Por la fatal vigencia de su pensamiento y la trascendencia de su vida como ejemplo, Rosa Luxemburgo se proyecta en la historia con particular fuerza. De personalidad compleja y atractiva, la revolucionaria nacida en Polonia en 1871 y nacionalizada alemana en su juventud agitó su relación con el mundo que le tocó vivir sin replegar posiciones, desde su lugar de atea, marxista, antimilitarista, feminista, a través de un pensamiento incisivo y una arrolladora capacidad de comunicarlo. Con una mirada poética y, naturalmente, política, Alejandra Arístegui en la dramaturgia y la dirección general y Luis Mihovilcevic en la música crearon Rosa Luxemburgo Oper, la ópera de cámara que se pone en escena los domingos de octubre a las 19.30 en el Teatro del Artefacto (Sarandí 760).
En la escena despojada están una actriz, la misma Arístegui, y una cantante y actriz, Natalia Iñón. Ambas serán Rosa Luxemburgo. En el fondo está el director musical, el mismo Mihovilcevic. Y dos músicos, Uziel Bustos en violoncello y Gonzalo Braz en clarinete. Entre ellos se articulan momentos de la vida de la revolucionaria, contados y cantados. Más que un retrato, la obra se desenvuelve como la pasión que la lleva desde el amor, su relación con la naturaleza, su pensamiento y su acción revolucionaria hasta su asesinato en Alemania en 1919.
La génesis de la ópera se remonta a 2010, cuando Arístegui estrenó un unipersonal sobre la vida de Luxemburgo. “Comencé ese trabajo en 2006. Durante cuatro años busqué textos e investigué acerca de la vida de Rosa. No fue sencillo, porque por entonces no circulaba mucho material útil. De ahí que la idea primaria fue visibilizarla. Yo tenía ese librito de las Cartas de amor de Rosa, que me había regalado mi padre, y a partir de esas cartas de amor pensé que había una herramienta poética para poder convertir a Rosa en una obra artística, que dé cuenta de su compromiso, su autenticidad, su singularidad y de su enorme sensibilidad, como dirigente, como política y como mujer”, explica Arístegui. Un ejemplar de ese libro se da ahora a los espectadores, con la entrada de la ópera.
Sobre aquel primer trabajo, tiempo después Arístegui tramó una ópera de cámara junto a y Mihovilcevic. “En realidad se trata de un singspiel, por la manera en que se alternan música y texto”, aclara el compositor, y asegura que en la base de esta obra está la total identificación con los ideales de Rosa. “Ella representa eso que Marx decía, de que no era posible canjear libertad por igualdad. Son cuestiones muy actuales, que todavía hoy no encuentran una salida y por eso nos resultan particularmente atractivas”, enfatiza Mihovilcevic. “En este sentido Rosa ha sido una mujer de enorme complejidad, que se conectó y se comprometió con diversos aspectos de la vida. Podría haber sido una bióloga, pero desde muy pequeña estuvo atravesada por las cuestiones sociales y logró conectar con todo con la misma intensidad y compromiso”, agrega Arístegui.
“Lo que teníamos claro con Luis era que desde la puesta el espectáculo debía ser crudo y austero, sin grandes despliegues de luces y jugando con un espacio en el que Rosa se desdobla entre la actriz y la cantante. Me acordé de Poder y desaparición, un libro de Pilar Calveiro, que cuenta sobre su detención en la Esma y habla de la singularidad del modo de resistencia de las mujeres, que en estas situaciones límite hacían como que lo que vivían se lo estaban contando a una amiga. Eso producía un acercamiento entre ellas, y también un desdoblamiento, la presencia de la otra. Nos pareció importante que haya otra Rosa Luxemburgo en escena y con Natalia (Iñón) lo pudimos lograr muy bien”.
La música de Mihovilcevic se articula en arias e intermedios instrumentales. “También hay algunas citas. La ópera comienza con Bach y termina con Bach, como para discutir el mito que el marxismo establece en cuanto al gusto de Lenin por Beethoven. Rosa, en cambio, admiraba a Bach. Incluso tiene varios escritos acerca de eso”, explica el compositor, que de Bach tomó el “Esurientes” –”El dio todos los bienes a los pobres y nada a los ricos...”– del Magnificat BWV243. “Por otro lado, como principio estético para la música original tomé varias cosas de lo que era vanguardia en la época de Rosa, es decir del Expresionismo alemán. Lo relacioné con Theodor Adorno, que decía que las revoluciones que no se logran a nivel social continúan a nivel estético, y planteaba que la revolución no cumplida en Alemania continuó en el serialismo dodecafónico de Arnold Schoenberg. De todas maneras lo trabajo con cierta libertad, con algunos guiños al Romanticismo tardío”, explica.
Para sus creadores, Rosa Luxemburgo Oper es también un modo de poner en un espacio poético–musical la lucha de las mujeres revolucionarias de todos los tiempos. “Para las arias tomé algunas frases de Rosa, en su forma metafórica, manteniendo el idioma original en alemán, sumando textos que me dio Alejandra en castellano, que de alguna manera funcionan como una reafirmación”, comenta Mihovilcevic y Arístegui concluye: “Entre las tantas alternativas para entrar al personaje, elegimos la de la mujer decidida a cambiar el mundo, a luchar y a vencer por una sociedad más justa. Una mujer que supo distinguir entre la realidad y su caricatura, que se opuso con lucidez a la guerra en 1914 y que se midió con los dirigentes en el Partido Socialdemócrata Alemán, a través de su gran obra Reforma y revolución”. Una mujer que fue muchas, y que esta ópera propone redescubrir.