¿Qué pasa si seguimos creciendo a la misma velocidad? ¿Alcanza la Tierra para tanta gente o será necesario migrar a otros planetas? Estas son algunas de las preguntas que el investigador del CONICET Jorge Paz, se propuso responder en su reciente libro ¡7500 millones de personas! ¿qué es y para qué sirve la demografía?, editado por Siglo XXI y parte de la colección Ciencia que ladra.
En diálogo con Universidad, el Director del Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Salta, profundizó acerca del valor de las estadísticas vinculadas a la evolución de la población para el diseño de las políticas públicas. A su vez, destacó la necesidad de buscar lenguajes accesibles para hablar de ciencia, además de animarse a anticipar cuáles serán los problemas y los desafíos de Argentina en 2050, donde las ciencias sociales ocuparán un lugar central para pensar las mejores formas de organización social.
Te especializás en el estudio demográfico de las poblaciones, y la primera pregunta que surge es ¿cuál es el aporte que puede hacer la demografía en el diseño de políticas públicas que mejoren la calidad de vida de las personas?
Los conocimientos que emergen de la investigación demográfica pueden aplicarse en diferentes instancias de la vida política y social, desde plantear políticas públicas todavía no existentes, hasta mejorar varias de las que ya están en marcha. La demografía abarca temas tan importantes y diversos como el envejecimiento, la mortalidad general, infantil y materna, la fecundidad, la salud sexual y reproductiva, las migraciones y todo lo que tiene que ver con las proyecciones de población. Pone números a todos estos fenómenos y los convierte así en problemas que tienen una magnitud, sobre los cuales se pueden fijar metas deseables y monitorear los avances logrados por las acciones de los Estados (…).
Pensemos que hace muy pocos años, la mayoría de los demógrafos más importantes del mundo estaban aterrorizados con las consecuencias de la entonces llamada “explosión demográfica” y estaban pensando políticas para contenerla. Hoy nos preocupa el despoblamiento de algunos países del mundo y estamos pensando políticas de promoción de la fecundidad de las migraciones. Ahora tenemos que pensar políticas para un mundo cuya población se va a estabilizar en torno a los diez mil millones, que tendrá una fecundidad y una mortalidad baja, y en la que será cada vez más fácil moverse en el territorio de lo que lo era en el pasado.
En este mundo demográficamente equilibrado entre sexos, en el que de cada cien personas hay -poco más, poco menos- cincuenta hombres y cincuenta mujeres, habrá que pensar que tienda a igualar los derechos de ambos. Eso nos permitirá aprovechar el enorme reservorio de fuerza laboral femenina que permanece en sus casas haciendo labores, si bien importantes, de baja productividad relativa.
¿Por qué creés que tu libro tuvo tan buena repercusión? ¿Considerás que la divulgación cumple un rol importante dentro de la labor científica?
Nadie queda afuera de los temas que se abordan en el libro, entonces te sentís identificado y pronto queres saber qué explicaciones da la ciencia demográfica a temas sobre los que pensás todos los días: la muerte, tus hijos, tus padres, tus desplazamientos territoriales o migraciones que realizaste a lo largo de tu vida, etc. Y como está escrito en un lenguaje coloquial y accesible, la lectura se hace fluida. Ahí está, creo, la importancia de esforzarse en transmitir resultados de la investigación. La divulgación científica es muy importante para facilitar el acceso del conocimiento a la fracción de la población interesada en estos temas, y que se ha especializado en otras áreas (…)
¿Cómo imaginás a la Argentina de los próximos 30 años? ¿Y a la universidad y el acceso a la misma?
En ese momento, 1 de enero del 2050, ya habrán pasado más de diez años de los compromisos asumidos en Naciones Unidas de lograr pobreza cero, igualdad de género, educación de calidad, menor desigualdad económica, mejora de la calidad de los empleos, entre tantos otros. Quiero ser optimista e imaginarme una Argentina sin pobreza y con los derechos de los grupos vulnerables y de las minorías recuperados finalmente.
Me imagino también una Argentina muy automatizada y robotizada, en la que más de cincuenta de cada cien empleos que vemos hoy (…) ya no existirán. Seguramente habrán llegado a nuestro país muchos asiáticos y africanos, viviremos probablemente entre cinco y diez años más de lo que vivimos hoy, y tendremos menos hijos. Seremos un poco más ricos y, probablemente, el ingreso de la población esté más desigualmente distribuido.
Me imagino una universidad con un amplio acceso, al menos al ciclo básico. Esto por la necesidad que surgirá de un sistema productivo que necesitará médicos e ingenieros que conozcan más de estadística y cálculo numérico para trabajar con los robots que le ayudarán a lograr mejores diagnósticos y soluciones a los problemas de la gente. En esa Argentina automatizada y robotizada, la universidad cumplirá un rol central para conectar las personas al sistema productivo (…) En ese sentido, el rol que deberán cumplir las ciencias sociales será central para pensar y trabajar en las mejores formas de organización social, y no solamente las mejores maneras de ayudar a las máquinas y a los robots a hacer sus tareas.
¿Qué debemos hacer hoy para poder atender las demandas de nuestra población? ¿Qué oportunidades tenemos en términos de desarrollo?
Primero y principal, asumir que en el país tenemos más de diez millones de personas pobres y que, de esos diez millones, cinco millones son niñas y niños. Lo primero y lo más urgente, entonces, es sacar a esa población de la pobreza. Ese es el desafío más importante. El segundo, es asegurarles una nutrición y una educación adecuadas y de calidad. Es decir, una transición a la adultez que les permita llegar preparados para los desafíos que les impondrá el mercado de trabajo (…).
Seguramente, estaremos colonizando el planeta Marte y se estarán discutiendo los problemas geopolíticos provocados por la nueva configuración del mundo, con muchos asiáticos y africanos, casi ningún europeo y un poco más de latinoamericanos.
Lo que debemos hacer, creo, es no perder la sensibilidad ni dejarnos abrumar por el egoísmo y por el narcisismo al que nos conduce la actual organización social y política. Deberíamos lograr (…) ser capaces siempre de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia realizada contra cualquier ser vivo, incluida la especie humana, en cualquier parte del mundo. Esa cualidad, la más linda, es a la vez la más importante. Si logramos eso podemos todo, si no lo hacemos, nunca seremos capaces de diseñar políticas capaces de hacernos vivir mejor.