Durante casi dos décadas, Valeria Cini recorrió los diferentes lesboescenarios porteños y se convirtió en una de sus íconas musicales más representativas. Esta cantante, también integrante del grupo folk Sentime Dominga, en estos años ha impreso en las retinas de sus seguidoras un característico look dark: telas y cueros negros, el cabello corto y abundante, a lo Jim Morrison, una cadena gruesa colgándole del cuello como una suerte de collar BDSM, que la dibujante Maru Pensa supo resaltar en el retrato de tapa de su quinto disco, Buen gusto y malas costumbre (EH! Discos). Por momentos, esa imagen metalera contrasta con lo balsámico de su voz, pero en otros coincide: quien la ha visto cantar, vio también sus venas hinchadas en un agudo, bajo los eslabones plateados, a punto de estallar. Desde aquellos shows en el histórico restaurante Frida Kahlo a comienzos del 2000, hasta el espacio de Caras y Caretas, donde el 18 presentará su nuevo trabajo junto a María Pien y Mariana Paraway, Valeria viene trazando un camino personal, afinadísimo, hecho con algo del mal humor adecuado para una star rock, y mucho, pero mucho de elegancia poética.
El título Buen gusto y malas costumbres parece sintetizarte bastante bien a vos…
–(Risas.) Quisiera que vos me resumieras porqué decís eso. A mí me lo dijo mucha gente y me resulta muy divertido.
¿Qué?
–Que el nombre me representa. En realidad, el nombre maduró con el disco; un día lo soñé. Me pasa mucho: entre sueños, me vienen las ideas. Quería algo que resumiera eso que yo sentía: darle a las versiones de temas de otros una pátina como de punk, pero que mantuvieran su esencia, su belleza (que siempre es relativa). La mala costumbre es del ascendente en Acuario, salir del lugar común. Ser un poco outsider. Cuando era chica solía decirle a mi mamá que no me reconocía en este mundo.
¿Outsider? ¿En qué sentido?
–Podría verse desde muchos lugares. Outsiders podríamos ser lxs artistas independientes, los sellos que salen de la comercialización industrial. Ese es un modo, luego hay otras formas. En la creación a veces estoy buscando romper para no caer en algo que no sea todo el tiempo igual, cuando ves que algo funciona no repetirlo. La primera vez que escuché esa palabra fue en un disco de Patty Smith: Por fuera de la sociedad donde quiero estar, decía.
¿La disidencia lesbiana lo sería?
–No sé si las lesbianas lo son per se. Hay una disidencia sexual. Hay tortas que son tortas y no ejercen. Pero en general podemos andar mordiendo la banquina de lo outsider. En cierto aspecto, una torta ya por serlo lo es, de la heteropatriarcalidad.
Hay un tema en especial que venís cantando hace mucho, “Guaraña de las luces”, ese ya hizo suspirar bastantes chicas en tus recitales…
–Me hacés reír mucho. Eso no sé si tiene que ver con la guaraña, porque “Canción épica” ha sido muy provocativa también. La guaraña es un estilo musical paraguayo, se toca con un harpa más chica que la que se usa en los conciertos. No es una guaraña clásica la mía, ni quiso serlo. Tiene un harpa chiquita al comienzo y varias guitarras. Es una canción donde suena algo de acuático, te lleva al espacio subtropical. Componerla fue haberme soltado y entender por dónde pasa mi escritura; se abrió una especie de dique. La compuse después de haber vivido un tiempo en París, que es la ciudad de las luces. Creo que sintetiza ese tiempo de distancia y la conexión con la música latinoamericana.
¿Pensás que desde la música esté cimentándose parte del discurso de la resistencia en Latinoamérica?
–Cualquier forma de arte o de vida lo es. En este momento estamos resistiendo todes, pero por supuesto que la música, la poesía, el teatro o la danza lo son. Hay distintos órdenes para expresarse en la música, hay algo más explícito o panfletario. Sucedieron lxs cantorxs de protesta de la guerra del Vietnam, por ejemplo. Hay canciones más explícitas, pero también distintos modos de contar.
Entre las canciones que no son tuyas y componen el disco, elegiste versionar “Casamiento de negros”, de Violeta Parra…
–Si bien conozco muchas canciones suyas, “Casamiento de negros” me eligió a mí. Me resulta fuerte y provocadora. Violeta tiene muchas imágenes en sus canciones, esta cosa del casamiento de negrxs, por ejemplo, donde era todo negro y no había ni para prender una vela. Es terrible. No hay ni para celebrar ni para ritualizar la muerte. Lo que está bien, humanitariamente, es la disidencia. Las personas que pensamos como Violeta no tendríamos que ser llamadas así. Disidente debería ser quien discrimina. Estoy shockeada con lo que está pasando en Brasil, la gente esa cantando que con Bolsonaro van a matar a los putos…
Algunas canciones del disco son homenajes a otras mujeres, algunas lesbianas. ¿Es así?
–“Río” es un homenaje a Virginia Woolf, habla de ella en el momento en que está entrando al río. Quién, tiene fragmentos de dos poetas, la argentina Susana Thénon y de la brasilera Ana Cristina César.
¿Por qué, según una de tus letras, es pornógrafa la poesía?
–Si me pongo literal, hay ciertos modos de la poesía que me resultan excitantes. Cierta voluptuosidad en los versos, en ese sentido sí. Y en algunos ambientes es como si eso estuviera resaltado, según cómo sea la performance. Pero creo que la poesía es incitadora, siempre. l
Presentación oficial: jueves 18 de octubre a las 21, en Caras & Caretas 2037, Sarmiento 2037.