A punto de cumplir veinte años y después de varias obras enfocadas en la reelaboración de músicas ajenas –entre varios Piazzolla, además de Mozart y Ginastera–, Escalandrum propone un disco en el que retoma la vía de las composiciones propias. Studio 2 se llama el flamante trabajo que el sexteto, una de las formaciones más activas del jazz en la Argentina, presentará hoy a las 21 en la Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131).
Con Studio 2, Daniel “Pipi” Piazzolla, Nicolás Guerschberg, Mariano Sívori, Gustavo Musso, Damián Fogiel y Martín Pantyrer reafirman una identidad sonora que reconduce innumerables influencias a un territorio común, con un modo sugestivo y poderoso de combinar lo individual y lo colectivo. Un pensamiento musical que en este caso se potenció con el aval técnico que le otorgó el haber pasado por los míticos estudios de Abbey Road, en Londres. “Grabar en Abbey Road fue como experimentar casi la perfección”, comenta Guerschberg en el inicio de la charla de la banda con PáginaI12. “El nivel de las tomas y el audio fueron extraordinarios, y la posibilidad de trabajar en ese lugar y en esas condiciones ayudaron para que cada uno dé lo mejor de sí mismo.”, agrega el pianista. “No fui con grandes expectativas, tal vez porque no quería ilusionarme y después decepcionarme, pero la realidad resultó arrolladora. Y creo que ese nivel técnico y profesional incidió en lo artístico, en lo personal y en lo grupal”, interviene Piazzolla. “Para mí, que soy re fan de los Beatles y su música, ese lugar me remontó a mi infancia, con mis viejos escuchando esos vinilos. Fue como un pequeño guiño con mi yo temprano, cuando soñaba simplemente con ser músico”, completa Sívori. Y enseguida retruca Pantyrer: “Ahí, además, se produjeron grandes grabaciones de música clásica, de música de películas. Además de lo técnico, Abbey Road es un lugar cargadísimo de historia y mística y eso se respira. Eso aportó mucho al disco”.
Studio 2, undécimo disco de Escalandrum, contó con Facundo Rodríguez como ingeniero de grabación y mezcla, e incluye nueve temas propios. Música fresca, en la que reaparece la marca sonora de un jazz pensado y ejecutado en esta parte del mundo, que no necesariamente necesita de giros regionales ni de otros expedientes del nacionalismo para ser “de acá”. Se trata más bien de una manera franca de interpretar el propio entorno sonoro, distinguiéndolo de los clichés globales y otras formas de emparejamiento. Lo que en palabras de Pantyrer constituye la “raíz y esencia” del grupo. “Sentíamos la necesidad de grabar nuestra música, que era la que seguíamos ensayando y tocando en los clubes de jazz los fines de semana”, dice Piazzolla. “Nos embalamos con un montón de proyectos, viajes y situaciones que fueron muy lindas y enriquecedoras, pero volver a grabar lo nuestro fue como un reencuentro con los inicios del grupo”, suma Sívori. “Digamos que este disco es también un regreso a las fuentes. Nosotros comenzamos haciendo música propia y los primeros discos fueron casi exclusivamente de música original. De todas maneras, siento que en este retorno hay una perspectiva distinta, por la experiencia que tuvimos con los distintos repertorios que abordamos últimamente”, completa Guerschberg.
La madurez del grupo y la riqueza de recursos musicales que pone en juego se patentan en un disco en el que abundan situaciones de gran intensidad expresiva. Como el dinámico “Acuático”, de Guerschberg, que incluye un formidable trabajo Fogiel en saxo tenor, quien a su vez es autor de “Nutibara” y “Flogoba”, momentos distinguidos por la notable afinidad entre los vientos. También se destaca la muy familiar milonga “Lolo”, de Piazzolla, que encuentra a un inspiradísimo Sívori, el contrabajista que en su tema “Sevilla” estimula el notable solo de Musso en saxo alto, al que sucede enseguida el formidable solo de batería de Piazzolla en pareja con el mismo Sívori. Gestos grandilocuentes y pequeños detalles cobran el mismo peso en la economía de una música poderosa, cuyo horizonte se termina de realizar en la ejecución de un sexteto que ha sabido lograr un química particular.
“En general, aprovechamos la fortuna de componer pensando en el sonido de quien lo va a tocar. Es un poco como escribir el guion para una película sabiendo de antemano quiénes serán los actores”, comenta Sívori acerca de los procesos creativos de Escalandrum. “Otras veces adaptamos temas, como el caso de ‘Lolo’, un tema que tocaba con mi trío y que Nicolás (Guerschberg) terminó arreglando para el sexteto”, agrega Piazzolla, que vuelve a hacer hincapié en el aspecto colectivo de Escalandrum y en la capacidad para equilibrar las individualidades, pero también en las claves de un trabajo prolongado en el tiempo. “Desde que se formó la banda, ensayamos todas las semanas y eso nos ha dado una dinámica de trabajo muy especial”, sostiene el baterista.
“El trabajo colectivo es en gran parte lo que determina definitivamente el sonido del grupo. Escalandrum está formado por amigos y en la amistad que tenemos se encuentra el respeto y la valoración tanto personal como musical”, advierte Musso, y Sívori concluye: “Esa dinámica de trabajo continuado nos permite estar continuamente probando nuevas composiciones o experimentar distintos solistas en un mismo tema, cambiar secciones, retocar esquemas. De un tiempo a esta parte, Escalandrum adquirió la costumbre de ir trabajando y engrosando distintos repertorios, con una forma de trabajo muy dinámica y con un espectro amplio. Pero siempre con una dirección clara de hacia dónde apuntar”. Esa dirección es la que suena en Studio 2, como un camino recorrido y un presente sólido de marca Escalandrum.