Mirarlo de cerca, perseguirlo, prohibirlo. El 17 de octubre como articulador de acciones y emociones hacia adentro del peronismo fue, durante muchos años, una de las principales obsesiones de una de las agencias de espionaje más importantes de Argentina: la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, organismo creado en 1956 por la Revolución Libertadora tras derrocar a Perón y que funcionó hasta 1998. Así lo demuestran las alrededor de 3500 fojas que integran los trece tomos del legajo titulado “17 de Octubre”. El archivo total de la Dippba se compone de cuatro millones de fojas, mil videos e innumerable cintas como herencia del espionaje a casi 460 mil personas. Un material inmenso que no sólo sirve para conocer en profundidad cómo trabajaba la dirección de inteligencia de la Bonaerense durante la segunda mitad del siglo pasado, sino también para identificar cuáles eran los actores sociales y políticos que persiguió el ala represiva del Estado durante todo ese tiempo.
Hoy el material está bajo la custodia de la Comisión Provincial de la Memoria, que lo ordenó y clasificó. El dossier acerca del 17 de Octubre incluye numerosas acciones de inteligencia desplegadas por la Bonaerense entre 1965 (año en que se “estrenó” ese legajo) y 1995. Un recorte de tres décadas que permite analizar desde la evolución de las estrategias de espionaje hasta los cambios dentro del peronismo.
“Gimnasia revolucionaria”
La preocupación de la agencia de inteligencia bonaerense sobre la liturgia del 17 de Octubre empezó a notarse con evidencia en 1965. En la carpeta “inaugural” los espías señalaban a la actividad panfletaria como parte de una “gimnasia revolucionaria” y advertían que “aunque violento, (porque) así debemos llamar en un lenguaje a esta actividad, el peronismo tiene un objetivo inconfesado de producir el caos para precipitar la llegada al país de Juan Perón”.
“Pese a la Ley 16.910, que dispone la erradicación de toda actividad política, el peronismo recalcitrante prosigue activamente su acción dentro y fuera del país”, afirmaba un año más tarde un irritado espía en la carpeta “Actividades recientes y actuales en setiembre de 1966: acciones políticas en la clandestinidad”. A pesar de la persecución y el hostigamiento, la espontaneidad del accionar peronista incluso en condiciones de precariedad disparaba todas las alarmas en los cuarteles de inteligencia.
La Dippba desplegaba con regularidad tareas de espionaje alrededor de la efeméride más importante del peronismo ya desde septiembre, mes en el que el organismo buscaba anticiparse a todo acto posible sobre el territorio bonaerense. Durante la vigencia de las leyes proscriptivas, la Dirección General de Seguridad de la agencia emanaba cada año una “Orden de servicio operativa secreta” para anticiparse a los hechos y conminar a cada delegación regional a tomar “las prevenciones del caso en todos los organismos de su jurisdicción” y “evitar la realización de actos en lugares públicos, ya sean programados o de tipo ‘relámpago’”.
Así lo demuestra, por ejemplo, un memorando con el membrete de “estricto y confidencial” que el 22 de septiembre de 1967 les solicita a todas las agencias zonales de la Dippba “tener a bien disponer a esta Dirección con carácter de urgente un amplio informe referido al próximo 17 de octubre y que responsa (sic) a los siguientes puntos: comando delegado local, ramas del movimiento, especialmente gremial, juventud peronista y otras agrupaciones anexas, todo sector que de una manera u otra haga al quehacer del movimiento y elementos extrapartidarios que puedan prestar su apoyo a dichas acciones”. Como se sabe, la identificación de individuos en una acción de espionaje durante Dictadura habilitaba una segunda fase, de carácter operativo, en la cual esas personas podían ser detenidas, torturadas o desaparecidas.
Enemigo rojo
La Dippba fue un emergente de la ola anticomunista que Estados Unidos insufló en Latinoamérica en el contexto de la Guerra Fría y el surgimiento de incipientes focos guerrilleros en la región. Con esa impronta, la agencia bonaerense fue creada para vigilar, controlar y perseguir al comunismo como enemigo social y político, aunque rápidamente apareció el peronismo como un actor local, que en muchos casos era vinculado con el anterior para justificar los trabajos de inteligencia.
Entre el material recolectado acerca del 17 de Octubre abundan textos doctrinarios, órdenes, informes y memorandos, además de una gran diversidad de recortes periodísticos, panfletos, carteles y murales que, en otro punto, alertan sobre el poder territorial y la influencia de organizaciones que buscaban canales y alternativas de expresión en un contexto de proscripción. Todo eso se sumaba a la información que lograban los infiltrados y también a aquella que proveían “fuentes que merecen absoluta fe” y “organismos afines” que cuentan con “un alto grado de valoración”, según expresaban los agentes.
