La fuerte suba de precios registrada en los últimos meses está forzando una modificación en los hábitos de consumo. Según una encuesta realizada el mes pasado en el Area Metropolitana de Buenos Aires por el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) y el Instituto Proyección Ciudadana, el 34 por ciento disminuyó el consumo de lácteos, el 54 el de carnes, 63 de frutas y verduras, 44 de gaseosas, jugos y soda, 69 de salidas y esparcimiento, 39 de combustible y 23 por ciento de medicamentos. En todos los niveles socioeconómicos (alto, medio, bajo) hubo un porcentaje relevante de encuestados que disminuyó las cantidades consumidas. En términos generales, mientras que los de nivel socioeconómico bajo redujeron más el consumo en productos de primera necesidad, los sectores medios y altos lo hicieron en salidas recreativas y combustibles.
La carne es uno de los alimentos que más se recortó dentro de la canasta familiar. El 54 por ciento de los encuestados disminuyó su consumo, el 40 lo mantuvo igual y sólo el 5 por ciento incrementó su consumo. Al analizarlo por nivel socioeconómico se observa que el 35 por ciento de la clase alta redujo su consumo mientras que en la clase baja ese porcentaje trepa al 59 por ciento. Según el Indec, los precios de los principales cortes de carne treparon durante el último año entre 35 y 45 por ciento sobre valores que ya eran relativamente altos respecto de otros alimentos que si bien registraron un mayor aumento son más baratos en términos absolutos. Por ejemplo, el kilo de asado trepó en los últimos doce meses de 124,08 a 166,96 pesos (34,6 por ciento), la carne picada de 73,28 a 102,45 pesos (39,8), la paleta de 119,34 a 172,42 pesos (44,5) y la nalga de 153,17 a 211,85 pesos (38,3 por ciento). Los fideos tipo guisero, en cambio, si bien en el mismo lapso subieron 74,6 por ciento, en valores absolutos son más baratos pues el kilo aumentó de 19,86 a 34,68 pesos.
También se recortaron fuerte los gastos en el rubro salidas y esparcimiento. El 69 por ciento de los encuestados disminuyó sus salidas y sólo el 19 por ciento las mantuvo sin cambios. El derrumbe se explica porque cuando el poder adquisitivo se reduce se trata de preservar el consumo de los alimentos de la canasta básica dejando para un mejor momento otros gastos considerados más superfluos.
El impacto de la devaluación sobre los salarios fue tan pronunciado que incluso afectó el consumo de los medicamentos, aunque en menor medida que el resto de los rubros porque en muchos casos la vida depende de su consumo. Según la encuesta, el 23 por ciento disminuyó su consumo y el 62 por ciento lo mantuvo sin cambios, mientras que en el sector socioeconómico bajo el 29 por ciento disminuyó su consumo de remedios. Un informe anterior de CEPA había advertido el mes pasado que el aumento promedio de los 50 remedios más consumidos por los adultos mayores entre mayo de 2015 y agosto de este año fue de 157,8 por ciento, mientras que en el mismo período el aumento en la movilidad jubilatoria fue de 111,9 por ciento, lo que equivale nada menos que a una diferencia de 46 por ciento
También cayeron fuerte las compras de combustible. En septiembre el 39 por ciento de los encuestados declaró haber consumido menos que el mes anterior. En la clase alta el 32 por ciento compró menos combustible, mientras que en la clase baja la caída fue de 37 por ciento. Las naftas se dispararon por la devaluación y la suba del barril del petróleo en un mercado desregulado. YPF, por ejemplo, en lo que va del año aumentó el precio de la nafta premium nada menos que un 66,2 por ciento.