La transformación de un rumor en un hecho es un fenómeno que, con el tiempo, se ha ido sofisticando hasta el punto de llegar a dominar buena parte de la opinión de la gente. El rumor tiende a la insidia porque busca introducirse en la zona reservada de las emociones. Las emociones tienen un elemento de irracionalidad que, cuando se sienten afectadas pueden reaccionar de maneras muy agresivas. Los rumores relacionados con lo religioso tocan aspectos profundos e inconscientes que provocan perturbación o amenaza. Lo que pasa en la política hoy es un ejemplo muy claro de toda esta situación, de un rumor que se transforma en hecho real. Este tipo de experiencia, se debe recordar, ha estado presente en toda la historia humana, y con todos los desarrollos tecnológicos no solo mantiene sus principios sino agudiza su sofisticación y llega a producir mayor vulnerabilidad.
En su tiempo, Joseph Goebbels, ministro para la Ilustración Pública y Propaganda de Adolf Hitler, estaba convencido que “por regla general la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigarse en actitudes primitivas”. El manejo de los resortes más vulnerables de los seres humanos se mueve hoy con despiadada voracidad. Como señala el autor sueco, Stieg Larsson, en uno de sus novelas: “El arte de la seducción siempre consiste en dar con los puntos débiles de los seres humanos”.
El rumor llega a convertirse en hecho real porque ha conseguido utilizar todos los rincones vulnerables en el ser humano. En esta atmósfera de saturación comunicacional degradante, el semiólogo francés, Roland Barthes recordaba que “lo que caracteriza a las sociedades consideradas avanzadas es que tales sociedades consumen en la actualidad imágenes y ya no, como las de antaño, creencias; son más liberales, menos fanáticas, pero también más “falsas” (menos “auténticas”), cosa que nosotros traducimos por la confesión de un tedio nauseabundo, como si la imagen al universalizase, produjese un mundo sin diferencias: eliminemos las imágenes, salvemos el deseo inmediato (sin mediación).
¿Cuál es el objetivo que se esconde detrás de un proceder gubernamental que deprecia la política, haciéndola un juego de animación mientras se esmera por difundir rumores de todo tipo que pujan por convertirse en hechos? Cuando la expresión política adversa se torna peligrosa, es necesario acudir al “ruido” que es justamente el origen de la palabra rumor. La información se hace un ruido continuado y confuso. Todo pasado se torna en descalabro social que hay que abortar para evitar terminar en un feroz apocalipsis. Es hora de la reparación, pero a un inevitable alto costo.
Mientras las fuerzas económicas dominantes se adueñan del poder, cada acción apunta al afianzamiento de ese poderío. Saben que para apelar a la seducción de sus manifiestos fines tienen que embellecer sus inhumanas decisiones. Ejercitan la magia de hacer invisibles sus desmanes. Se muestran dolidos por los sufrimientos de los pobres esperando que ellos lo reciban como señal solidaria, mientras comienzan a proceder con los inevitables ajustes. Y aquí entra su más desalmado rumor: el futuro venturoso que es siempre una promesa que se repite, se renueva y se alarga en el tiempo. Como ciertas esperanzas religiosas anuncian que un día se va a poder gozar de un reino de abundancia.
¿Cuánto se puede sostener una esperanza que nunca llega? Hay quienes esperan lo que G. García Márquez en “Cien años de soledad” pone en boca de uno de sus personajes, la claudicación más inhumana: “Llegó a ser tan sincera en el engaño que ella misma acabó consolándose con sus propias mentiras”.
¿Se llegará a esta total degradación? Algunos lo esperan y otros lo desean. Pero se recuerda que con la rebelión nace la conciencia. Desde la oscuridad de la cruel guerra civil que sacudió a España y tronchó su vida, el joven poeta Miguel Hernández parece seguir reclamando: “Quien se para a llorar, quien se lamenta contra la piedra hostil del desaliento, quien se opone a otra cosa que no sea el combate, no será un vencedor, será un vencido lento”.
* Comunicador. Ex presidente de WACC.