El viernes pasado estallaron las redes: posteos, reposteos y comentarios cruzados se hacían eco del comunicado firmado por la Comunidad Homosexual Argentina, 100% Diversidad y Derechos, Mujeres Trans Argentinas y la Asociación La Rosa Naranja, que confirmaba una división y retiro de la Comisión organizadora de la Marcha del Orgullo. Allí, las organizaciones mencionadas fundamentaban su decisión sosteniendo que “La expulsión de las compañeras travestis y trans en situación de prostitución de las consignas de la marcha con el reclamo de alternativas laborales, representa el socavamiento del valor social, histórico y político que viene construyendo este movimiento desde hace décadas”, además de que “este año, una dinámica sectaria decidió que la Marcha que ya lleva 27 ediciones cambie su recorrido histórico y que no tenga ni un acto de cierre con lectura de un documento político ni un festival de celebración”. No es novedad, puertas adentro de la comunidad, que en los pasillos, redes y reuniones se viene rumoreando y conjeturando sobre los problemas internos de las organizaciones que conforman la comisión, que el cambio de dirección mencionado obedece a cuestiones políticas sectoriales y no al interés colectivo, que este año no habrá escenario porque el año anterior la comisión recibió agresiones, que se percibe nuevamente un descuido con respecto a la gente que asiste, a la organización de las carrozas, al hecho de que al no haber evento oficial posterior a la marcha se baraja la posibilidad de que exista represión policial sin despertar demasiada preocupación en la organización, que las decisiones se toman de manera autoritaria, que se imponen los criterios sin consensuar y que las consignas oficiales generaron fuertes desencuentros entre la reivindicación del cupo laboral trans por un lado, ante otro sector que prefiere dar batalla por la regulación del trabajo sexual, sumando a esto un largo etcétera de suposiciones, comentarios y especulaciones. ¿Llegó finalmente el momento de las críticas y también de las autocríticas que puedan poner sobre la mesa todos los planteos que se vienen escuchando desde hace años y que marcha tras marcha no parecen recibir un tratamiento profundo? Entretanto se acerca el evento pautado para el 17 de noviembre, Soy seguirá investigando, reflexionando y avanzando sobre los conflictos y las soluciones que rodean a la realización de la XXVII Marcha del Orgullo LGBTIQ en Buenos Aires. Mientras que algunas de las agrupaciones que se retiraron aclararon que todo lo que debían decir por ahora se encontraba en el comunicado emitido, y otras prefirieron esperar el paso del tiempo para dar nuevas declaraciones, Soy dialogó con Marcela Tobaldi, presidenta de la asociación civil La Rosa Naranja, que lucha por los derechos de las personas trans, travestis y transgéneros.
¿Qué autocrítica habría que hacer luego de lo que pasó la semana pasada?
–La autocrítica que nos merecemos toda la comunidad lgbit está más que clara: cuál es la agenda que vamos a asumir de aquí en más con respecto a la situación de la población lgbit en Argentina. Ahora mismo estamos viviendo un deterioro de derechos increíble, en toda la sociedad, y que a nosotras nos afecta directamente. ¿Hemos hecho lo suficiente como para aguantar en estos tiempos de crisis y poder dar respuestas a nuestras compañeras más necesitadas y a las personas que más sufren en estos momentos? Ahí está la autocrítica. Hay una autocrítica que tiene que ver con lo político y hay una que tiene que ver con las decisiones que fueron tomando las organizaciones lgbit hegemónicas, y que pensamos que ellas mismas cometieron errores gravísimos, como la de tener en el escenario de la marcha de 2017 a una mujer cis hablando de trabajo sexual, que es lo que repudia absolutamente el movimiento trans y travesti. La autocrítica es muy grande.
¿La marcha se hace o no se hace?
