El 31 de octubre de 1517, el pastor Martín Lutero clavo en las puertas de la de la Iglesia del Palacio de Wittenberg, en la actual Alemania, las noventa y cinco tesis que dividieron con una insalvable grieta al mundo cristiano, y dieron origen a la Reforma Protestante que se extendió por casi toda Europa. Entre sus principales quejas contra el Papado estaba la denuncia de la venta de indulgencias, acusó a la Iglesia de corrupta por vender el perdón por los pecados como una especie de peaje para ir al cielo, y propuso en cambio volver a la fe como único camino para la salvación, aceptar que existen los predestinados, y terminar con los intermediarios en la interpretación de las sagradas escrituras. Cualquiera podía ser pastor de su propia comunidad, leer la biblia y difundirla. Quinientos años después, en Buenos Aires, el jefe de gobierno Horacio Rodriguez Larreta participó en un acto por la conmemoración de aquel gesto fundador, se sometió a un exorcismo delante de casi treinta mil creyentes evangélicos y les pidió que oren por él.
En 1904, Max Weber, publicó la serie de artículos que terminaron siendo el libro La Ética protestante y el espíritu del capitalismo. En esos escritos constata que la religión protestante es la predominante entre las clases capitalistas alemanas. Siendo la diferencia entre capitalistas protestantes y capitalistas católicos enorme, Weber llega a la conclusión de que la ideología protestante promueve de un modo u otro la construcción del capitalismo: “El summum bonum de esta ‘ética’ estriba en la persecución continua de más y más dinero, procurando evitar cualquier goce inmoderado... El beneficio, esta es la meta de su vida”. Con esta nueva forma de relacionarse con dios el trabajo pasa a ser la “gloria”, un tributo al prójimo y a Jesús. Atrás quedan las frases de la Iglesia tradicional del trabajo como un castigo “ganarás el pan con el sudor de tu frente” o las condenas a los mercaderes: “es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, a que un rico entre en el Reino de los Cielos”.
En este avance de la Reforma sobre la Iglesia Católica, España y Portugal fueron dos de los bastiones que resistieron y desde donde se lanzó la Contrarreforma liderada por el Vaticano. Por ello en América Latina la preeminencia católica fue total. Sin embargo, las cosas están cambiando, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, en 1970 en Brasil el 92 por ciento de la población se declaraba católica. En 2010 era apenas 64,6. Ahora está debajo del 60. Brasil es un caso singular: se trata del único gran país que conoce una profunda mutación de su paisaje religioso en un lapso tan corto. El punto de partida de este fenómeno es la expansión de las iglesias evangélicas, impulsada por los pentecostales y neopentecostales, En 40 años su proporción en la población pasó del 5 al 22 por ciento. Con 123 millones de fieles, Brasil continúa siendo el primer país católico del mundo. Pero la proyección va en camino de revertir ese dato histórico.
En Argentina el evangelismo llegó de la mano de los inmigrantes. Su presencia es antigua y siempre fue muy minoritaria. La primera ley que tuvimos de matrimonio civil fue en Santa Fe, en 1867, durante el gobierno de Nicasio Oroño. Su objetivo era justamente quitarle el control a la Iglesia católica sobre los matrimonios para poder fomentar la inmigración de europeos no católicos. La reacción en contra fue alucinante, el obispo de Paraná en una plaza pública ordenó que se fusile el texto de la ley.
Otro momento estelar se dio durante el primer gobierno peronista en el marco del enfrentamiento con la Iglesia Católica. El pastor norteamericano Tommy Hicks era conocido por sus campañas de sanación. El gobierno peronista le concedió el permiso para que se realizaran en el estadio del Club Huracán y en el de Atlanta, miles de personas participaron durante tres días del evento. Durante la dictadura iniciada en 1976 las prácticas evangélicas fueron perseguidas y un grupo de pastores se vinculó con los movimientos de DDHH.
Pero desde el retorno de la democracia la variedad del mundo evangelista creció exponencialmente. Muchos se sorprendieron el 7 de diciembre de 1990 cuando el Estadio Monumental de River se colmó de Testigos de Jehova. Para entonces el mediático pastor Giménez crecía en popularidad con sus mensajes desde Crónica TV, compraba antiguos cines y los convertía en Templos. Otras iglesias hicieron misiones proselitistas en todos los grandes centros de concentración popular como las terminales de Once, Constitución y Retiro. De las casi 4500 religiones anotadas, el 90 por ciento pertenece a comunidades evangélicas.
Tal vez muchos nos equivocamos cuando creímos que el SXXI era el de la llegada de la post verdad y ahora vemos crecer verdades teocráticas expresadas con claridad por el poderoso pastor brasilero Edir Macedo: “Las leyes de dios están por encima de las leyes de la república”.