Se trata de un ejercicio difícil, más bien imposible. Se trata de poner entre paréntesis las realidades geopolíticas, económicas y electorales con el fin de comprobar si Argentina se puede aún salvar.
Es una decisión colectiva que no tiene su punto de partida en nadie o eventualmente en cualquiera o en algunos. Como toda verdadera decisión no está garantizada a priori por nadie ni por nada. Lo ético normalmente pertenece al dominio de cada uno, pero la Historia demuestra –y la Argentina no es una excepción– que hay momentos de despertar colectivo que tienen tan sólo un soporte ético. Son momentos límites que irrumpen en el escenario político para que ya nada vuelva a ser lo mismo. Esto a veces sólo se entiende mucho tiempo después. Suelen ocurrir cuando una Nación está a punto de dañar su propio sentido de existir, sólo así es cuando este llamado ético se impone. No se trata de tomar medidas, ni de tal o cual candidato, sino que la condición primera, que logra la posibilidad de que la Nación sea habitada por un Pueblo, se mantenga abierta. Hablamos de habitar, no de sobrevivir en medio de un naufragio indefinido.
Este despertar ético, en su formulación, no tiene misterio: es una elección entre proseguir con los mandatos del Poder que llevan inevitablemente a la desintegración del país o detener esa hemorragia instalada por distintos dispositivos y frenarla en nombre de la justicia y la igualdad.
“Obra de tal manera que lo que hagas en política, en la militancia social, en tu vida más íntima, sea válido para una asunción colectiva de la igualdad y la justicia”. No es necesario evocar aquí aquellos momentos, hitos del pueblo argentino, donde este despertar ético tuvo lugar y puso en marcha el accionar político. ¿Sería un milagro que los distintos actores concernidos por el futuro de Argentina no se detuvieran en este o en aquel obstáculo y sintieran la fuerza interpelante de este llamado ingenuo e irreverente a la vez? Este es el despertar del sueño de la interna política eterna, de la intriga sin fe que se desliza al infinito, de la precondición de otro inicio, de un nuevo trayecto del destino político... El despertar ético se reconoce de inmediato por su toma de contacto con otros momentos éticos del discurrir argentino, por su conexión indudable con la energía transformadora de otros tiempos.
Son aquellos tiempos de igualdad y justicia los que eligen y deciden quienes son los sujetos de este despertar.
* Psicoanalista y escritor.