–La verdad es que no tengo claro si la marcha se hace o no. Hicimos ese comunicado y supongo que esto llevará un proceso de maduración para ver qué vamos a hacer y de golpe si vamos a hacer una disidencia. Yo creo que estaría muy bueno que toda la disidencia tengamos nuestra propia fiesta. Es lo que siento, no es un dato de la realidad.
¿Cómo ves que el Estado no esté dando un escenario para la marcha, entre otras cosas?
–El Estado está reduciendo jubilaciones, ha reducido presupuestos de salud, ya tenemos denuncias de personas que no recibieron su medicación de vih, entonces el hecho de que no haya un escenario en la marcha del orgullo es un dato muy, muy menor.
¿Cómo continúa todo a partir de ahora?
–Cada organización que representamos todo el tejido lgbit ya tenemos postura, tenemos un lugar ideológico en donde nos sentimos cómodas, en donde sentimos que podemos lograr los derechos que faltan conquistar, como la inclusión al trabajo formal de personas trans travestis, la agenda más importante de la comunidad lgbit, y esto de unirnos en frentes, unirnos en organizaciones que sentimos más o menos parecido, creo que es el resultado del trabajo de mucha militancia. Creo que el Frente Nacional Diana Sacayán tiene mucho por hacer, tiene mucho por dar, ojalá que se vayan uniendo más organizaciones, tenemos una gran sintonía en los proyectos que se vienen, y creo que esas hegemonías que no nos representan, esas organizaciones que no representan a las grandes mayorías, son las que están en franco retroceso y en clara decadencia. La comisión organizadora se ha transformado en un lobby completamente prostibulario, y si hay algo, un reclamo de un sector que es el más vulnerado de la comunidad, es el grupo de personas trans y travestis. La agenda de la diversidad sexual hoy en Argentina lo tiene muy claro, todos los referentes lgbit que realmente tienen conciencia de lo que nos pasa. Nos declaramos abolicionistas. Nosotras tenemos un 90% de personas travestis que están en las calles en estado de prostitución. Si vas a hablar con ellas, en cualquier lugar en donde se ejerce la prostitución, todas reclaman que quieren salir, que quieren un empleo, que quieren una vida diferente, que están hartas de la violencia de la prostitución.
¿Esta situación generó un conflicto con respecto a las consignas de la marcha?
–Son muy pocas las personas travestis que se reivindican en el ámbito de la prostitución. Así que yo creo que en todo proceso democrático las organizaciones lgbit también tienen que renovarse, y creo que en este momento histórico en el que estamos viviendo es necesario que haya una renovación, y estas organizaciones hegemónicas, reglamentaristas, no hicieron más que trabajar para ellas mismas, para sus propias organizaciones que son un conglomerado y que no le dieron nada a nadie.
¿Creés que hubo un ninguneo a las organizaciones que ahora se retiraron?
–Estuvo muy claro desde el principio, cuando nos fuimos introduciendo al mundo lgbit, cómo estaban funcionando estas hegemonías, y las hegemonías necesitan de poder y ese poder se lo daba el poder político de turno, fuera quien fuere. Entonces quedábamos el resto de las organizaciones invisibilizadas y no éramos convocadas para nada. Todos los recursos económicos que los hegemónicos recibieron no los compartieron. No nos representan, no representan al 70 por ciento de la diversidad sexual de todo el país, nadie de la diversidad sexual se siente representado más que ese pequeño sector hegemónico que está ahí porque tiene sus intereses creados y vivieron siempre de la teta del Estado. No tenemos representación por parte de esta gente, y si a esto se le suma que en el escenario de la marcha nacional del orgullo 2017-2018 tenemos que escuchar y reivindicar la palabra “trabajo sexual”, entonces apaguemos la luz y vámonos. Porque no entendemos a la prostitución como un trabajo, la entendemos como una imposición, como una obligación. Nos han obligado al colectivo travesti a estar en ese lugar. Este es uno de los motivos fundamentales por los cuales desde La Rosa Naranja tomamos esta decisión de retirarnos.