Festejar los diez años del Filba, el Festival Internacional de Literatura, con las palabras inaugurales de Catherine Millet, ha sido un gran acierto. La provocación del pensamiento que busca incomodar, demoler creencias y dogmatismos demasiado cristalizados, no es frecuente. La conferencia “¿Existe la mujer”? se puede interpretar como la prolongación de la solicitada “Las mujeres liberan la palabra”, que firmó junto a Catherine Deneuve y otras artistas francesas, para criticar los excesos del movimiento #Me too. Tal como había anticipado en la entrevista con PáginaI12, la escritora francesa cuestionó una palabra medular del neofeminismo. “El concepto de sororidad es muy problemático. Más allá de que yo pueda experimentar tanta solidaridad y compasión por un hombre que sufre como por una mujer, esa palabra está demasiado ligada al vocabulario religioso para que pueda apropiármela”, reconoció la autora de La vida sexual de Catherine M. en el auditorio del Malba, durante la apertura de esta edición del festival, que decidió entregarle el Premio Nobel de Literatura 2018 a Jorge Luis Borges en una performance protagonizada por Esteban Feune de Colombi.
Millet –que al final de su conferencia alzó el pañuelo verde en favor de la despenalización del aborto– afirmó que las libertades que pertenecen a la esfera de lo íntimo, como la libertad sexual y la libertad de tener hijos o no, fueron reivindicadas por mujeres que se expresaron en nombre propio, como ocurrió en Francia, en 1971, con 343 mujeres, entre las que estaba Deneuve, que tuvieron la valentía de declarar públicamente que habían abortado en forma clandestina en una solicitada que hoy se conoce con el nombre de “Manifiesto de las 343 zorras”. Cuatro años después fue sancionada la ley de despenalización del aborto y en esa lucha tuvo un papel fundamental la entonces ministra de salud Simone Veil, que tuvo que soportar “los peores insultos”. En el auditorio del Malba la escuchaban varios de los invitados de esta edición del Filba, entre los que estaban David Leavitt (Estados Unidos), Anne Carson (Canadá), Horacio Castellanos Moya (El Salvador), Raúl Zurita (Chile), Fabio Morábito (México) y Rodrigo Fresán. La escritora francesa recordó una frase de Simone de Beauvoir, nunca desmentida: “Las mujeres cuentan sobre todo sus vidas”. Millet advirtió que frente al lugar común que querría que las mujeres tuvieran más pudor que los hombres, esas mujeres revelan “aspectos extremadamente íntimos de sus vidas en libros, películas, fotos, pinturas, y lo hacen con gran atención al detalle, con un realismo que puede ser radical”. Y mencionó algunos ejemplos como La vida material de Maguerite Duras, donde habla con mucha franqueza de su alcoholismo, o las Memorias de Beauvoir.
Una imagen del tríptico Aborto de la artista portuguesa Paula Rego, una serie realizada en 1998 -año en que se organizó un referéndum en Portugal para saber si la interrupción voluntaria del embarazo sería autorizada o no y una estrecha mayoría votó en contra, hasta que la ley finalmente fue sancionada en 2007-, le permitió a Millet ampliar el campo de su batalla discursiva en contra de la victimización. “A pesar del dolor que se lee en los rasgos de su rostro, nos mira directo a los ojos, casi provocativa, desafiando a los que quisieron prohibirle lo que está por hacer. Víctima de la ley que no le permite abortar en condiciones sanitarias y morales correctas, esta mujer toma las riendas de su destino”, reflexionó Millet para volver después sobre Beauvoir, “infinitamente más compleja que la figura a la que los movimientos feministas a veces la han reducido”, como lo demuestra la correspondencia con su amante Nelson Algren, donde aparece como “la enamorada sumisa ante la incertidumbre de los sentimientos” y se reconoce como lectora del “seductor más empedernido de toda la historia”, Giacomo Casanova.
La autora de Celos, directora de la prestigiosa revista Art Press, citó la provocadora frase de Beauvoir, “la mujer no nace, se hace” para reinterpretarla. “El se hace no implica una fatalidad, sino una responsabilidad. Por lo tanto, no hay sororidad que valga. Las mujeres del mundo occidental no comparten todas los mismos deseos ni la misma condición”, aclaró la escritora francesa para volver a elevar la apuesta de su controversia con el #Me too. “No tengo ninguna razón para sentirme ‘hermana’ de una actriz de cine que a esta altura, a instancias de Asia Argento, toma conciencia de que ha sido víctima de abuso sexual por parte del productor de cine Harvey Weinstein, ni de una periodista que acusa públicamente a un colega de haberle pellizcado el culo en el pasillo. Yo también, durante mi carrera, he estado frente a hombres de poder y a hombres groseros. Mi reacción no fue la misma que la de ellas. Tengo derecho a decirlo”.