Desde Reñaca, Chile

Dicen que es “el secreto mejor guardado” de la costa chilena. Pero aunque no sea tan célebre como Con Con o La Serena, por la cantidad de sombrillas, adolescentes apiñados y tonaditas mendocinas que se ven y escuchan a toda hora es difícil que Reñaca sea un secreto, y más que esté guardado. Los jóvenes mendocinos veranean en este barrio de Viña del Mar hace bocha: es como un San Bernardo con precios mucho más amables que los de la costa bonaerense, libre mercado rampante, empanadas gigantes de camarones y atardeceres sobre el mar, un cambio agradable para el habitué de las costas atlánticas. Además, está prohibido bañarse en casi toda la costa de Viña, pero en este rinconcito los bañeros hacen la vista gorda mientras el agua y las olas bravas no pasen de la cintura.

En Reñaca cuentan que les llegan turistas en cada fin de semana largo argentino. Y son muchos los que cruzan a pasar fin de año viendo los fuegos artificiales que la municipalidad de Viña dispone a lo largo de la costa. Adolescentes y veinteañeros la conquistan cada verano. Hay algunas familias, parejas de treinteañeros largos, pero sobre todo es la playa a la que los grupitos de pibes y pibas vienen a mostrarse. Con la caída del sol, muchos peregrinan de vuelta a Viña, que concentra la joda nocturna (media horita de caminata por la rambla), y tiene playas más deportivas y familiares.

Una vez que el turista se acostumbra al cambio, los billetes se sueltan más rápido. ¿Una empanada por 1600 pesos chilenos? Son como 40 pesos argentinos por empanadas que equivalen en tamaño y relleno a tres o cuatro porteñas. ¿Cerveza en el súper? Desde el equivalente de 30 argentinos para arriba y para elegir: hay locales, bolivianas, belgas, danesas, alemanas y hasta rusas. La gente es súper amable y se pueden pasar diez días sin detectar la supuesta pica trasandina. Acá dependen del turista y no parecen odiarlo. Eso sí: es barato, pero te cobran hasta para usar el baño de la terminal.

Y hay cosas que no dejan de sorprender, como ver a los chilenos oscilar entre sus manifestaciones de patriotismo y un fervor sin igual por la cultura norteamericana. Las pintadas del #NiUnaMenos también llaman la atención. Y duele escuchar a los más pibes hablar de cómo tienen que dejar a sus pololas y pololos para irse a Mendoza o Buenos Aires porque la educación universitaria en Chile es impagable y la movilidad de clase acotadísima. Muy lindo conseguir zapatillas de primera marca a una luca, pero el libre mercado no sale gratis. Y entre pisco y pisco, si se mira con atención se nota.