“Si decimos que el amor/ se hace con el mínimo esfuerzo/ y nos queremos/ estamos juntos/ ¿qué pasa?”, pregunta Dani Zelko en el primer tema de Otras formas 2, un disco que explora una escena tan interesante como ninguneada: la de los artistas plásticos que también son músicos. “Me gusta la idea de hacer zigzag y coquetear con ambos mundos”, explica Hana Ciliberti, que curó el álbum de 14 sinuosas canciones hechas por 14 artistas visuales; grabaciones que proponen una actitud poética, lúdica, siome por momentos, pero también sorprendente, y que tienen la frescura del amateur, del diletante que hace música por el simple hecho de ser ‘gánicos’, como proponía el gran Federico Manuel Peralta Ramos.
A raíz del primero compilado (Otras formas, de 2016, con temas de Peralta Ramos, Jorge de la Vega, Alfredo Prior y otros), Hana se dio cuenta de que además de los que participaron del primero había muchos otros que tenían un montón de material inédito de calidad. Así surgió Otras Formas como un subsello de Crack, que ya editó a Dani Umpi, Juan Becú, Lola Granillo y Pretexto, el excelente quinto disco de Ciliberti.
“Nadie estaba escuchando a Alfredo Prior, que sigue haciendo cosas con su banda Supersiempre, ni a Jorge de la Vega, al que ahora le volvemos a reeditar El gusanito en persona (1968). En este nuevo disco también participa Roberto Jacoby –con el épico Golosina caníbal– y sumale que el disco te linkea con la obra de artistas que son increíbles”. Fátima Pecci Carou, Laura Hita, Eva Shin, Aldo Benítez, Benito Laren y Amalia Amoedo, Javier Barrio, Juane Odriozola, Amadeo Azar, Luciana Rondolini, Juan Sorrentino, Sandro Pereira y Marcelo Galindo participan de este manifiesto de lo visual expandiéndose a lo sonoro.
“Aunque sean todos artistas reconocidos, siempre está esa cosa de: ‘¿Cómo?, también hacen música?’”, dice Laura Hita, impostando la voz graciosamente. “Desde que empecé a tocar con Lavial en 2012 la música me fue absorbiendo casi totalmente: creo que más que estar en el taller pintando mi lugar ahora es éste, aunque obviamente sigo pensando en hacer un vestuario, una puesta en escena o fotos. Siempre me interesaron esas fronteritas raras, esos lugares medio border en los que la gente capaz te súper critica, pero a la vez sabés que eso los re-movilizó”, dice quien participa del disco con Testarrosa, su nuevo proyecto.
Hana destaca: “En estos músicos que vienen de las artes visuales sentí una espontaneidad y una frescura que en estos tiempos no me transmitió tanto el mundo de la música. Siento que hay mayor desfachatez: hacen lo que quieren. Y eso se nota al escuchar las canciones, que vienen de un lugar muy poético”. Y Laura aclara: “Ninguno tiene intención de encajar en la industria de la música, y les va bien como artistas. Con Lavial teníamos unas poesías y se nos ocurrió armar unas canciones y de ahí surgió hacer una performance que hicimos en el Centro de Investigaciones Artísticas (CIA) sin ninguna proyección a futuro. Y terminamos tocando cinco años, hicimos un disco y hasta nos fuimos de gira a México. Creo que lo que los artistas visuales vemos muy atractivo de la música es el vivo: el momento en el que sucede la obra, cuando tocás con la gente ahí. Eso no existe en las artes plásticas, salvo quizás en los happenings. El espacio del arte sucede en silencio, y los artistas estamos sedientos de eso”.
Ambas coinciden en que el CIA, que dirige Roberto Jacoby, fue clave para este proyecto. “Es el lugar para experimentar cualquier tipo de locura, y tiene un enfoque experimental y multidisciplinario”, resalta Hita. Y es ese enfoque tan poético como zigzagueante el que les da su encanto a estas formas sonoras. Cierra Hana: “Sé que estoy dejando un legado: me encanta que este disco sea algo diferente, que te pueda hacer sentir descolocado y que te lleve a querer investigar”.