Desde Rosario
“Otra vez están Ellos. Como en 1930, 1955 y 1976. Como en los 90 y en 2001. Como en El Eternauta. Sólo que ahora visten nuevos disfraces”, leyeron dos militantes de Hijos Rosario mientras caía un remedo de la nieve que inmortalizó la historieta como una invasión destructiva. Ese fue uno de los momentos del escrache a Manuel Cunha Ferré acusado del secuestro de Héctor Germán Oesterheld y Roberto Carri, entre otros militantes. En la casa de San Lorenzo 1847, de dos plantas, con dos balcones, colgaron una tela con una escena de la tira y la inscripción “¿Dónde está Oesterheld?”. La mayoría de los asistentes llevaban sobre su cara la escafandra del personaje que creó el militante montonero desaparecido en la última dictadura militar. A un costado, en la vereda, un vecino se acercó a hablar y preguntó cómo era el represor. Al mostrarle la foto, aseguró: “Sí, saca todos los días a pasear los dos perritos”. Un rato antes, Juane Basso, de Hijos, lo había dicho en el micrófono: otros habitantes de la zona se lo habían contado. La conclusión salta a la vista: el imputado en la causa del centro clandestino de detención Sheraton no cumple la prisión domiciliaria con la que fue beneficiado a principios de 2017. “Todas las noches hace asado en la terraza, se armó un bunker ahí arriba”, relató otra vecina.
Apenas pasadas las 18, los carteles de Hijos Rosario se instalaron en la plaza San Martín. Una tela invitaba a las personas asistentes a sacarse una foto dentro de una escena de El Eternauta. La escafandra de Juan Salvo –que enseñó que el único héroe es en grupo– se multiplicó sobre la cara de cada asistente. Así fueron los preparativos, en la esquina de Santa Fe y Dorrego. “El único lugar para un genocida es la cárcel”, decía otro de los carteles mientras dos trompetas hacían sonar el clásico “como a los nazis, les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar”. La salida de la columna para el escrache largó ese grito insignia. Al llegar a la vivienda, se escuchó: “Alerta, alerta, alerta a los vecinos, al lado de su casa está viviendo un asesino”.
Antes, en el Crack Bang Boom, la Convención Internacional de Historietas que se realiza en Rosario, el libro Los Oesterheld se presentó a sala llena y las autoras Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami vendieron todos los ejemplares, incluso estuvieron a punto de resignar uno que tenían todo subrayado. Fue Sabrina Gullino, una de las militantes de Hijos, la que pensó en ligar la convención de historietas con el repudio al represor, después de que Hijos recibiera un mail avisándoles que en su mapa de la impunidad faltaba Cunha Ferré. Pero toda la acción de Hijos fue colectiva, cambió la fisonomía de esa calle céntrica, y lo hizo con el arte de El Eternauta, en homenaje al guionista. “Si no hay justicia, hay escrache popular”, fue otro de los cantos repetidos.
Invitada como parte del encuentro de cómics, Judith Gociol, coordinadora del archivo de historieta y humor gráfico de la Biblioteca Nacional, tomó la palabra, y saludó los escraches, además subrayó que era una forma idónea de hacer memoria y justicia a Oesterheld. Se declaró “emocionada desde el alma”.
“Venimos a denunciar que detrás de todo lo que nos está pasando hoy, con el ajuste de salarios y jubilaciones, los recortes en Salud y Educación, los despidos, tarifazos, las importaciones, el endeudamiento, la impunidad de los genocidas, la represión, la mentira y la miseria planificada... otra vez están Ellos. Son los mismos que sumergieron a nuestra tierra en el más frío, despiadado y espantoso saqueo. Los que llevaron una y otra vez a nuestra patria a la dependencia y la pobreza”, decía el documento leído por Hijos, que empezó: “Como dicen las compañeras del movimiento de mujeres, somos los hijos y las hijas, los nietos y las nietas de los Eternautas que no pudiste matar ni desaparecer”.
Basso condujo el acto mientras a su lado se preparaba la animación colectiva que formó parte de este escrache, en el que también hubo estampado de camisetas y de afiches en papel madera. En un momento, Juane mencionó la bandera de las Madres y pidió un aplauso, que terminó con “Madres de la Plaza el pueblo las abraza”. Ya no están ellas presentes, pero quedó su legado.
El documento interpeló directamente a los vecinos del genocida. “Venimos a pedirles que no se queden encerrados en sus casas. No esperemos que otros hagan lo que nosotros debemos tomar en nuestras propias manos. Venimos a seguir llamando a organizar la resistencia a esta nueva invasión neoliberal; como otros y otras lo hicieron antes, como nos enseñaron nuestras Madres y Abuelas. Creemos, como nos mostró Oesterheld en El Eternauta, en que el único héroe válido es el héroe en grupo, nunca el héroe individual”, decía otro párrafo.
Al escrache llegaron militantes de Hijos La Matanza, Buenos Aires y Santa Fe. Anita, una niña, pidió el micrófono para decir: “Aguante el Eternauta para siempre y por siempre”. Un enorme esténcil pintó en la calle un Eternauta, cruzando San Lorenzo. La figura mira para la casa donde vive el asesino, como un recordatorio indeleble de sus crímenes.