“Jacobo Timerman vivió su vida como un héroe trágico”, sostiene Eva Halac, autora y directora de J.Timerman, obra que acaba de subir a escena en el Centro Cultural San Martín de Sarmiento al 1500. En este “western romántico”, como lo describe la autora, el mítico creador de La Opinión y el general Alejandro Agustín Lanusse miden sus fuerzas en medio de un país atravesado por la guerrilla, las promesas de elecciones y un peronismo que acaba de salir de la proscripción. Temido y venerado al mismo tiempo, conocido por la arrogancia de sus desplantes, el verdadero Timerman podría haberse reconocido en este personaje por sus dichos polémicos, relacionados tanto con sus ideas innovadoras del periodismo como con su anhelo de formar parte de las esferas del poder de turno. Actúan Guillermo Aragonés, Leonardo Murúa, Carlos Scornik, Cristian Majolo, Mucio Manchini, Juan Pablo Galimberti, y Gregorio Scala.
Después del estreno de Café irlandés, obra donde coincidían los personajes de Rodolfo Walsh y Tomás Eloy Martínez, la dramaturga y directora quiso corporizar al mismo Timerman, mencionado en aquella obra, en la cual Primera Plana, la revista fundada por él, aún era un proyecto a realizar. En este caso, la acción transcurre en octubre de 1971, en los días en que la hija de Lanusse está por casarse con el cantautor Roberto Rimoldi Fraga. Dos levantamientos armados, el cumpleaños de Perón y el cuarto aniversario de la muerte del Che Guevara completan el marco de las negociaciones entre el poder de facto y el cuarto poder. Es decir que la obra concluye con un Timerman desafiante que no imagina lo que tendría que vivir algunos años después: “Tuvo la omnipotencia de quedarse en el país cuando todos le decían que debía irse”, afirma Halac en la entrevista con PáginaI12, haciendo referencia a su secuestro y posterior exilio narrados a comienzos de los `80 en su libro Preso sin nombre, celda sin número.
Timerman, quien dijo en repetidas ocasiones que de joven se había forjado un modelo de héroe en base a la actuación de las Brigadas Internacionales de la Guerra Civil Española y la Resistencia francesa, “quedó con la ilusión”, según Halac, “de haber formado parte de un sueño compartido”. Y aunque la autora y directora subraya que no quiso con esta obra analizar el momento histórico desde un punto de vista determinado, sí admite que le interesó señalar que la nostalgia de lo no vivido por una generación puede trasladarse a la siguiente. “Me interesa revelar comportamientos, ver cómo los personajes se ven obligados a decidir de qué modo actuar y cómo negociar con sus propios deseos y aspiraciones”, completa Halac.
–¿Qué rasgos hacen de Timerman un personaje para la escena?
–Timerman tiene mucho de personaje teatral, por despótico y explosivo, porque al final se convirtió en el enemigo de todos, fuesen de izquierda o de derecha. Y también porque tenía la vanidad y la valentía de saberse odiado. Y tan admirado que por esto no tenía ningún filtro: decía lo que pensaba y creo que esa forma de exponerse en este país es suicida.
–¿Quería convertirse en héroe?
–La necesidad de quedar como héroe es algo de esa época. El sueño heroico pasa de una generación a otra: Timerman hubiese querido luchar en la Guerra Civil Española o en la resistencia francesa pero no pudo. Sentía nostalgia de lo que no había vivido. Y la generación siguiente a la suya lo llevó a cabo.
–¿Cómo fue la relación con Lanusse?
–Agobiado por la realidad, Lanusse busca negociar con Timerman, que lo hostiga desde La Opinión. Porque en ese momento, gobernar para Lanusse era un imposible, con la guerrilla, con Perón en España, con la presión de los que le pedían que reaccionara contra La Opinión. Aunque era el presidente, Lanusse sabía que no tenía el poder real, por eso necesitaba llamar a elecciones y hasta quería candidatearse. Finalmente quedan amigos.
–A pesar de haber hecho todo para que el diario no se vendiera.
–El gobierno controló la distribución y La Opinión se ofrecía en barrios donde nadie compraba un diario sin fotos, sin fútbol, un diario que se identificaba con la juventud, con la guerrilla, con los estudiantes. Timerman hacía alarde de eso y no quería traicionar a sus lectores. Pero sabía combinar bien el corazón con el negocio.
* J. Timerman, Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551), jueves, viernes y sábados a las 20.30 y los domingos a las 20.