Respiración profunda, adrenalina, los nervios previos, los timbos puestos, la casaca lista para debutar, los botines, las vendas, el top, las colitas de pelo, las canilleras, te sacas los aritos, gritas con tus compañeras en el vestuario, entras en calor y a la lucha, a la cancha.
Cuentos de gambetas femeninas que deciden hacer historia, hambre de gloria que pasa por su venas, sus ganas de juego, su sed de competencia, sus amigas, sus compañeras, el esfuerzo de una carrera en arenas movedizas, de empoderamientos extremos por los que esas once jugadoras debieron pasar para estar ahí, frente a otras compañeras con las cuales van a jugar. Pero ¿por quiénes juegan? ¿Por el amor a la casaca? ¿Por ser el club que las identifica? O simplemente ¿por ser el espacio que consiguieron para jugar?
Las cuestiones de género no solo atraviesan la falta de derechos; la violencia puede venir también por la omisión, el no reconocimiento, el no considerar a las otras. Es el caso del fútbol de las pibas. Casi parece ser una odisea la lucha por conseguir espacios en los programas de tv, en los medios impresos, radios y demás. Son pocos los lugares mediáticos en donde le dan lugar al deporte femenino.
De todas formas vale apreciar que en algunas, aisladas, ocasiones los medios hegemónicos parecen tener destellos en su ACV, y mencionan algunas cuestiones en torno al deporte femenino.
Las luchas dentro del deporte femenino, en su totalidad amateur, son múltiples. El desequilibrio de los recursos que se destinan, como ejemplo en el fútbol, son bastante llamativos desde los recursos monetarios, edilicios, indumentaria hasta ni siquiera abonar el bondi para ir a los entrenamientos. Algo de esto va cambiando, a pasos agigantados. Pero los medios parecen no decir nada.
El deporte es un espacio sanador para muchas mujeres, donde les permite escaparse un poco de una realidad que atormenta, de una disparidad que persigue y de una desventaja que acarrea. Solo en el campo de juego se encuentran todas como pares, como iguales, compañeras, de un colectivo que busca jugar, de un deseo que busca ganar y de una garra que busca descargar. La compañera de al lado ve que no está sola, el equipo es el soporte de los átomos que lo conforman y es allí donde las jugadoras se/nos encontramos amarradas por lazos que convergen en algo más fuerte que un puro deporte. La sed por erradicar la desigualdad, lo que el equipo es al equipo.
Con esto se puede visibilizar la pasión, responsabilidad, y amor por el deporte que hay por parte de estas guerreras que dejan sus compromisos y vida personal por ir a darle entidad a la actividad, por pelear por sus compañeras e ir pelota a pelota a buscar la mayor de las satisfacciones... el goce de sus cuerpos por el juego, por el dominio del pie a la pelota.
Las jugadoras no tienen estatus de profesionales, por ende para poder vivir deben buscar por fuera de los espacios que demanda el entrenamiento y el ir a los partidos, trabajar jornadas muy largas. Las mujeres juegan y lo dejan todo por placer, por amor al juego, al deporte y no por una millonada ¿Es lógico que sin dedicación full time en el deporte puedan algún día llegar a rendir igual o mejor que los hombres? No.
Esto sucede porque algunos medios alegan que las mujeres no rinden económicamente tanto como los hombres. Pues claro, si no se muestra no existe. Una vez más el arma más poderosa de la sociedad civil parece ser el hashtag y el “repost” que dan visibilidad y entidad.
¿Y los mass media? No es nada nuevo que son quienes recortan y viralizan los contenidos que van en pos de sus intereses, en el caso de los hegemónicos, en pos de sus bolsillos. Claro está que si el deporte femenino tiene poca audiencia, pocos auspiciantes estarán interesados en invertir, y por ende poca plata circulante rondando por los clubes ¿Por qué a las mujeres les corresponde tener peores condiciones a igual deporte? No monetizan, no rinden. No rinden porque los medios masivos, también, deciden no visibilizarlas. Bien decía Michel Foucault en El orden del discurso que “en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad”.
El deporte debería ser un espacio de ocio y disfrute de los cuerpos y no una forma más donde se ejerce la violencia de género. Las políticas públicas también deberían ayudar a potencias e impulsar el deporte feminista para que salga del amateurismo.
¡Las mujeres futbolistas de todo el mundo unías!
* Licenciada en Ciencia Política UBA, licenciada en Publicidad UCES. @nickymos