“No se puede tratar como iguales a los que son estructuralmente distintos. Un gobierno es más progresista en el sector agropecuario cuanto más diferencia sus políticas hacia los productores. El Interior profundo alguna vez fue aliado del movimiento popular y ahora está con la derecha, a pesar de que la política agraria de Mauricio Macri es contraria a esos actores. No podemos perder elecciones 80 a 20 en Pergamino, ni 70 a 30 por ciento en Rojas o Lincoln. Tenemos que recuperar una parte de ese electorado”. Con esa audaz consigna, Pedro Peretti y Mempo Giardinelli comienzan la charla introductoria de su libro “La Argentina Agropecuaria”, que contiene 20 propuestas para atacar el problema del latifundio, la sangría de recursos fiscales en contra del Estado, el daño a la salud de las comunidades por el mal uso de agrotóxicos y el deterioro de los suelos, entre otras. Peretti es chacarero y escritor, ex director de Federación Agraria (FAA) e integrante de la agrupación Grito de Alcorta. Giardinelli es escritor y periodista, recibió importantes galardones y es columnista de PáginaI12.
–¿Qué objetivos se propusieron al escribir La Argentina agropecuaria?
Pedro Peretti: –Buscamos dar carácter público a un tema que está invisible en el debate político en general y del campo en particular. La gran victoria cultural de la oligarquía argentina es invisibilizar la presencia del latifundio, que es uno de los obstáculos culturales y materiales para el desarrollo de las fuerzas productivas del país.
Mempo Giardinelli: –Una de las cosas que planteamos es que la falta de debate alrededor de la cuestión agraria no es casual sino que es el resultado de una política delineada por los sectores de poder agrario. En otras palabras, el campo no somos todos.
–La oligarquía terrateniente parece no existir como sujeto político, nunca aparece como tal en el debate público, pero ustedes le dan una entidad central.
P. P.: –Tiene una importancia crucial, cuando Jorge Brito tiene 80 mil hectáreas, Eduardo Elsztein tiene 420 mil hectáreas y Eduardo Eurnekian, 50 mil hectárteas, por ejemplo. En un país con 45 millones de habitantes, hay unas seis mil familias que controlan el 48 por ciento de la tierra. Eso es latifundio y oligarquía.
–¿Cuáles son los problemas que genera la actual distribución de la tierra?
P. P.: –Mauricio Macri es el producto político del latifundio argentino, es el triunfo cultural más grande que ha tenido la oligarquía de este país. Y ese triunfo político le fue dado por las inmensas capas del Interior rural profundo, a pesar de que la política agraria de Macri es exactamente contraria a esos actores del Interior.
M. G.: –El latifundio y sistema de producción basado en grandes empresas integradas genera una sangría impositiva permanente. En Santa Fe hay 50 puertos privados en donde no hay control estatal, tienen hasta policía privada. Ellos pagan el 0,25 por ciento en concepto de rentas, mientras que un kioskero rosarino paga el 2,8 por ciento.
–¿Cuál es la importancia que tiene la comprensión de la cuestión agraria para los proyectos políticos del campo nacional y popular?
P. P.: –No se puede gobernar este país ni ganar una elección si se le regala toda la pequeña y mediana burguesía rural a la derecha. No es lo mismo un chacarero de 50 hectáreas que Gabriel Batistuta, que tiene 126 mil hectáreas en Santa Fe, son dos cosas distintas. Si se ponen a todos en la misma bolsa diciendo que son fascistas y de derecha se comete un grave error. Creo que cuando se inició el conflicto de las retenciones en 2008, todo el sector nacional y popular lo abordó con manuales escritos en la década del `70. El tema es que el campo cambió radicalmente, hay otro modelo de desarrollo. En la década del 50, 60 y 70 se criticaba el latifundio por improductivo, pero a partir de la siembra directa y la soja transgénica, el latifundio es ultraproductivo. El error propio en 2008 fue no conocer a fondo qué estaba pasando en el campo. Entonces se planteó una generalización que puso a todos en la misma bolsa, lo cual fue funcional al discurso de la oligarquía. En la Argentina no se diferencia el rentista del productor genuino, ni el gran latifundista del pequeño productor. Ese es un triunfo de la oligarquía.
–Otro tema vinculado al campo que es invisibilizado es el daño ambiental y los problemas de salud de las comunidades por el mal uso de agrotóxicos.
P. P.: –Los argentinos medimos el grado de éxito de nuestra producción por lo que ingresa en la cuenta de las retenciones o por el volumen exportado. Pero hay otras cuentas que nadie hace, como por ejemplo que la tasa media de cáncer en nuestras poblaciones rurales duplica a la media nacional, lo cual está documentado por la Universidad de Rosario. Además está el tema de las inundaciones, producto del monocultivo y las deforestaciones masivas. Una hectárea de bosque consume entre 1800 y 3200 milímetros cúbicos de agua al año, una hectárea de pastizales naturales, entre 1800 y 2200. Pero una hectárea de soja, entre 400 y 600 milímetros. Hay diez millones de hectáreas que eran ganaderas y que pasaron a la soja. Por eso se inundan lugares que nunca jamás se habían inundado. Otro tema es la migración rural descontrolada: todos los conurbanos de las granes ciudades reciben gente corrida del monte por la soja. No es lo mismo un volumen de producción construido a partir de mil mega empresas agropecuarias concentradas verticalmente que producido por 500 mil productores agropecuarios. No es lo mismo un volumen diversificado con 20 productos que compuesto sólo por la soja. Tenemos que discutir el modelo de desarrollo productivo, que nosotros llamamos de monocultivo inducido con concentración de la tierra y de la renta y que dio como resultado determinados actores sociales que están condicionando todo el desarrollo productivo de la Argentina.
–¿Cómo impacta en el sector agrario la devaluación del peso?
P. P.: –La fuerte devaluación del peso en los últimos meses no beneficia al pequeño productor porque también sus costos están dolarizados. Un tambero tiene el 82 por ciento de sus costos dolarizados y el sojero, el 81 por ciento. Es verdad que hay unas 15 millones de toneladas de soja acopiadas sin vender, que obviamente se valorizan al ritmo del dólar. Pero eso debe estar en manos de no más de 3 o 4 mil personas. El pequeño productor debe vender su cosecha para poder seguir produciendo.
M. G.: –Lo que decimos es que el problema de la caída del poder adquisitivo, las tarifas o el dólar no está disociado del problema del campo. El sector agrario hoy no es parte de la solución sino parte central del problema. Por eso proponemos 20 medidas concretas en temas como agrotóxicos, producción de leche, precios de referencia, agricultura familiar, recuperación de la flota mercante, ley de arrendamiento, legislación antimonopólica e impuesto al latifundio, entre otras.