A diez meses de las elecciones, el oficialismo tiene una realidad palpable: carga con sus fracasos económicos y sus promesas incumplidas. Evitará colocar a la economía en el centro de la escena y seguirá transitando la consigna basada en la política, más puntualmente en presentarse como el futuro que tiene la misión de erradicar definitivamente la corrupción y posicionar como parte de ese pasado, como elemento perturbador e indeseado, al gobierno anterior. Su estrategia de campaña se sustentará en la idea de antagonizar con el populismo y el peronismo en general y con la figura simbólica de CFK en particular. 

La oposición en su conjunto pondrá todos sus cañones para criticar a la economía en la gestión de Cambiemos. Sin ninguna duda la oportunidad transita por antagonizar poniendo sobre el tapete dos modelos económicos diferentes y antitéticos. 

Si se recurre a esta encuesta para observar estos datos previos, los resultados allí obtenidos son elocuentes: la gente priorizará la economía (que incluye la necesidad de cambio) frente a la corrupción, por una relación de casi dos a uno (60 a 30 por ciento). Eso lo piensan no sólo los opositores sino también los independientes. 

El segundo indicador predictivo es la intención de voto. Este dato tomado de modo sistemático desde el mes de marzo deja al descubierto tres espacios: el voto oficialista (sea quien fuese el candidato) que oscila alrededor del 30/31 por ciento y que incluso perdió cinco puntos con respecto a la medición de marzo; el voto opositor, posicionado en un promedio de 46/47 por ciento; y los indecisos, aún con valores altos, en el eje del 22 por ciento.

Dos vertientes de extracción filoperonista lideran la intención de voto de este espacio opositor: el kirchnerismo, que posee un piso firme de más del 26 por ciento y el PJ Federal, en el que se pueden incluir a dirigentes como Massa, Urtubey, Schiaretti y Pichetto, con algo más de un 12 por ciento.

El peronismo debe decidir hoy cuál de dos caminos transitar. Lograr la unidad, incluso pensando en la posibilidad de ganar en primera vuelta, incluyendo un proyecto y un llamamiento a todos los sectores sin exclusiones. Concretamente, aceptar como parte del espacio al kirchnerismo. Unidad, proyectos y por último el instrumento de las PASO, para que sean los propios argentinos los que elijan al mejor proyecto y candidato.

La otra opción, la que implicaría no aceptar al kirchnerismo como parte del armado del frente electoral anti oficialista. Eso no haría más que dividir.

Esa idea, implica tomar el camino más riesgoso, que al mismo tiempo resulta el que más le conviene al oficialismo desde el punto de vista electoral.