Al Sur del mundo, sin grandes industrias ni tecnologías, el futuro más auspicioso para el mundo del proyecto es el que emparenta a la artesanía con el diseño. Un binomio que genera empleo, perpetua los oficios artesanales y rescata nuestros acervos materiales e inmateriales.
Es por este motivo que el próximo jueves, 11 de octubre, en el marco de la Semana del Diseño, la tienda del Museo Malba presenta una colección de piezas que surge como resultado de un taller de diseño experimental de tres días de duración donde once diseñadores –Ana Wasserman, Eugenia Foguel, Rosaura Flynn, Ana Fernández, Eugenio Paz, Nacho Fabio, José Domímguez, Iván Lopez Prystajko, Matías Pérez Fichera, Juan Pablo Cambariere y Hernán Ohashi– dieron vida a nuevas piezas, reusando artesanía de organizaciones sociales emblemáticas del comercio justo como Arte & Esperanza, Siwani, Silataj, Red Puna y de la comunidad de randeras de El Cercado de Tucumán. El lanzamiento forma parte de una iniciativa mucho más grande, el Programa Artesanado Argentino, que tiene como objetivo la generación de empleo a través del saber hacer artesano.
El objetivo del workshop fue promover el diálogo e intercambio a través de piezas intervenidas o re-significadas en nuevos usos para ampliar los circuitos clásicos de la artesanía, como puede ser la tienda de un museo. Una operación dinámica de diseño que pretende sumar otros caminos posibles para estos nuevos escenarios de diálogo entre técnicas ancestrales con otras más contemporáneas. Los artesanos, siempre necesitados de ajustar sus productos a las demandas del mercado para que puedan vivir de lo que aman, perpetuando su don. Del lado de los diseñadores: poder ‘conocer para reconocer’ y tomar contacto con técnicas y materiales propios de nuestra identidad desconocidos muchas veces por ellos en su formación.
Así se trabajó con verdaderos tesoros materiales argentinos: tejidos en chaguar, fibra vegetal original de nuestro territorio y única en el mundo (bromelia del monte del que extraen las fibras que transforman en hilos y luego tiñen con corteza, hojas y frutos de forma totalmente sustentable) propia de la comunidad Wichi; cestas de carandillo de la comunidad Pilagá, madera de palo santo, lana de llama y randa tucumana, un encaje muy particular que bordan desde hace décadas las mujeres.
¿Los resultados? Ampliando los usos de la randa, desde lámparas colgantes en base a diferentes composiciones con iluminación led a originales cuellos que se aplican sobre el cuerpo con cierres de plata.
En madera de palo santo, la línea Rama de bandejas con base de madera y agarres en versión tronco realizados en fundición de aluminio. Buena metáfora en alusión al respeto que tiene la comunidad wichi por sus recursos naturales y su entorno al usar madera ‘campana’ obtenida sin tala. Además de una familia de robots y animalitos que ofician de contenedores con manijas diseñadas pensando en la simbiosis entre los wichis y su entorno, particularmente con la enorme variedad de aves acuáticas del Chaco américano.
En chaguar fue hecha la luminaria de pie que da cuenta del uso primitivo de esta fibra, que en la comunidad era para confeccionar las redes de pesca. El diseño utiliza una caña antigua como pie y tanzas para el cableado, siendo su pantalla obviamente de red de chaguar. La fibra también inspira una colección de aros y collares.
Al reutilizar cestería en carandillo de la comunidad formoseña Pilaga, crearon una familia de veladores de distintos diseños y tamaños. Por último, las llamas de lana ganaron nueva vida al transformarse en juguetes rodadores, mientras que las tulmas (una especie de pompones en fieltro) se convirtieron en muñecos.