escenario óptimo para que Caine desplegase la interpretación de sus escuchas como músico. Entre la deconstrucción, la reelaboración, la parodia, la cita, el collage y otras formas de prolongar músicas, el intérprete transitó variedades, poniendo en juego un estilo pianístico robusto y un universo armónico con particular riqueza con el que fue organizando los distintos procedimientos.
Si ante standars clásicos como “Round Midnight”, por ejemplo, la estrategia pasaba preferentemente por ir desde afuera hacia adentro –es decir, desde la abstracción hasta el corazón del motivo principal–, con el Mozart del “Rondó alla turca” Caine apeló entre otras cosas al desarrollo rítmico en busca de que ese elemento “turco” fuera más que una anécdota del gusto por el exotismo del siglo XVIII, en un marco armónico atractivo y un tratamiento instrumental superlativo. Fue prodigioso lo que el pianista cumplió sobre la música de Mahler, en el segmento inicial del concierto. Las sugestivas elucubraciones dejaron escuchar a una especie de Mahler después de Mahler. En otros momentos, cuando brotaba crudo y elemental en el registro agudo el motivo del “Adagietto” de la Quinta Sinfonía, se escuchaba, más que el aura trágica, una matriz de melancolía popular. El reverso de lo anterior, algo así como Mahler antes de que fuera de Mahler.
Con tres conciertos que fueron tres proyectos diferentes, Caine pasó por Buenos Aires. Y así pudo escucharse a uno de los músicos importantes de estos tiempos, siempre en estado de experimentación, que desde la escena del jazz internacional proyecta su voracidad hacia las más variadas latitudes.