Carpintero en Nazareth 

Los dos años de la experiencia israelita, carpintero de la construcción en Nazareth, pescador en el lago Tiberíades en el kibutz Ginosar, peregrino de toda Palestina (desde el monte Hebrón al norte hasta el kibutz Engeddi en el sur), estudiante de hebreo en el Ulpán (el curso de Alef milím) para el nuevo inmigrante. La vida de comunidad entre los compañeros árabes junto a Paul Gauthier, abrieron mi mente, mi espíritu, mi carne, a un proyecto nuevamente insospechado. Ahora no era sólo América Latina; ahora eran los pobres (obsesión de Paul Gauthier), los oprimidos, los miserables de mi continente lejano. Contándole la historia latinoamericana una de esas noches frescas en nuestra pobre barraca de la cooperativa de construcción hecha para trabajadores árabes que construían sus propias casas en Nazareth, me entusiasmé con un Pizarro que conquistaba el Imperio Inca con pocos hombres. Gauthier mirándome a los ojos me preguntó: “¿Quiénes eran en aquella ocasión los pobres, Pizarro o los indios?”. Aquella noche, con una vela por toda iluminación, escribí a mi amigo historiador mendocino Esteban Fontana: “¡Algún día deberemos escribir la Historia de América Latina del otro lado, desde abajo, desde los oprimidos, desde los pobres!”

El “deudor agradecido” 

En la antigua sabiduría azteca, en realidad parte del totelcayotl (el canon de la cultura tolteca del valle de México en el Teotihuacan, la Grecia de Mesoamérica), el macehual, sinónimo de “ser humano”, significa el “deudor-agradecido” por habérsele dado gratuitamente la vida. De allí que el don (dar algo gratuitamente) instaura una economía de la gratuidad: si vendo algo no vale para pagar devolviendo la deuda del don de la vida dada gratuitamente. Solo se paga la deuda equitativamente en el devolver regalando algo como don: uno por uno. No es un “ser-culpable” como “ser-deudor”, como en el caso del pecador kierkegaardiano (o anselmiano) ante un Dios justiciero que pide un pago por un acto que se experimenta como origen de la culpa. Es “ser deudor agradecido” ante los dioses que exigen la gratuidad como pago, de un ser que no experimenta el acto como origen de la culpa sino como un don. Esto puede instaurar una economía trans-capitalista trans-moderna, no de valor de cambio para el capital, sino del valor de uso para la vida.