En las carpetas también proliferan presentaciones que organizaciones partidarias y sectores gremiales enviaban a las jefaturas locales de la Policía Bonaerense solicitando permiso para conmemorar el 17 de Octubre en su ciudad. Aparecen pedidos de La Plata, Ensenada, Laferrere, San Nicolás, Chacabucho, Necochea o Tres Arroyos, entre otros, la mayoría de ellos naturalmente denegados. “Cada uno de los dirigentes que presentaron estas solicitudes sabe de antemano que están viciadas de nulidad”, aunque según el agente que asevera esto los pedidos son igualmente realizados como forma de justificar ante las bases “que han querido dar vivencia al 17 de Octubre”.
La conmemoración del 17 de octubre de 1972 se produjo en el contexto de las negociaciones del peronismo con el presidente de facto Agustín Lanusse para ponerle fin a la proscripción y a apenas dos meses de la primera vuelta de Perón a Argentina tras su derrocamiento. Pero lejos del clima de diálogo político y búsqueda de paz social que suponía este proceso, a la Dippba se le requirió mantener “permanentemente informado” sobre todo acto o movilización peronista, en el marco de un plan de acción que incluía “acuartelamiento, patrullajes y acción psicológica”. Durante el tiempo que duró el “Estado de Alerta”, la agencia bonaerense debía reportar diariamente cuatro informes en horarios prefijados, “sin perjuicio de adelantar toda novedad que se produzca”.
Como respuesta a este pedido llovieron memos de distintas delegaciones regionales que dieron cuenta del control y vigilancia a los preparativos de los actos. Allí se informaba con precisión lugar, fecha, hora de inicio y final, cantidad de asistentes, resoluciones adoptadas, banderas y pancartas exhibidas, “clima en el que se desarrolló el evento” e “identificación de elementos perturbadores”, además de “aspectos más salientes de los discursos pronunciados”.
Así se suceden relevamientos de Escobar, Pergamino y La Plata, lugar en el que se añadió un recurso que no era tan fácil de generar sin que fuera advertido: fotografías. El agente firmó estos documentos como Anaclara, nombre que se repite en otros informes. También había particular empeño en resaltar acciones que derivaban en incidentes o detenciones, ocasiones en las cuales las descripciones eran acompañadas por los datos personales de los involucrados. Todo esto da cuenta de la capacidad que los espías tenían para infiltrarse en reuniones y movilizaciones.
Persecución y memoria
La información en muchos casos servía no sólo para descubrir actos y acciones, sino también para evaluar políticamente a un movimiento que entre sus “fisuras” o “puntos débiles” incluía la convivencia no siempre armónica de facciones internas. Un memo del 7 de octubre de 1968 sostiene: “Se cree que Vandor aprovecharía la oportunidad para concretar el aniquilamiento de la CGT de Paseo Colón”. En tanto que, como parte del plan operativo previo al 17 de octubre de 1974 (el primero del peronismo en el poder sin Perón), la Dippba caracterizó a dos bandos: por un lado las 62 Organizaciones y el Partido Justicialista que se proclamaban “leales a Perón y a (la entonces presidenta) Isabel (Martínez de Perón)”, y por el otro Montoneros, el Partido Auténtico Peronista, las Fuerzas Armadas Peronistas o el Movimiento Revolucionario 17 de Octubre, quienes “convocaban contra Isabel, adoptaban en sus proclamas un carácter combativo, citaban al Che Guevara y asumían el camino hacia la ‘patria socialista’”.
Más cerca en el tiempo, la carpeta sobre el 17 de octubre de 1995 destaca un multitudinario acto organizado por los intendentes de La Plata, Ensenada y Berisso, quienes colocaron una placa en el ex frigorífico Swift de ésta última localidad en homenaje a los trabajadores perseguidos en 1979, tarea en la cual la Dippba había cumplido un rol central a través de la infiltración y el espionaje.
Por encima de los trabajos de inteligencia de cada tiempo y lugar, estos informes permiten reconstruir en perspectiva tres décadas del movimiento con sus actores, proclamas y conflictos internos. La desclasificación de los legajos de la Policía Bonaerense sobre el 17 de Octubre entraña una curiosa paradoja: uno de los archivos más profusos sobre el peronismo lo terminó construyendo un organismo que, mediante su espionaje y persecución, buscaba borrar su memoria y no hacerla perdurar.