Dos adolescentes se desvisten junto a la cama. Ella dice “dale, te ponés’”, y él responde “no vas a quedar embarazada, no pasa nada”. En el plano siguiente, una médica con un estudio en sus manos mira a la cámara y afirma que “sí, pasa”. En diferentes locaciones –dentro de una carpa, sobre un sofá, acostados en la cama– las secuencias se suceden con la misma lógica: la chica o el chico afirman que no va a pasar nada porque “estoy indispuesta” o “salgo antes”, y otro miembro del equipo de salud dirá serio a cámara que “sí, pasa”.
El spot del Plan Nacional de Prevención del Embarazo No Intencional en la Adolescencia fue presentado en las redes sociales del presidente Mauricio Macri el martes 2, y antes de que sus 45 segundos llegaran vía pauta oficial a la pantallas de TV, comenzaron a lloverle críticas. Es que cuando entre sábanas la joven dice “no pasa nada, tengo el DIU” y el posterior “ah, entonces no pasa” de una médica con barbijo y cofia, se desataron los cuestionamientos de especialistas en salud adolescente, sanitaristas y militantes del movimiento feminista.
La observación más tajante tiene que ver con que luego de muchos años de que las políticas públicas priorizaran el uso del preservativo como método para evitar los embarazos no deseados y simultáneamente las infecciones de transmisión sexual, la pieza comunicacional pone el eje en el DIU como método anticonceptivo, siendo que media bliblioteca continúa sosteniendo que ese dispositivo no es el más indicado para adolescentes que aún no han tenido hijos.
Adicionalmente, quienes objetan la campaña señalan la pérdida de la oportunidad sanitaria de estimular el uso del preservativo entre adolescentes y jóvenes, en medio del preocupante aumento de las tasas de enfermedades de transmisión sexual como la sífilis, que actualmente atraviesa a diferentes estratos sociales y grupos etarios sin que ninguna estrategia oficial asome en la horizonte para contenerlo.
Por si fuera poco, el papel secundario en el que son situadas las mujeres que aparecen en el spot refuerza la postura machista en la que la demanda de cuidado no es mutua ni compartida, recayendo en ellas la preocupación por la protección y en ellos el goce pleno.
La pieza comunicacional no se corre un ápice del discurso médico hegemónico, porque son ellos los únicos que indican lo que debe hacerse “cuando pasa” y “cuando no pasa”. Un enfoque algo más progresista podría haber mostrado también a los propios adolescentes recomendando cómo cuidarse a partir de su propia experiencia.
Para Leticia Ceriani, ex directora de Medicina Comunitaria del Ministerio de Salud de la Nación e integrante de la Fundación Soberanía Sanitaria, “con los preservativos ha pasado lo mismo que con el resto de los métodos anticonceptivos: las políticas de ajuste del gobierno nacional también cayeron sobre ellos, con lo cual no se los está priorizando como herramienta de prevención. Y en paralelo a esto se está viendo un aumento de casos de sífilis congénita que claramente tiene que ver con su no uso, por lo cual el mensaje que transmite el spot es grave. No estamos en una situación en la que se pueda priorizar algún otro método por sobre el uso del preservativo”.
En cambio, la ex titular del Programa Nacional de Salud Reproductiva y Procreación Responsable entre 2013 y 2015, Adriana Alvarez, opina que la iniciativa es positiva “ya que el menos intenta visibilizar una problemática para la cual yo no tuve el apoyo y los recursos que permitieran implementar una campaña masiva preventiva”.
La especialista, que actualmente continúa en el trabajo asistencial hospitalario y desde la Fundación “Mujeres x Mujeres” de Tucumán, agrega sin embargo que en el spot “debería haberse estimulado el doble método de prevención con el preservativo, dado el aumento de las enfermedades de transmisión sexual, principalmente la sífilis”.
Ruben Trepichio, presidente de la Asociación de Medicina General de la provincia de Buenos Aires, considera que el enfoque de una campaña de comunicación debe basarse en ejes más integrales. “En momentos como estos, cuando se ven aumentos progresivos de enfermedades como sífilis y VIH, lo mejor sería promover con más énfasis el uso simultáneo del preservativo con otros métodos anticonceptivos y fomentar espacios de problematización y consejería para adolescentes en forma integral, con una mirada inclusiva desde la diversidad sexual”.
Desde el nivel de la atención territorial, el especialista propone pensar las intervenciones desde el cuidado integral según grupos de edad como la salud en la niñez, la adolescencia, la mujer, el adulto y el adulto mayor, “ya que los enfoques programáticos verticales no solo fragmentan al sujeto sino al sistema de salud”.
El Plan Nacional de Prevención del Embarazo No Intencional en la Adolescencia es una iniciativa del gobierno nacional en la que confluyen las áreas de Desarrollo Social, Educación y Salud. Sus objetivos son “sensibilizar sobre la importancia de prevenir el embarazo no intencional en la adolescencia, potenciar el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos en la adolescencia, brindar información sobre salud sexual y reproductiva y métodos anticonceptivos en forma gratuita en los servicios de salud y fortalecer políticas para la prevención del abuso, la violencia sexual y el acceso a la interrupción legal del embarazo según el marco normativo vigente”.
Pese a esa enumeración de buenas intenciones, la inversión nacional para la compra de preservativos y anticonceptivos está en picada desde 2016, lo que obliga a las provincias a stockearse de esos insumos con el esfuerzo de sus alicaídos presupuestos. Eso acentúa la inequidad entre ellas, porque los volúmenes de compras varían según las jurisdicciones, algo que provoca que las menos favorecidas económicamente deben pagar precios más altos. Así acaba de demostrarlo “A qué precios” –un monitoreo de compras públicas en salud realizado por Chequeado, la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia, La Nación Data y la empresa Altec–, que alertó que entre los programas del ex ministerio de Salud que distribuyen preservativos, “en 2016 se repartió solo el 20 por ciento de lo previsto, 18,4 de los 93,7 millones. En 2017 se esperaban entregar 113 millones, de los cuales se distribuyeron 42,7 millones, un número mucho mayor que el de 2016 pero todavía bajo si se considera que equivale al 42 por ciento de lo previsto”. El estudio resalta que en 2015 “se habían repartido 52 millones de preservativos”.